5 poemas de Natalie Diaz

06 / 06 / 2022
POR Marisa Fatás

En ‘Poema de amor poscolonial’ (Vaso roto, 2022), la autora se pertrecha con los símbolos y saberes de sus antepasados indígenas mojaves obligados a vivir en reservas. Entre sus páginas, pinceladas poshumanistas se entrelazan con versos sobre la pérdida y el deseo.

Alacranes, escorpiones y serpientes pueblan el desierto californino que Díaz pinta con la palabra. Agua y sed marcan ese sendero árido que conduce al pasado en busca de lo expropiado, la raíz de los antepasados indios de su pueblo natal, Fort Mojave. Pero también hacia ese futuro descolonizado y poshumanista donde las fronteras pueden ser hogar.


Poema de amor poscolonial Me enseñaron que las sanguinarias pueden curar la mordedura
[de serpiente,
Pueden detener el sangrado — casi todos olvidaron esto
cuando acabó la guerra. La guerra acabó,
dependiendo de a qué guerra te refieres: aquellas que empezamos,
las anteriores, hace milenios y más,
aquellas que me empezaron a mí, que yo perdí y gané
Aquellas heridas que florecen sin pausa.
Un salario me dio forma, libra a libra. Y yo libro el amor y cosas
[peores:
Siempre hay otra campaña que atravesar marchando,
Una noche en el desierto para el relámpago de cañón de tu pálida
Desmonto mi caballo oscuro, me inclino ante ti, te entrego
El tirón fuerte de mi sed, de todas.
Aprendí Bebe en un país de sequía.
El dolor nos place, dejamos marcas
Del tamaño de piedras — cada cabujón pulido
Por nuestras bocas. Yo, tu lapidaria, tu rueda lapidaria,
Giro — verde moteado rojo —
El jaspe de nuestro deseo.
En mi desierto hay flores salvajes
que tardan hasta veinte años en abrirse.
Las semillas duermen como jeodas bajo la arena caliente del
[feldespato
Hasta que una inundación repentina estremece el arroyo,
[levantándolas
En su flujo de cobre, las abre de memoria
Recuerdan lo que su dios les murmuro
En sus costillas: Despierta y duélete por tu vida.
Donde estuvieron tus manos hay diamantes
En mis hombres, deslizándose por mi espalda, muslos
soy tu culebra.
Estoy en el polvo por ti.
Tus caderas son luz de cuarzo y peligro,
dos carneros de cuernos rosados que ascienden una estela suave de desierto
antes de que el cielo de noviembre desate un diluvio de cien años
el desierto devuelto de pronto a su mar antiguo.
Levántate, heliotropo silvestre, hierba del escorpión,
Facelia azul que sostiene el morado como un cuello puede
[sostener
La forma de cualquier gran mano.
Manos grandes, así llamaba ella a las mías.
La lluvia vendrá en algún momento, o no.
Hasta entonces, tocamos nuestros cuerpos como heridas—
La guerra no terminó nunca y de algún modo comienza de nuevo.

 

Desde el campo del deseo

Ya no lo llamo sueño.
Prefiero arriesgarme a perder algo nuevo

como tú perdiste tu luna rosalzada, te la sacudiste hasta
[liberarte de ella.

Pero, a veces, cuando meto mis cuernos en algo
un asombro o una pena o una línea suya — es una fruta
[pegajosa y arruinada

y es difícil desentenderse de ella,

a pesar de mi temblor.

Déjame entonces llamar a mi ansiedad, deseo
Déjame llamarla, un jardín.

Quizá a eso se refería Lorca
Cuando dijo, verde que te quiero verde

porque, cuando viene la sombra de la noche,
yo soy un campo de ella, cualquier ansiedad está lista para
[florecer en mi pecho.

Mi mente en lo oscuro is a beast, desatenta,
Caliente. Y si no ha sido uncida hasta el agotamiento

Bajo la cadera y el arado de mi amante,
Entonces soy otra noche deambulando el prado del deseo

perpleja en su brillo verde y bajo,
tañendo el prado entre la medianoche y la mañana.
El insomnio se parece así a la primavera — sorprendente
y de muchos pétalos.

La patada y el salto dorado de saltamontes sobre mis cejas.

Me tocan las horas embrujadas del deseo
quiero su vida verde. La quiero dentro
en una hora verde que soy incapaz de detener.
Vena verde en su cuello verde ala en mi boca

Verde espina en mi ojo. La deseo como avanza un río,
doblándose. Verde que mueve verde, conmoviéndose.

