Pioneras al volante

23 / 09 / 2017
POR Maria Arranz

La España de los 60s los apodó “los Mirabragas”, el Seílla y el Pelotilla. Pero el SEAT 600 también fue el coche de las primeras mujeres al volante.

Presentación en Bruselas del SEAT 600 (1970)

Aunque podríamos decir que, hoy en día, la sociedad española está más que acostumbrada a ver a mujeres al volante de coches, taxis, camiones o autobuses, todavía queda quien se sigue mostrando un tanto reticente a eso de encontrarse con una mujer a los mandos de un vehículo. La historia de cómo las mujeres llegaron a conducir coches y otros medios de transporte, está estrechamente vinculada a los avances sociales –en los que el feminismo jugó un papel fundamental–, pero también a factores históricos y económicos. En España, la aparición de los primeros coches no sólo tuvo relación con la llegada de una ansiada modernidad, sino que además, éstos fueron durante largo tiempo símbolo de estatus y clase social, primero entre los más pudientes –los únicos que se podían permitir comprar automóviles cuando se empezaron a fabricar– y más adelante entre la propia clase media, que hizo del coche un símbolo más del éxito social. El surgimiento de SEAT en 1950 logró que, en cuestión de pocos años, España se motorizara; no en vano, llegó a acuñarse la expresión de la “España del 600”, en referencia a esa etapa de nuestra historia en la que el progreso era sinónimo de un futuro que se alejaba definitivamente de la posguerra para dirigirse hacia una nueva etapa ilusionante. Por eso, el lanzamiento, a finales de esa década, de su emblemático 600 convertiría al coche en todo un símbolo de libertad y modernidad.

Primer y último SEAT 600 fabricados

Los primeros automóviles llegaron a España a comienzos del siglo XX, pero entonces su conducción estaba únicamente reservada a las clases más adineradas y, por supuesto, a los hombres. No sería hasta los años 20 cuando se formalizaría el permiso de conducción para las mujeres, que, en todo caso, únicamente podían obtener con autorización paterna o del marido –un requisito que permanecería en vigor nada menos que hasta 1975–. Por eso, las escasas mujeres que se veían al volante en los años 20 y 30 fueron consideradas unas pioneras. Una de ellas fue Catalina García González, de Puebla de Lillo, la primera mujer que obtuvo el carnet de conducir en España. En 1925, se examinó en León con su propio coche, que había sido adquirido por su marido unos años antes. Pero Catalina fue pionera también en otro aspecto relacionado con la conducción, al ser la primera mujer concesionaria de una línea regular de viajeros. Su trabajo consistía en llevar y traer pasajeros cuatro veces al día, así como en hacer recados varios para sus vecinos y repartir el correo.

SEAT 600 D. Las primeras mujeres conductoras necesitaban enseñar lo orgullosas que estaban al mundo. Así se desató una fiebre por las fotografías de mujeres con sus SEAT600, quizá desembocando los primeros selfies, mucho antes de que llegara la era digital.

Otra de las grandes pioneras de las cuatro ruedas en nuestro país fue la también leonesa Piedad Álvarez Rubio, la primera taxista española, que ejerció durante la II República. Conocida popularmente como “La Peñina”, Piedad estudió magisterio, pero ante la necesidad de llevar algo de dinero a casa, optó por dedicarse al taxi. Su familia era propietaria de un taller y fue allí donde aprendió a conducir, sacando y metiendo los coches de los clientes. Conducía un Seat 600, que todo el mundo describía como “limpio, pulcro y esmeradamente cuidado”. De ella decían que era una enamorada de su profesión, que se atrevía incluso a realizar servicios nocturnos con su taxi y que ella misma se encargaba de repararlo cuando se averiaba.

Seat 600 Descapotable. Según las estadísticas, uno de cada cuatro automóviles que circulaban por las carreteras españolas era un SEAT 600.

También las mujeres de la alta sociedad y de los círculos culturales de principios del siglo XX, se interesaron por el mundo de la conducción. Tal fue el caso de las escritoras Zenobia Camprubí, que estuvo entre las primeras mujeres españolas que se sacaron el carnet de conducir, y Emilia Pardo Bazán, que ya a comienzos de siglo supo identificar el automovilismo como uno de los deportes de moda y como una revolución en los medios de transporte, a pesar de que ella no fuera una gran amante de los automóviles, a los que dedicó estas palabras: “Hacen desagradable ruido (…) No hay, en automóvil, conversación ni intimidad posibles, así como no hay verdadero turismo, pues se cruzan los países más hermosos y los puntos de vista más encantadores, sin poder volver la cara a mirarlos”. En realidad, lo que disgustaba a Pardo Bazán no era tanto el automóvil en sí, como la fiebre por la velocidad que se desató con su popularización.

SEAT 600 D Descapotable. Ellas también tuvieron un SEAT 600: la escritora Cristina Peri Rossi , las actrices Lina Morgan y Marisa Medina, la editora Esther Tusquets, la diseñadora Purificación García o la modelo Teresa Gimpera.

