¿Dejamos al dolor todo el espacio que necesita?

02 / 02 / 2021
POR #VEINDIGITAL

Cuando el dolor no ocupa todo el espacio que necesita, la angustia se arrastra constante, salpicando todas nuestras vidas. El dolor que no enfrentamos se enquista en carne viva hasta que no te vuelves el delirio, la herida. La entrega a esa sensación parece que no termina,  pero cuanto más arde de más adentro se arranca. 

Hace ya dos años que conocimos a la artista Sofia Suárez, a través de un proyecto dónde celebraba la libertad y la diferencia a través de la belleza única de pieles con texturas, cicatrices y pliegues. Ahora tenemos el honor de estrenar en #VEINDIGITAL una nueva reflexión: CRÓNICO.

Evitar el malestar puede ser la primera reacción ante una situación dolorosa. Es amargo y complica la realidad. No tiene ni por qué ser algo que tengamos reciente, puede que sea una sensación de muchos años atrás. Lo habíamos camuflado, enterrado, llegado incluso a concluir con que ya no teníamos ese foco activo. Pero ¿de verdad ya no existía o es que no le habíamos dado el tiempo a preguntarnos si todavía existía?

 

 

No creo que haya que chapotear en el dolor en exceso, pues al fin y al cabo volverse un adicto a ese desconsuelo es como volverse un adicto a la felicidad, siento que eso no es real y que aleja del equilibrio emocional. Pero si no dejamos que esas heridas ardan, pueden seguir pasando los años y esa pesadumbre irá salpicando cada una de nuestras nuevas vidas. Se manifiestan casi imperceptibles a través de reacciones involuntarias, pero es a causa de esa angustia enquistada que no estamos enfrentando.

No podemos iluminar si no nos hemos apagado antes. No podemos sentir tranquilidad si no hemos estado agitados primero.

 

 

En palabras de la propia Sofía: Antes de la pandemia, empecé el 2020 de la misma manera que terminé el 2019. Sintiéndome la versión más vulnerable y débil de todas las que había conocido de mi misma, y de hecho, siempre pienso que tuve mi cuarentena antes de la cuarentena. El desamparo que sentí en enero del año pasado me trasladó a la primera vez que escuché la palabra crónico cuando tenía 8 años. Fue cuando el dermatólogo me dijo que esas manchas que me habían salido por todo el cuerpo iban a ser para toda la vida. La psoriasis es una enfermedad crónica. Yo no tenía ni idea de lo que significaban esas palabras y tampoco supe hasta mucho tiempo después que mi piel fue la manera de somatizar el dolor que sentí ese año cuando me mudé a España, me separé de mi padre y tuve que aprender muchas cosas de golpe.

 

 

Las manifestaciones del dolor muchas veces llegan tardías y a veces no se terminan; se vuelven crónicas. Por eso, no intento luchar contra ese malestar para sacarlo dentro de mi, no me molesta. Los humanos pretendemos controlar todo, y por eso se va en contra de las energías ancestrales de la propia vida. Hay otras capas de existencia además de la que vemos en nuestra realidad, por lo tanto pretender controlar todo es una tarea que puede ser agotadora. Aceptar la incertidumbre impulsa a tomar las cosas desde un lugar con más templanza, con una visión menos limitante.

El principio de la pandemia fue un respiro para poder dedicarle tiempo a mi dolor y en la balanza no me queda un recuerdo de un año malo. Eso sí, la angustia y la desesperación fueron los sentimientos más pesados. No por la situación de ese momento, sino por motivos que se arrastraban desde hace mucho tiempo atrás. ¿Tal vez nunca se habían llegado a cerrar y tal vez nunca se cerrarán?

 

 

Crónico es el resultado de esa pena que a veces he sentido remota y silenciosa, y que otras la he notado temblando a mi lado. Es la primera vez que protagonizo una pieza audiovisual e interpretarlo fue un reto personal y un ejercicio incómodo, pero era precisamente parte de todo esto. Me siento muy agradecida de haberle cedido el lugar a esos sentimientos que nos acompañan y que forman parte también de estar viva.

No pretendo expulsar el dolor ni romantizarlo con un enfoque positivo. Le he dado ese espacio que me pedía y quiero que tome todas las formas que necesite, que se muestre como el sentimiento tan devastador que puede llegar a ser.

 

 

Más sobre este proyecto en @isdermis

Créditos:
Escrito y dirigido: Sofía Suárez Prat
Dirección creativa y edición: Gara Béjar
Diseño gráfico: José Antonio Silva
Música: Roberto Calvo Carretero