La primavera de Iris Joval

25 / 09 / 2017
POR Pablo Gandía

Es la artista de la familia. Pero no de una familia cualquiera. La suya se llama Wanda Barcelona y diseña espacios (solo con papel) para el Museo Guggenheim, Hermès, Karl Lagerfeld y Dior.

 
 
 
¿Piensas mucho en cómo te está yendo esto de vivir del arte? Me refiero, ¿le das vueltas, te viene a la cabeza?

Sí, claro que lo pienso. Lo piensas, porque al final me considero, bueno, nos considero afortunados por poder vivir de algo que nos gusta. Y no solo eso. También por tener proyectos que realmente te llenan ¿no? Que no son proyectos que haces por ganarte el dinero y llegar a final de mes, sino que los disfrutas un montón. O sea, que tienes tu libertad como artista, por así decirlo. Y hombre, claro, lo pienso cada día, cada día que vengo al estudio por la mañana. Evidentemente prefiero mil veces vivir aquí que en una oficina.

Te preguntaba esto por una razón: supongo que para alguien que ha estudiado biología y luego se ha especializado en ilustración científica, acabar en un estudio de diseño o arquitectura no es una previsión o un planteamiento. ¿O lo fue en tu caso?

Bueno, a ver, es que es un poco rara la historia. Primero estudié biología, lo dejé, me metí a arte y diseño en la Massana, y ya empecé con Wanda. Y luego rescaté la parte de biología y acabé también haciendo ilustración. Pero no es que me especializara en ilustración científica, sino que yo estaba mucho más abierta a tirar por el mundo del arte. O sea, olvidando la parte de biología. Aunque evidentemente nunca la olvidas, porque es un background que tienes, que te gusta y te acompaña ¿no? Pero sí, fui dando muchas vueltas (se ríe).

Y la gente con la que compartías el día a día, tus padres, tus amigos, ¿cómo se tomaron esos zigzags? Porque pasaste de algo muy nicho a otra cosa que todavía es más nicho en España.

Mis padres fueron los más escépticos, porque ellos me veían ahí bien posicionada, haciendo mi doctorado… todo perfecto ¿no? Es algo que esperas después de una carrera. Y además tenía varias puertas abiertas, entonces no entendieron el “no, esperad, hago un parón, estudio Bellas Artes y luego ya veo lo que hago”. Porque a mí lo que me pasó es que el mundo laboral de la biología no me gustaba. Me encantaba la teoría, pero no el tipo de trabajo. Y dije “vale, necesito ver si en este otro campo me siento un poco más a gusto”. Claro, a ellos les costó un poco entenderlo, pero luego, al final, lo que quieren es que estés feliz. Y si te ven feliz y ven que haciendo esto tiras para adelante, pues evidentemente todos contentos. Pero sí, en ese momento ellos fueron los más, yo creo, los más escépticos. Y con razón (se ríe). Luego, mis amigos del campo de la biología, al revés. Todos decían “qué valiente, Iris”, porque realmente veían que la biología, en temas de investigación sobre todo, es un mundo muy complicado. Si te gusta vale la pena intentarlo, pero es sacrificado. Entonces, los que estaban en un impás, que no sabían si les gustaba o no, me decían eso, que qué valiente tomar la decisión ahora, porque luego te quedas encasillada en algo que a lo mejor nunca lo disfrutas.

Quiero comentarte una cuestión sobre Wanda, y me gustaría que tú me la aclararas. Cuando estaba preparando la entrevista le enseñé vuestro trabajo a mi compañera de piso, y lo primero que pensó fue en la cantidad de árboles que se talaron, por ejemplo, para montar la exposición de Dior. Supongo que ella va a leer esta entrevista, así que quiero que le rebatas su argumento.

