Cuatro filosofías de la moda

16 / 11 / 2023
POR Román Aday

Pensar la moda es también pensar el tiempo en el que vivimos y el adorno que le ponemos. Repasamos algunas de las ideas más interesantes y vigentes sobre la moda de la mano de cuatro pensadores de la era moderna.

Fotograma del documental ‘Antifashion’ (2012)

Vestir y pensar la ropa es algo que empieza a convertirse en un elemento cada vez más significativo en el pensamiento del siglo XX. Por qué uno lleva lo que lleva. Cómo se convierte algo en tendencia. Generalmente, es una mirada que se hace con un punto crítico. Pero muchas veces podemos encontrar ideas de tremendo valor que nos ayudan no solo a entender la moda y el sistema en el que se mueve, también a entendernos a nosotros mismos, nuestros gustos y consideraciones.

Georg Simmel, el primero en pensar la moda

‘Filosofía de la moda’ (1923) es un libro breve e imprescindible que aúna elementos de la sociología y del pensamiento. Una de esas pequeñas joyas cargadas de verdad y razón que, años y décadas después, mantienen la vigencia y el sentido.  Para Simmel, la moda suponía un apoyo en lo social, una raíz que nos une y nos conecta con el resto de los seres humanos. Pero también cumplía la función de ofrecernos un medio para distinguirnos, de reflejar el brillo de carácter personal de cada uno. Sin embargo, lo hacía de una forma leve, de un modo aséptico. Simmel escribió que “la moda se detiene en la periferia de la personalidad”.

Tras ese leve atisbo de libertad individual, Simmel no dejaba de lanzar una idea bastante crítica al decir que la moda no tenía una utilidad real en el mundo, que no era más que un “engendro de necesidades”. 

El modelo fast-fashion y la proliferación de temporadas no dejan de ser, desde el pensamiento de Simmel, un reflejo de los tiempos, de la posmodernidad, del capitalismo acelerado. Por eso escribió que, cuantas más modas existas, y más rápidamente se superen las unas a las otras, más nervioso será el funcionamiento de una sociedad. 

 

Bataille, pensar al servicio del lujo

Pocos pensadores han sido tan controvertidos como Bataille, y su defensa del lujo es, probablemente, uno de los giros argumentales más interesantes que hay en el terreno de la filosofía de la moda.  Bataille diría que la sociedad actual nos mantiene encerrados en la instrumentalización de cuanto hacemos. Todas nuestras acciones persiguen un fin, un desenlace claro. Esta lógica implica el final del despilfarro, del juego gratuito en nuestra vida. En un contexto de alienación así, con un enfoque tan frontal en la utilidad y la razón, el lujo representa ese exceso pernicioso en el que se encuentra parte del significado de la vida. 

El lujo es la expresión de lo innecesario, lo excesivo. El lujo, por lo tanto, es una forma de salirse de la lógica de los tiempos y de entrar en un universo en el que, lo que realmente importa, es la vida, la pura vida. Su disfrute y su gozo. Bataille, en una lógica posmoderna, situaba la vida en el exceso, en lo inútil. Y el lujo era la representación de esto. La escapada de una realidad tibia, diminuta y recta.

 

Carrie Yodanis: la anti-moda como privilegio

En un pequeño ensayo titulado ‘Vestirse’, la socióloga lanza unas pequeñas ideas que va encadenando con potencia a lo largo del texto. Una de ellas es la de entender la ropa como un uniforme, cargado de connotaciones sociales y que continuamente hace referencia a la pertenencia a un grupo. 

Sin lugar a duda, una de las posturas más interesantes es cuando habla de la anti-moda. Es decir: aquellas personas que consideran que cuidar el aspecto, elegir looks o preocuparse por la ropa es un gesto vanidoso y superficial. Y, por tanto, aparentan ir de cualquier manera.

En el fondo, dirá Yodanis, la persona que elige esa opción lo que está haciendo es dar a entender al mundo su privilegio. Yodanis cuenta que la ropa no deja de ser un uniforme con el que esquivar, por ejemplo, prejuicios sociales. Aquellas personas de minorías utilizarán la moda como un recurso para asemejarse a clases más pudientes y poderosas de su sociedad. Algunos tendrán que vestir atendiendo a su trabajo, y la proyección que quieren lanzar. En cambio, quien apuesta por la anti-moda lo que refleja, en general, es el privilegio de alguien que no está exponiendo su postura ni su posición. Alguien que no se nota cuestionado socialmente. Aparte, oponerse a la moda no supone romper con la industria textil. Es seguir dándole la vigencia que tiene. No es, por lo tanto, ni revolucionario ni útil.

 

Barthes, el lenguaje y el signo de la moda

‘El sistema de la moda’ no es el único libro que Barthes dedicó a este tema. Son muchos sus escritos al respecto que realizó, durante décadas, el filósofo francés. Lo hizo con un interés semiológico y con un método profundo del que se pueden extraer varias ideas. Una de las más golosas es la distinción que hace entre vestido y ropa.

Él entendería por vestido todo aquello que se produce en masa y de forma despersonalizada. Mientras, la ropa es la forma en la que cada individuo adapta esos vestidos o trajes a su cuerpo, con un interés totalmente personal que, en esencia, rompe con el proceso maquinal de producción, con lo estandarizado. 

Una prenda colocada asépticamente en un maniquí es un vestido, mientras que esa misma prenda sobre una persona se convertiría en ropa. Este sería un reflejo de cómo la moda está íntimamente ligada con el cuerpo, y cómo este consigue expresarse y definirse, precisamente, a través de esta. 

Al fin y al cabo, en el pensamiento de Barthes estaba implícita en todo momento la idea de que la moda es un mecanismo social más que regula el deseo: desde el erotismo al consumismo.

En definitiva, pensar la moda es también pensar el tiempo en el que vivimos y el adorno que le ponemos. Un ejemplo de que la filosofía es algo transversal a las tendencias y útil en todos los ámbitos, y también una prueba de que no hay inocencia en una elección de ropa, solo capas de significado.