Amiga Mía, de Raquel Congosto: una carta abierta a la complejidad y belleza de las amigas

12 / 12 / 2025

Los fantasmas que nos habitan, aunque ya no estén más, son parte de mi pensamiento y de mi forma de crear.

Cuando visitas a Raquel Congosto en su casa de Madrid, entiendes un par de cosas. La primera: que ser arquitecta va mucho más allá de diseñar planos. Ella proyecta su forma de ser en todo lo que toca, y su debut literario, Amiga Mía (Blackie Books), es la prueba. La segunda: que este libro nació de la pura necesidad de construir un escenario emocional para sanar heridas del pasado. La memoria por mucho que una se empeñe no es real, Raquel coge esos recuerdos, experiencias y fantasmas que nos habitan, los tamiza y los ordena para que vibren en un libro.

La ruptura con una amiga es un duelo que, a menudo, supera al de una pareja, sin embargo, es un tema del que se habla muy poco en la literatura. En nuestra era la pareja sentimental se diluye haciendo que se multipliquen los vínculos afectivos, la amistad se refuerza y por ello más que nunca necesitamos de textos que reflexionen su complejidad. Amiga mía tiene la capacidad de revolverte por dentro, como lo hace la oruga que habita a su protagonista. El libro repasa con una sinceridad brutal las emociones que muchas hemos vivido en una amistad intensa: el duelo, las cosas que se callan y que terminan explotando. Es un testimonio único y necesario, una carta abierta a la complejidad y la belleza de la amistad femenina.

“Me he asomado al vacío que dejaste y lo he bordeado con puntos de sutura”. Raquel, hay que tener mucho valor para escribir un libro —prefiero llamarlo pieza, porque eres arquitecta y aquí se aglutinan muchas cosas que no caen en la mera narrativa— que aunque parta de la autoficción, contenga a personas tan cercanas, protagonistas de la historia y que pueden tener acceso completo a leerte/leerse en el destripe de este trauma.

Es muy diferente escribir que publicar. Cuando escribo estoy sola, escarbando hacia adentro hasta encontrar cómo suena más o menos eso que quiero contar. Intento darle sentido a lo que no comprendo y para eso necesito mucha concentración, destripar las palabras, hacerlas migajas y procurar que no me distraigan, que no me engañen, porque las palabras engañan todo el tiempo. Pararme a cada momento y leer lo que he escrito y pensar ¿Es esto lo que quiero contar? Asegurarme de que no quede una frase bonita si hace trampas, si distrae de la curva que quiero trazar. Y esa búsqueda es trabajosa pero es honesta y, al menos en mi caso, siento que hay belleza cuando llego a entonar una melodía parecida al runrún de mi cabeza. Pero una vez que se publica, te sientes expuesta. Por la historia, porque se haga una identificación exacta de una misma y de su entorno (cosa que en esta historia no es así), pero no sólo por eso, expones un trabajo, una forma de pensar. Tu piel palpita debajo de lo que escribes.

Se ha hablado infinitamente de parejas, amantes, madres y padres, pero pocas veces, como tú lo has hecho, sobre una amiga. Esto podría ser una terapia, pero otras veces pienso ¿es una venganza? Yo lo haría para quedarme a gusto después de pasar un dolor como ese, y lo he hecho en mi diario cuando no he tenido el valor de ser honesta con las amigas que más me duelen. Leo y pienso en Marina, cómo se le quedará el cuerpo después de leerlo, después de revivir el Gabinete, la casa y la convivencia. Has sido muy valiente, o más que valiente una punki al soltar todo esto, con todo lo protocolarias que tenemos que ser las mujeres entre nosotras en un contexto como el Madrid del SXXI.

