Melenas extralargas, un símbolo de erotismo en la época victoriana

18 / 08 / 2020
POR María Leache

Vinculadas a la sensualidad, las extensas cabelleras de las mujeres victorianas se ocultaban en la calle, ya que exhibirlas sueltas o descuidadas se consideraba descarado, indecente e, incluso, impuro. Además, servían para identificar la clase social y ciertos rasgos de la personalidad. 

Las Siete Hermanas Sutherland junto a su padre.

Con el paso de los años, las tendencias van progresando y adaptándose a las diferentes circunstancias. Los cambios sociales, políticos y culturales se reflejan a través de la forma de vestir y los intereses de la sociedad. Según se transforma una sociedad lo hacen también sus costumbres. El cabello es un ejemplo más de esta evolución. Los peinados y diferentes cortes de pelo han ido cambiando década tras década. Y no solo se ha modificado su aspecto físico, sino que también se ha modificado la concepción que se tiene de él. A lo largo de la historia, las diferentes civilizaciones han concedido diferentes significados al cabello, y uno de los más llamativos se dio durante la época victoriana. Unos años en los que las largas melenas se consideraban un símbolo de erotismo que servía para identificar la clase social e, incluso, ciertos rasgos de la personalidad. 

Retrato de la Sra. Frampton. Fotografía cortesía de Hulton Archive.

Retrato de la Sra. Milo. Fotografía cortesía de Hulton Archive.

La adolescencia marcaba el inicio en el que las mujeres victorianas comenzaban a cuidar su cabello. Durante la infancia lo podían llevar suelto sin prestarle demasiada atención, pero, convertidas en mujer, debían empezar a peinarlo y cuidarlo de manera diferente. Esto se debe a que, en la época victoriana, el cabello largo era símbolo de feminidad y también de erotismo. Por lo que la doctrina religiosa obligaba a llevarlo arreglado y siempre cubierto en el exterior, sobre todo a las mujeres casadas. Llevar el pelo suelto y descuidado se consideraba descarado, indecente e, incluso, impuro. Considerado como una parte del cuerpo que manifiesta el atractivo físico de una mujer, solo tenían permitido mostrar el cabello suelto a su marido. Como consecuencia, las mujeres solo salían a la calle con el pelo recogido y normalmente lo cubrían con distintos tipos de sombreros y adornos con joyas y plumas. 

Esta especial consideración del cabello provocaba que las mujeres victorianas dedicasen muchos esfuerzos a su cuidado y no lo cortasen a no ser que fuera completamente necesario. A raíz de esto, el pelo de una mujer también representaba su clase social. Quienes pertenecían a clases medias y altas no tenían ninguna dificultad para mantenerlo sano y cuidado. Especialmente aquellas que contaban con servicio doméstico. Sin embargo, las clases más pobres estaban sometidas a enfermedades, mala alimentación y pocos recursos que impedían el cuidado del cabello. Mantener extensas melenas requerían largos peinados -en ocasiones hasta cuatro veces al día- que estas mujeres no se podían permitir. Por ello, era muy común que lo llevasen corto e incluso vendieran sus propios mechones a cambio de dinero. 

Retrato de la Sra. Frampton. Fotografía cortesía de Hulton Archive.

Peinado común de la época (1870).Fotografía cortesía de Hulton Archive.

Hoy en día, no podemos pasar desapercibido que a algo tan trivial como el cabello se le otorgasen poderes como el de reflejar ciertos rasgos de la personalidad. Y es que, durante esos años, las mujeres de cabello rizado se consideraban más dulces que las de pelo liso. Igualmente, la largura y grosor del cabello se vinculaban con la sexualidad. Cuanto más largo y grueso fuese, más apasionada se creía que era su dueña. Quizás por este motivo, las mujeres comenzaron a ser fotografías desde el costado y hacia atrás, mostrando su largo cabello cayendo libremente por su espalda. Una fotografía que dejase ver una melena larga era sinónimo de erotismo. 

Además de la largura y la forma, también se tenían en cuenta otras características como el color. El rubio era uno de los más deseados. Para conseguirlo, las mujeres victorianas utilizaban peróxido de hidrógeno, que lo que realmente hacía era quemar el pelo. Entre ellas compartían recetas para teñir el cabello tras la aparición de canas, tal y como compartía Lola Montez, una famosa bailarina a quien Luis I de Baviera nombró condesa de Landsfeld, en su publicación ‘Las artes de la belleza; o los secretos del toilette de una dama, con sugerencias hacia los caballeros, sobre el arte de fascinar’. De la misma manera, utilizaban productos específicos para acelerar el crecimiento del pelo, evitar su caída y la descamación del cuero cabelludo, entre otras problemáticas. 

Retrato de Fanny Cornforth, modelo y ama de llaves del artista DG Rossetti (1865).Fotografía cortesía de Corbis.

Retrato de una mujer con una extensa melena, cerca de 1900. Fotografía cortesía de PYMCA.

Mujer posando en 1914.  Fotografía cortesía de de Corbis.

Escritores y artistas cedieron una especial posición al cabello dentro de sus obras, generando a su alrededor una auténtica idolatría. Las Siete Hermanas Sutherland, hijas de un pobre agricultor afincado en Nueva York, representaban a la perfección este fetichismo por el cabello largo. Todas ellas poseían unas extensas melenas y fueron animadas por su padre a aventurarse en el mundo del espectáculo. Cantando, bailando y tocando varios instrumentos recorrieron diferentes escenarios. Aunque, lo que más llamaba la atención del público era la longitud de su cabello. Gracias al interés que había en ellas, se unieron al circo Barnum y Bailey y realizaron una gira que las llevó a la primera feria del mundo en 1881.

Las Siete Hermanas Sutherland (1885).  Fotografía cortesía de Mark Jay Goebe.

Cuando la moda sufrió una revolución y las mujeres se liberaron del corsé, sobre todo a raíz de la Primera Guerra Mundial, su peinado y la concepción que se tenía del cabello también cambió. El pelo largo dejo de ser funcional y las mujeres optaron por cortárselo. Con un estilo de vida más activo, el pelo corto se convirtió en tendencia y abrió paso a las estética flapper de los años 20.