Mujeres que se miran en los espejos

17 / 01 / 2022
POR Nerea Sánchez

La simbología mística del espejo, basada en su transparencia y en la capacidad de desvelamiento de nuestro verdadero ser, ha sido reciclada en la literatura contemporánea como herramienta de autoconocimiento y resignificación de lo femenino.

El espejo psiqué, Berthe Morisot.

La relación entre las mujeres y los espejos en literatura ha transitado por dos caminos bien distintos. Uno de ellos concibe a la mujer como propio espejo en el que el hombre se proyecta. Escribió Virginia Woolf a este respecto en ‘Una habitación propia’ que “Las mujeres han servido durante todos estos siglos como espejos poseyendo la magia y el delicioso poder de reflejar la figura del hombre al doble de su tamaño natural.”

‘Chica en el espejo, Norman Rockwell, 1954
Mujer ante el espejo, Tiziano.

El segundo de estos caminos es el que sitúa a la mujer frente al espejo; objeto este que, por su capacidad reflectora de luces y formas, puede servir como espacio en el que descubrir nuestra identidad verdadera, un espacio en el que dialogar con nosotras mismas y reivindicarnos más allá de la mirada masculina.

La señorita Elsa, protagonista de la novela homónima de Arthur Schnitzler, joven llevada delirio y empujada a la prostitución por las deudas familiares, convierte el espejo de su habitación del hotel en un lugar de autoconocimiento y autoerotismo. El putero Dorsday, marchante de arte, quiere convertirla en la protagonista de su cuadro perfecto. Pretende poseer su imagen desnuda durante 15 minutos, frente a un lago por la noche, a la luz de la luna.

Muchacha ante el espejo, Georges Rouault.

Dice John Berger en ‘Modos de ver’ que los hombres actúan y las mujeres aparecen. Aparecen ellas ante los hombres como una propiedad ofrecida a su propietario. Elsa resignifica este aparecer apareciéndose ante sí misma. Flirtea con la imagen que el espejo le devuelve, toca con sus pechos el espejo, besa su imagen. Hay un tipo de relación erótica entre Elsa y Elsa que el espejo posibilita. Mediante el espejo, Elsa descubre su propio deseo sexual. Se convierte en la poseedora de su imagen.

Mujer y espejo, Francine Van Hove.

Pero ¿qué tiene que ver el autoerotismo de Elsa con la mística? Pues bien: que el autoerotismo es una de las múltiples maneras en las que la literatura ha expresado el empoderamiento de las mujeres que se miran en los espejos. Y es precisamente la simbología mística del espejo la que se rescata para esta operación.

Aquí, un fragmento de Rumi, poeta sufí:

“Si quieres un espejo claro,

contémplate

y mira la verdad sin vergüenza,

reflejada por el espejo.

(…)

entre el espejo y el corazón

ésta es la única diferencia:

el corazón oculta secretos,

pero el espejo no”.

El espejo, Frank Dicksee.

En contra de la concepción barroca del espejo, para la mística este es un objeto claro, portador de un reflejo fiel de la realidad; es un símbolo de aprendizaje. A través de la idea del espejo, se nos dice: “aspira a conocer lo que realmente eres”. Implica enfrentarnos a nuestra propia verdad, dejando a un lado un corazón que oculta secretos, o bien, en este caso, una sociedad que nos deforma desde un punto de vista machista.

Sylvia Plath en su poema ‘Espejo’, sintetiza la traslación de esta imagen de la mística al mundo del autoconocimiento femenino. El espejo, que es el enunciador del poema, se presenta al comienzo como una especie de Dios objetivo desvelador de verdad:

“Soy de plata y exacto.

No tengo prejuicios.

Todo lo que veo lo trago de inmediato

tal y como es,

sin la turbiedad del amor o de la antipatía.

No soy cruel, solo veraz-

el ojo de un diosecillo con cuatro esquinas-.

La mayor parte del tiempo medito

sobre la pared de enfrente”.

Jo, la bella irlandesa, Courbet.

A continuación, aparece la figura de la mujer. Gracias al espejo, puede reconciliarse consigo misma en el momento presente, pero también reconocer su verdad sostenida en el tiempo, ver cómo alcanza la madurez.

“Ahora soy un lago. Una mujer se asoma sobre mí,

buscando en mi extensión lo que ella es en realidad.

Luego se vuelve hacia esas embusteras, las velas o la luna.

Veo su espalda y la reflejo con fidelidad.

Me recompensa con lágrimas y gesticula con las manos.

Soy importante para ella. Viene y va.

Cada mañana es su cara lo que sucede a la oscuridad.

En mí ha ahogado una muchacha, y desde mí

una mujer mayor

se eleva hacia ella día tras día, como un pez terrible”.

‘Chica frente al espejo’, Pablo Picasso, 1932

En el poema ‘Caminos del espejo’, de Alejandra Pizarnik, “la cabellera de una ahogada no cesa de pasar por el espejo”. Tras esta imagen, la poeta afirma: “Volver a la memoria del cuerpo, / he de volver a mis huesos en duelo, he de comprender lo que dice mi voz”. Pizarnik re-escribe el cuerpo en el lenguaje, y, mediante esta re-escritura, logra una resignificación del sujeto femenino.

En este proceso, el espejo no es un adversario sino un aliado, puesto que es una de las herramientas que nos permite recuperar la verdadera memoria de nuestro cuerpo. Reivindiquemos el poder de los espejos. Y que el autoconocimiento que nos brindan nos sirva para ponernos en valor.

Odalisca de pie reflejada en un espejo, Matisse.

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