Entre los años 50 y 60, España entró de lleno en el desarrollismo, avanzando de forma acelerada para convertirse en uno de los principales países industrializados del mundo. Además, comenzó a abrirse al turismo, y con ello, a numerosas influencias extranjeras. Aunque habría que esperar hasta la muerte de Franco para que en España comenzaran a aparecer las primeras manifestaciones del movimiento feminista, fue a partir de los años 60 cuando las mujeres empezaron a incorporarse al trabajo fuera del hogar, y cuando aparecieron las primeras grietas en un sistema que hasta entonces sólo tenía reservadas dos funciones para ellas en la sociedad: la de madres y amas de casa. En lo relativo a la conducción, fue justamente en esta época, que coincidió con el lanzamiento del 600, cuando se comenzó a ver a las primeras mujeres al volante; muchas de ellas, de hecho, aprendieron a conducir en el célebre modelo de Seat. Por eso, cuando la revista Autopista describió al 600 como “punto de arranque de nuestra vida moderna” y “compendio de ensueños y realidades de superación”, no exageraba.

Publicidad SEAT 600

Los 60 y los 70, años del boom turístico español por excelencia, también tuvieron un gran impacto sobre la historia del automóvil. Las escapadas para merendar en el campo, las excursiones de fin de semana –que dieron lugar a la aparición de la figura del “dominguero”– o las esperadas vacaciones de verano –que, a pesar de las larguísimas caravanas en la carretera, se convirtieron en todo un símbolo de progreso y libertad–, comenzaron a hacerse populares entre aquellos que disponían de coche propio. En este sentido, el 600, que salió al mercado en 1957, fue el emblema de ese futuro de la automoción que en España, por fin, se podía tocar con las manos. Maleteros cargados hasta los topes, familias apretujadas en los asientos como sardinas en lata y las consabidas paradas, botella de agua en mano, que había que hacer para enfriar el 600 cuando éste sufría un calentón. El 600 fue una pieza clave para que los españoles comenzarán a descubrir su propio país, facilitando los desplazamientos durante las vacaciones, pero también los más cotidianos para ir al trabajo o disfrutar del ocio urbano.

Tablero de indicadores del SEAT 600

Poco a poco y en esa misma época, las mujeres también se fueron incorporando al mundo de la competición automovilística, tal y como deja constancia la celebración del primer rally femenino en 1967, cuyo recorrido iba desde Madrid hasta Arenas de San Pedro, en Ávila. El rally fue organizado por la Sociedad Internacional de Azafatas y el Real Automóvil Club de España y en él participaron hasta 60 coches. Tal y como informaron los periódicos de la época, las grandes triunfadoras de la prueba fueron las madrileñas hermanas Gimeno. A pesar de lo insólito de este acontecimiento deportivo, ni los medios ni el jurado se tomaron muy en serio a las participantes, a juzgar por la condescendencia con la que hablaron de ellas en las crónicas posteriores, donde insistían más en la belleza de las conductoras y en el supuesto peligro que constituían las mujeres al volante, que en el desarrollo de la carrera como tal. Los tópicos relacionados con la falta de habilidad de las mujeres a la hora de conducir han sido muy populares durante muchos años, y por desgracia, muchos aún sobreviven en la actualidad. Sin embargo, las estadísticas no mienten, y afirman que las conductoras sufren y provocan muchos menos accidentes que los hombres, precisamente por su prudencia al volante. En 1973, y de nuevo con el 600 como protagonista, Simoneta Garith se convirtió en la primera mujer que ganaba una carrera en el circuito del Jarama, dejando atrás, con su 600 Abarth, al resto de pilotos participantes, todos masculinos.

Publicidad SEAT 600 (1971)

La presencia de mujeres a los mandos de un coche no se generalizaría hasta los años 70, directamente relacionada con el aumento de su presencia en el empleo fuera del hogar. Así, en el caso de las mujeres y en estos primeros años, el coche constituyó más una herramienta y un reflejo de la recién adquirida independencia femenina que un símbolo de estatus. Esto, que podría parecer anecdótico, es lo que ha guiado la publicidad automovilística durante décadas, que raras veces ponía el foco en las mujeres y en lo que significaba para ellas conducir un vehículo, pero sí desplegaba todos sus recursos para lograr que el hombre sintiera que, además de un coche, estaba comprando una forma de mostrarse ante el mundo.

Durante años, tener un coche significó ser parte de la modernidad, estar a la vanguardia, tener libertad de movimientos y poder viajar por carretera con mayor libertad, es decir, ser conductor era sinónimo de independencia, un “privilegio” por el que las mujeres siempre han tenido que pelear en todos los ámbitos. No cabe duda de que, en el de las cuatro ruedas, han conseguido ocupar el lugar que les correspondía.

Todas las fotografías cortesía de SEAT ESPAÑA

Puedes ver este artículo completo en el número #11 de VEIN MAGAZINE