Así de rápido, así es como sucede.
Soy una sonámbula.
Y aunque hayas dicho que hoy te sentiste mejor,
y es demasiado tarde en este poema, está bien ser claras,
decir, no me siento bien,

para pedirte que me cuentes una historia sobre la hierba
de búfalo que plantaste — y que me la cuentes una
u otra vez —

hasta que pueda oler su humo dulce,
pueda dejar este campo destrozado y ser tersa.

 

Ligera luz de piel

Toda mi vida he obedecido:

cada una de sus cacerías. Me muevo bajo ella
como un jaguar se mueve, en la oscura
cuchilla líquida de un hombro.

El prado áureo y abierto es una mano que se desliza
afrutada con luz y encendida de guadaña.

He llegado al lugar hecho por este dios:

Teotlachco, el campo de juego de pelota:
porque la luz la llamó: ¡hacia la luz!
y vive aquí: País-Lámpara.

Tocamos la pelota de luz
Uno contra el otro: — cuerpos divididos, golpeados por el deseo
y tocados hasta resplandecer.
La luz le da nueva forma al codo de mi
amada,
un silbato de bronce.

Pongo mi boca ahí: — luxada por la piedad y las dos nos venimos
en luz. Me arrolla.
Una ráfaga de escorpiones:
rápidos como la luz. Un látigo de respiración:
—hacedor de diosas.

 

Oda a la caderas de la amada

Campanas son — se les dio forma en el octavo día, percusiones
de plata en la mañana — son la mañana.
Vaivén viento viraje. Mantén lejos el día, que viaje
un poco más lento, que sea un poco más largo, más fácil. Llámame
Quiero mecerme, qui-ero mecerme, qui-ero mecerme
ya mismo — así que a ellas me acerco — tocada y muda,
ciega por ese tañido, sonando con la garganta llena de Hosanna.
¿Cuántas horas inclinadas ante este Infinito de la Bendita
Trinidad? Comunión de Pelvis, Sacro, Fémur.
Mi boca — ángel terrible, novenario eterno,
devoradora extática.

Oh, los sitios donde las he colocado, hincándome a recoger
el ámbar — rápida miel — de su apertura.
El templo oculto de Ah.Muzen Cab en Tulum — lamí
Hasta dejar liso lo pegajoso de su cadera, ossa coxae
Golpeada por el calor. Centelleante esclava al iliaco e isquion
[—nunca me canso
de sacudir este panal salvaje, de partirlo con los pulgares
goteando dulce — caliente agujero hexagonal, diamante oscuro —
hasta su reina enloquecida por el néctar. Lengua ménade
Borracha de venirme, chupando miel, en trance por el
[zumbido— soy
para sus caderas — canción rasgada y súcubo.

Ellas son el signo: cadera. Y el cosigno: un gran libro
la Biblia del cuerpo abierta en el Evangelio de la Buena Nueva.
Aleluyas, Ave Marías, Hail Marys, ay ay ays,
Oh-my-Gods, y cachún cachún rá rá

Culto del coxis. Illiac-Crest-Cult.
Oráculo del orgasmo. Enigma de Rorschach.
¿Qué veo? Caderas.
Hueso innominado. Hueso de los deseos. Huesode Orfeo.
Hueso de la transubstanación — caderas de pan,
muslos bañados en vino. Una palabra tuya bastará para sanarme.
Mariposa de hueso. Alas de hueso. Noria de hueso.

Cuenca de hueso trono de hueso lámpara de hueso.
Aparición en la gruta del hueso —sexto misterio,
Una cuenta resbalosa del rosario — Let the grace be with me de una década
en este jardín de flores escarlata. Exíliame
al enorme huerto de Alcínoo — fruta especiada, árbol
cargado —Emparaísame, Pues, Dios,
soy culpable. Soy el pecado frenético y lleno de dientes
que añora la pera sobre la manzana sobre el higo.

Tus caderas son más que todo eso.
Son una ciudad. Son Reino.
Troya y su caballo hueco, un ejército de deseo
treinta soldados en el vientre, dos en la boca.
Amada, tus caderas son la guerra.

En la noche tus piernas, amor mío, son bulevares
que me guían arruinada y hambrienta a tu dulce
casa, a tu mansión barroca. Incluso cuando llego tarde
y ya levantaron la mesa,
déjame comer pastel en la cocina de tus caderas.