Es muy complicado hablar del duelo de una amistad, tanto que no existían ejemplos de (al menos que yo hubiera leído, y le dediqué mucho tiempo a buscarlos) novelas cuyo eje fuera el dolor por esa ruptura. En mi caso concreto abordé este tema por dos motivos: el primero es que me importaba muchísimo. Creo que es algo que le pido a toda obra artística, no importa cuanta implicación autobiográfica tenga, pero sí creo que tiene que involucrarse un interés y una pasión genuina por parte del autor. El segundo es que era algo que no comprendía. Las rupturas de amistad cuesta comprenderlas. Se mezcla el “las amigas son para siempre” o “las amigas son la familia” con “las amigas vienen y van” y entonces es muy difícil compartir este dolor, porque este duelo no está reconocido socialmente. Esos son los motores que me han llevado a escribir esta historia que, aunque parte de experiencias propias, he tenido que hacer una construcción literaria para intentar expresar con toda la honestidad posible una serie de emociones muy complejas y muy difíciles de expresar. Marina y Celia son proyecciones, no son personas reales, yo no soy exactamente Celia y a la vez soy bastante Marina. Ambas no son nadie exactamente y a la vez ambas son yo misma. Ni siquiera la narradora es yo, es también una proyección. Esa distancia en la que agarro emociones propias pero las hago jugar en un partido inventado, me ha ayudado a proteger y cuidar la memoria, porque la memoria, por mucho que una se empeñe, no es real. Lo que yo recuerde no cuenta nunca una realidad, sólo cuenta lo que yo recuerdo, pero lo que es innegable es la emoción a la que te lleva ese recuerdo. Entonces lo que yo hago es eso, construyo escenarios, conversaciones, tiempos y experiencias, las tamizo y las ordeno, hasta que vibran con esa emoción o con todas esas emociones que yo quiero transmitir. Amor, decepción, tristeza, de nuevo amor, envidia, rencor, más amor, más amor, dolor. Hay mucho dolor porque hubo mucho amor. Quería mostrar todo eso sin expresarlo tal cual. Que las personas que lo lean puedan verse en la añoranza y en la rabia y finalmente llorar porque lo que pasa es que se echa de menos algo a lo que no has podido poner palabras. Espero que todas las Marinas y todas las Celias, las de mi vida y también las que no lo son, puedan darle lugar a ese duelo, creo que es algo necesario. Para mí escribir este libro ha sido reconocer este duelo, ponerle palabras y decir: esto ha existido. Pararme y reconocer que ese dolor ha sido importante.

La oruga de dentro de Celia, que la habita desde pequeña; construye espacios dentro de ella, la calma y la reprime a veces para evitar que salga el animalito que lleva. Celia la culpa de muchas cosas, pero también le da una visión única, la saca de su contexto, creo que a veces es necesario esto de irse de donde se esté.

Sí, hay personas que somos evasivas, que nos cuesta enfrentar lo que nos sucede en el momento. Son formas de protección que tenemos, que aprendemos desde la infancia. Me parece bonito que Celia es la que tiene esa capacidad de evasión, a la que le cuesta conectar con el dolor en el presente y su amiga Marina es la que le ayuda a ponerle palabras, pero sin embargo al final es Celia la que sale de su oruga para enfrentarse a todo lo que ha sucedido entre ellas y, sin embargo, Marina no puede. En ese intercambio de papeles, de alguna manera quiero mostrar que cada una hace lo que puede en cada momento y que no hay ninguna mala, simplemente se enfrentan a lo que tienen delante como pueden. A veces de forma más virtuosa y a veces menos.

La luz de la poesía es como llamaba Sylvia Plath a la hora antes del llanto de un bebé. Tu hija era muy pequeña cuando decidiste ponerte a escribir tu pieza. Me decías que en la pandemia aprovechabas dos horas en el baño para meterle caña, tus dos horas sagradas, tu habitación propia sentada sobre Roca, y ahí se gestó esta otra criatura tuya. Maternidad, espacio y creación: ¿cuál es tu opinión, sin teorías, después de haberlo experimentado en tu carne?

Tener una hija te cambia de una manera radical. Yo nunca pensé que escribiría un libro. Y sin embargo, tuve que estar confinada, trabajando y cuidando a saco para que escribir se convirtiera en mi habitación propia. En mi pequeño refugio para no ahogarme entre la dedicación de tiempo a todo lo demás.

Hay muchas referencias a la arquitectura, a los lugares públicos y privados. Considero un regalo que esos detalles aparezcan: al no tener una educación sobre el tema tampoco hay sensibilidad sobre ello, y debería ser necesario tener más conocimiento sobre los espacios que habitamos. ¿Cómo te planteaste esto? Además de por tu oficio, ¿hay alguna intencionalidad pedagógica en mostrarlo?

La verdad es que no tengo intención pedagógica, supongo que me sale natural. Creo que los espacios nos conforman, modifican nuestra personalidad. No es lo mismo vivir en un sitio que en otro, el camino que haces al trabajo, el lugar en el que trabajas, no es lo mismo la línea 6 de metro que la 2. Cada lugar nos viste, se nos pega, son capas de pieles sobre nuestra piel. Para mí los espacios son determinantes. Ocurren con nosotras y contienen muchas historias. A mí me parece precioso hacer fallas sobre los espacios e imaginar las capas de tiempo que contienen. Desde ahí construyo muchas escenas.

La precariedad es otra de las protagonistas del libro. Sobrevivir como autónoma con un proyecto tan ambicioso como el que tenían Celia y Marina era un reto continuo. Hablas de pagar para poder cobrar, del ahogo de la autónoma, de la burocracia… ¿Te has adaptado a ello? ¿Preferirías la silla de funcionaria o ya estás en el ala de la aventura?