Bueno, para empezar, todo el papel que usamos al final lo intentamos reciclar, con lo cual ahí ya cerramos el círculo de la forma más limpia posible ¿no? Y después, la otra cuestión es que si no se hiciera en papel… es decir, nosotros hemos hecho muchos proyectos que si no se hubieran hecho en papel, los clientes habrían escogido, no sé, materiales más dañinos como el plástico o el metacrilato, con los que se hacen la mayoría de las arquitecturas efímeras hoy en día. O sea, que yo creo que a la larga sí que suma toda la cuestión ecológica, por mínima que sea.


Exposición Les Invations de Christian Dior en el Musée des Arts Décoratifs de París (2017). 40.000 plantas de papel recrean la obsesión del diseñador francés por la naturaleza.

¿Crees que en Occidente, en pleno siglo XXI, al papel se le saca todo el partido que se le podría sacar a nivel creativo?

¿En Occidente dices? Bueno, se le saca bastante partido, lo que pasa es que siempre habrá campos por explorar. Al final, nosotros lo que estamos viendo es que cada proyecto te plantea retos. Y cuando crees que ya lo has hecho todo, te encuentras, no sé, con historias de la física que te hacen replantearte las cosas (se ríe). El papel es un material que realmente da para mucho; todavía queda bastante por explorar.

Normalmente vuestro trabajo lo etiquetan, como has dicho, de arquitectura efímera. Y es un concepto que se ha puesto bastante de moda. Sobre todo en Canadá con las viviendas de “usar y tirar”. Pero aquí en España es algo que todavía cuesta. Por ejemplo, a los valencianos siempre nos dicen “oye, no entiendo eso de las Fallas, que queméis un monumento que han tardado un año en diseñarlo”.

Bueno, es que a la gente le cuesta mucho desprenderse de lo que tiene ¿no? Es difícil desprenderte de un proyecto, claro, de todas las horas que le has dedicado, del tiempo, el esfuerzo. Te cuesta. El día que tienes que desmontar la pieza evidentemente tienes ahí como un bajón, como un poco de depresión, y es normal. Pero yo creo que al final, a largo plazo, estoy cómoda con todo este tema, porque luego, si miras para atrás, hay cosas que no te gustan, que ahora no las harías ni loca. Entonces te salva el hecho de que ya no existan, de que no puedas verlas más. Y eso te permite centrarte en lo que estás haciendo ahora, que te encanta, aunque dentro de ocho años te parecerá un horror (se ríe).

Eso de que aquí en España lo efímero y lo temporal cueste es un poco como el famoso debate de alquilar o comprar una casa. Que al final siempre sale ganando la segunda opción, “porque queremos algo que sea nuestro, para toda la vida”. Por cierto, ahora que estábamos hablando de todo un poco, me he dado cuenta de que en Wanda siempre trabajáis con el tema de la naturaleza (Iris sonríe porque sabe por dónde van los tiros), especialmente con la fisonomía de las flores. Piénsalo: lo que haces ahora se parece mucho a la biología.

Sí, sí, y cada vez hay más conexión. Y cada vez nos salen más proyectos con motivos florales. También al principio empezamos con el tema del origami, que es un poco como el desarrollo de un embrión, que empieza como una tabla plana y luego se van formando pliegues y al final va alcanzando volumen. En realidad hay muchísimos paralelismos con la ciencia. Hoy mismo estábamos en el estudio intentado pegar dos papeles, que puede parecer la cosa más sencilla del mundo, pero por alguna razón el papel era ignífugo, la tinta digital y las colas no funcionaban. Nos hemos vuelto locos haciendo mil pruebas, y aquello parecía casi un laboratorio científico. O sea, que al final el proceso creativo tiene un paralelo con la ciencia, y también el resultado, porque si vas a buscar la forma, pues necesitas muchas referencias de botánica y de mil historias que hacen que vuelvas atrás constantemente. Y me gusta. Es bonito.

Y además, seguro que a tus padres los tendrás contentos.

Totalmente (sonríe).

 


Retrospectiva Modemethode de Karl Lagerfeld en el Bundeskunsthalle de Bonn, Alemania (2015). 40.000 piezas de papel adornan la sala dedicada a la trayectoria del diseñador alemán en Chanel.