Oh, constelación del desliz pélvico — cada curva,
un esplendor, estrella. Más infinitas todavía, tus caderas
son kósmicas, son universo — galáctico carrusel de cometas
encendidos y Big Bangs. Halcón Milenario,
déjame ser tu Solo. O, planeta caliente, déjame
circunnavegar. O, galaxia espiral, vengo por tu materia oscura.

Along the streets de tus muslos deambulo,
sigo el desfile de tu pulso como una fila de tambores
desciendo a tu Plaza de Toros
las manos, pulsantes toros de Miura, Isleros oscuros.
Tus caderas arqueadas — ay, mi torera.
A lo largo del corredor, tus paredes húmedas
me llevan como un traje de luces — de palo rosa y oro, brillante.
Soy el animal que nació para apurar tus densas y rojas
Muletas — cada aliento, cada suspiro, cada gemido—
un cuerno enganchado de deseo. Mi boca en tu muslo,
adentro. Aquí debo entrar en ti, mi pobre
Manolete — presiono y te separo como una herida —
hago que la multitud palpitante en la tribuna
de tu cresta ilíaca se levante en una ovación.

 

Ligera luz de sangre

Mi hermano sostiene un cuchillo.
Ha decidido apuñalar a mi padre.

Esto podría ser una historia bíblica,
si no fuera ya una historia sobre estrellas.

Lloro alacranes — escorpiones repiquetean
y caen al piso como tijeras metálicas amarillas.

Caen boca arriba, sobre la espalda y los ojos
pero se retuercen y se voltean sobre sus vientres segmentados.

Mi hermano olvidó ponerse los zapatos de nuevo.
Mis escorpiones lo rodean, latigan sus tobillos.

En ellos está lo que me punza
hacen que mi hermano caiga al suelo.

Se levanta, todavía con el cuchillo en mano.
Mi padre salió coriendo de la casa,

Lloraba por la calle como un farolero
pero nadie encendió sus luces. Está oscuro.

Sólo queda la luz que emanan los escorpiones
queda una luz pequeña también en el cuchillo.

Ahora mi hermano me quiere dar el cuchillo.
Alguien podría decir, Mi hermano quería apuñalarme.

Intenta pasármelo — como si se tratara de algo bueno.
Como si dijeran, ¿No quieres un poco de luz en el vientre?

Así como Orión y Escorpio
a lo largo de toda esa noche negra — se pasan el sol.

Mi hermano se suelta la mandíbula
entre sus dientes, late la roja Antares.

Una manera de abrir el cuerpo a las estrellas: con un cuchillo.
Una manera de amar a una hermana: ayúdala a sangrar luz ligera.

 

El lamento de Asterion

Tú, arqueándote — tú, curva de río y caudal lleno —
¿por qué Teseo no halló contigo la felicidad?
Déjame ser tu capitán tierno, navegar
El hilo ultramarino que desenredaste
de tu madeja — para guiar a los más perdidos a través
del laberinto de tu cuerpo.

Avanza siempre hacia abajo, me dijiste.
Sé que otro nombre para lo sagrado es agua
—he sufrido a la herida hirviente de la sed.
Sólo los sin-boca no se ungirían
con la tuya, no descenderían el verde-violeta
zigzagueante, el cardumen de tu clavícula,
ni dejarían caer el casco de sus pechos en tu costa.
Estoy viva y acecho el agua
de esa corriente que emana del esternón al seno
— descalza, dejando atrás la blusa, mareada
por los moños en verde plateado de
tus muñecas. Como cada arroyo centelleante se vierte
en las copas ágata de tus palmas. Me sumergiré
en el canal profundo que da vuelta a las arenas
de tus caderas para bajar por los muelles de tus muslos.
En tus manos soy una embarcación que viene,
un barco vacío dispuesto a ser el timón o el timón,
atado, sujeto — engrilletado y lleno.
Más peregrinaje que errancia. Más piedad
que asombro. Seguiré este mapa húmedo que eres
a través de los pasillos que me queden en la vida.
Y, si puedes cerrar los ojos frente al Minotauro
que hay en mí, con su cornamenta retorcida y pesada, puedo
[hallarte.
Avanza siempre hacia abajo, lo haremos
Hacia la belleza y la saciedad del apetito de un monstruo.

 

Puedes hacerte con un ejemplar de ‘Poema de amor poscolonial’ en la web de Vaso Roto.

 

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