¿Qué hay de nuevo? Reflexiones desde la semana de la alta costura otoño/invierno 2023

18 / 07 / 2023

¿Qué hay de nuevo? La columna semanal de Estel Vilaseca en VEIN.ES 

Aunque hace poco más de quince días que se celebró, el recuerdo de la última Semana de la Alta Costura de París queda ya lejos. Este selecto calendario al que sólo se puede acceder por invitación de la Federación de la Alta Costura y la Moda parisina vive una nueva juventud gracias a las redes sociales, que han sido tanto su salvación, como, de algún modo, su condena. Ahora todos podemos tomar asiento y ser espectadores de la moda más cara del planeta. La ingente inversión de trabajo y esfuerzo pasa fugaz y como los fuegos artificiales, mientras dura todo es precioso pero al mismo tiempo absolutamente efímero. En esta ocasión, los disturbios en París por la muerte de un joven a manos de la policía, rompieron a ratos el espejismo del poderío económico de la capital francesa, pero menos Celine, que decidió cancelar su desfile, el resto de firmas siguieron adelante con sus presentaciones.

El georgiano Demna Gvasalia, que logró sobreponerse tras su crisis en Balenciaga, es una de las pocas figuras que más allá de una producción impecable, aprovecha para lanzar interesantes ideas que caminan “en un puente que une el pasado con el presente». Abrió el desfile Danielle Salvik, una antigua modelo de Balenciaga que apareció con una recreación de uno de los vestidos que lució en su época como maniquí. Y lo cerró, a lo Juana de Arco, la artista contemporánea y musa del diseñador Eliza Douglas, luciendo una rígida e hipnótica armadura 3D. Recreando de nuevo el antiguo atelier de Cristobal, el diseñador sigue trabajando en sus siluetas radicales al mismo tiempo que cita con nuevos puntos de vista la historia de la casa, algo que ha hecho desde su primera colección.

 

“Aunque la perfección absoluta es imposible, siempre está en la mente del modisto” – Demna Gvasalia.

Tras la marcha de Alessandro Michele de Gucci, Gvasalia y su enfoque político de la moda es ya una excepción que durará hasta que las ventas se lo permitan. “Hacer prendas es mi armadura”, declaró a la prensa después del desfile. El vídeo de la presentación es una performance en sí misma, en la que el público sentado comparte protagonismo con lo que allí se muestra. Cerquita de Anna Wintour, François Pinault disfruta con la joya de la corona de su conglomerado Kering. Más de dos millones y medio de visionados en Youtube confirman el impacto mediático del Balenciaga de Gvasalia.

En Jean Paul Gaultier, tal y como afirma la periodista Sarah Mower, “las incursiones del diseñador invitado en la casa de Jean Paul Gaultier se han convertido en la delicia de la semana de la alta costura”. La lista de nombres que han contribuido a fusionar su visión junto a la de Gaultier ha ofrecido momentos memorables: desde la primera de Sacai, pasando por las inolvidables joyas de Glenn Martens – mi favorita y que demuestra el gran potencial de este diseñador que ha conseguido resucitar a Diesel – , o la hermosuras de Haider Ackermann, diseñador que en su día Lagerfeld apuntó como sucesor, pero que actualmente y tras cerrar su propia marca en 2019, trabaja haciendo encargos a clientes como Timothée Chálame o Tilda Swinton y espera esa oferta que le permita volver al ruedo. Esta temporada, ha sido Julien Dossena, director creativo de Paco Rabanne y compañero de aventuras en Puig, grupo propietario de las dos marcas, el elegido.

“La alta costura es el último reducto de libertad para la creación” – Jean Paul Gaultier

Dossena que siente admiración total por Gaultier, explica que el diseñador francés, que había coincidido con Rabanne, le pidió que hiciera una colección para honrarlo. Y así, encima de la pasarela, Dossena puso a conversar su imaginario junto a esos dos pesos pesados: Gaultier y Rabanne. De nuevo, a través de las prendas, Dossena estableció un sugerente diálogo entre el pasado y el presente de Rabanne, así como con su propia interpretación de los códigos de Gaultier: la libertad creativa, la calle como fuente inagotable de inspiración, la diversidad, las rayas marineras, la malla metálica, el tartán, la corsetería…Con una mención especial para las prendas siamesas. Gaultier, que empezó diseñando pret-á-porter, encontró en la alta costura un espacio en el que se sentía mucho más libre. Y ahora, ya retirado, lo cede para que otros disfruten de esta libertad que escasea en este presente en el que todo se mueve a la velocidad de un rayo.

La revista StyleZeitgeist lanzaba una interesante columna firmada por su fundador, Eugene Rabkin, titulada: “¿Es la alta costura moderna?”. Y empezaba hablando del contexto: “Mostrar prenda ultra-caras a una montón de mujeres ultra-ricas que viajan a París dos veces al año a la semana de la alta costura para dilapidar dinero suena un poco a baile de máscaras del antiguo régimen antes de que caigan las guillotinas”. Al mismo tiempo que reflexionaba sobre cómo, en comparación con crisis anteriores, el pudor brilla ahora por su ausencia, empezaba a hincar el diente al fondo de la cuestión: la alta costura se aferra mucho más al pasado que al presente. Y probablemente sea ahí donde radique su poder de atracción: conservada en formol, nos permite viajar al pasado y vivir los últimos vestigios de un mundo que ya hace tiempo que dejó de existir.

 

Entre todas las propuestas, probablemente sea Iris Van Herpen la diseñadora más instalada en el futuro, tanto a nivel formal como a través de las reflexiones que genera con sus colecciones. Con su nueva colección de alta costura “Architectonics”, esta alquimista y humanista, se inspira en el urbanismo acuático y en las innovaciones biónicas para presentar complejas piezas que flotan y presentan movimiento propio. Inspirada en el trabajo del arquitecto Vicent Callebaut, defensor de una vida sostenible y de la preservación medioambiental, Van Herpen invita a reflexionar entorno al cambio climático y al hecho de que según estudios científicos, el 90 por ciento de las grandes ciudades son vulnerables al crecimiento de los niveles del mar, algo que conllevaría poner en riegos a 410 millones de personas.