Jajajaja, la verdad es que Marina fue más lista que Celia y ojalá que tenga un buen trabajo y un buen sueldo. Ser autónoma tiene sus ventajas, pero es una mierda. Tienes que estar pendiente de cazar proyectos, de no desaparecer… Es agotador. Dentro de eso, a mí me salen proyectos que están bastante bien, soy una privilegiada en ese aspecto, pero estoy cansada. Sobre todo desde que soy madre echo de menos una estabilidad. Un sentir que tendré vacaciones pagadas, o que me puedo pillar días para cuidar a mi hija o quedarme en la cama si estoy enferma sin estar preocupada de si perderé a un cliente por retrasarme en una entrega. Bueno, yo qué sé: abajo el trabajo.

No sé si es spoiler si no cortamos. Dices que según acabas menos entiendes lo que pasó: ¿aún queda trabajo por hacer para sanar del todo o quieres seguir recreándote en la historia? Nos generan dopamina los pensamientos negativos, qué putada.

Yo creo que escribir esta historia para mí ha sido importante, he podido reconocer un dolor silenciado y ponerle palabras. Me ha servido para hacerle un cuerpo al duelo. Supongo que eso ya es mucho.

Me he visto en una situación como la tuya, por no ser sincera. Tragarme cosas dolorosas por no generar conflicto o por no saltarme el protocolo. Esto me ha hecho herida. En el Hagakure dicen que lo que no se diga en el momento carece de sentido, pero muchas veces no hay energía para ello. ¿Qué piensas de las terapias y los protocolos? ¿De cómo se frivoliza o se va hacia el egoísmo en las relaciones? De seguir el instinto, quedarse con la oruga…

Bueno, yo creo que hacemos lo que podemos cuando podemos y de la manera que podemos. No sé si si no lo dices en el momento ya no cuenta… En general somos siempre mejores diciéndole las cosas al espejo que cuando nos toca confrontarlas de golpe. Dentro de eso me interesa mucho lo que dices sobre los protocolos y el egoísmo de las relaciones. Creo que tenemos cada vez más una híper conciencia de nuestras emociones, de nuestros límites y en parte está bien, pero el respeto a nuestras emociones no puede pasar por encima de lxs otrxs. Hay que saber cuidar de lxs demás mientras ponemos límites y protegemos nuestras emociones (por supuesto hablo de relaciones que no pasen por el maltrato o el abuso, sino de relaciones que se deterioran y dejan de funcionar). Dejar una relación (ya sea de pareja, de amistad o whatever) es lícito, porque te haga mal, porque lo necesites, porque ya no sea la persona con la que quieras pasar el rato… Está bien, pero al otro lado hay otra persona que no entiende nada, que se queda conteniendo el aire mientras espera una respuesta… y eso, lo sabemos todxs, no está bien. No hace falta hacerlo en el momento, pero sí hace falta hacerlo. No por lo que sientes ahora, sino por lo que fuisteis en el momento en el que sí os dabais lo que necesitábais. Inventar una forma de cerrar que cuide a las dos partes y no sólo a una de ellas. No se puede vivir siempre en la oruga porque estamos vivxs y estamos con otrxs.

¿Compartirías algún plan que tengas a corto plazo? ¿Alguna obra nueva que quieras hacer en tu casa o en la calle?

Pues estoy escribiendo una novela más larga y otro proyecto literario híbrido que, la verdad, no entiendo ni yo misma bien, pero que creo que estará chulo.

Y para acabar, tres obras arquitectónicas, tus favoritas de Madrid.

Pues mira, es algo muy difícil porque hay muchas obras que me gustan y elegir tres se me hace imposible, seguro que luego me arrepiento. Así que he pensado en decir tres fantasmas, tres obras desaparecidas, porque los fantasmas que nos habitan, aunque ya no estén más, son parte de mi pensamiento y de mi forma de crear. Así que voy a decir La Pagoda de Fisac, que era un edificio increíble con toda la explosión creativa de Fisac en juego y que demolieron en 1999. Voy a decir un edificio kitsch que me encanta y que es un fantasma que habita entre la vida y la muerte: el centro comercial La Ermita. Este lugar fue icono de los 90, es donde estaba la sala Aqualung y ahora resiste agónicamente a ser demolido tras la recalificación del suelo para levantar casi 600 viviendas. He ido a la bolera con mi hija varias veces, y es algo extrañísimo entrar en ese lugar. Ya digo, es como estar de prestado en una fantasía a punto de terminar. Lo recomiendo muchísimo. Finalmente voy a decir un espacio que, de alguna manera, aparece en mi libro: el Campo de Cebada. Esto no fue un edificio sino el vacío tras la demolición del Polideportivo de la Plaza de la Cebada. En ese solar, la sociedad civil inventó una plaza rebosante de actividad, de vida. Un refugio, un sueño. Ese solar ya no está, ahora hay un nuevo polideportivo, pero muchas recordamos ese espacio. Aún somos parte de él.

Texto y fotos: Rocío Madrid

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