Redcar: el nuevo y verdadero destino de Chris and the Queens

12 / 11 / 2022
POR Antonio Rodríguez @awerpower

A principios de año Chris and the Queens anunció que usaría pronombres masculinos de ahora en adelante. Identificándose recientemente como trans, el artista presenta el disco más difícil de su carrera; una compleja representación de sus últimas y difíciles vivencias.

¿Cuánto del momento vital de un artista debe tenerse en cuenta a la hora de valorar un trabajo musical? Redcar les adorables étoiles es precisamente eso, el trabajo manifiesto de un artista, no sólo un cantante. Cualquier persona familiarizada con el trabajo de Chris and the Queens hasta ahora podrá comprobar que nos encontramos ante su disco más difícil, y, a la vez, el más importante.

Y es que no sólo viene acompañado por cierta (y peculiarmente oportuna) polémica con su discográfica, de la que ha hablado recientemente para The Guardian, sino que recoge sus experiencias más complicadas de estos últimos años. Además de enfrentarse a la pérdida de su madre de forma paralela a explorar y asimilar su identidad de género, el poco apoyo que ha recibido por parte de Because Music en este momento clave no da al proyecto el brillo de sus dos discos anteriores.

Y nos presenta Redcar Les adorables étoiles, un disco que dista mucho en cuanto a producción y sonido pop de sus conocidos hits como Tilted, Grilfriend, o Doesn’t matter. Para empezar, el 90% del disco esta cantado en francés, a diferencia de sus trabajos anteriores, en los que incluía versiones en inglés. Es imprescindible entender este nuevo y tercer álbum como uno donde las canciones funcionan en conjunto, relatando una historia con una imponente fuerza poética y un sonido intencionadamente ‘descuidado’. La campaña de presentación del disco directamente no existe; pero sí una interesante performance en las redes de Chris. A través de distintos posts en los que el artista juega con el lenguaje haciendo referencia a cuestiones que le interfieren actualmente, Redcar se ha presentado a su público enfundado en un traje diplomático y con el pelo engominado. Redcar es una figura masculina llamada así por los vehículos rojos que empezaron a cobrar importancia para él a raíz de la repentina muerte de su madre en 2019.

El nuevo single, La chanson du chevalier, es una oración por un caballero perdido, y va acompañada de un impresionante vídeo protagonizado por el propio Redcar junto a la obra maestra de Rodin, l’Age d’airain. La canción encapsula perfectamente la esencia de la escultura, una meditación sobre lo que parece ser un joven, mientras que la actuación encarna su presencia física, con la profunda flexión de los músculos justo debajo de la piel.

A éste le precede Je te vois enfin, una especie de canto espiritual en el que Redcar se re-identifica en su aspiración romántica (La misma historia de la carrera de las almas / Animal o pez, no has cambiado / Parece que siempre te he estado buscando / Mi amor rima con siempre, siempre). En el resto del proyecto las producciones lucen por su sencillez, emulando un sonido ochentero donde el R&B, el funk y los synths suenan monocanálicos, y dejan espacio para una performance donde la voz del artista suena un poco más libre que antes. Una performatividad que, por otra parte, es inherente al artista desde sus comienzos, tan sólo que esta vez se ha visto asfixiada por recursos y sufrimiento vital, y se concentra en la fuerza de su voz interior que busca ser escuchada.

‘Oh, tierno muchacho soy. Oh, sólido, mi hombre pájaro’ canta en My Birdman, una de las pocas canciones en inglés que presume de ser parte de un proceso de creación a lo bonzo. Dos semanas en las que Redcar dedicó un día a cada una de las canciones del disco, y donde el sonido refleja esta casi improvisación en la que vuelca sus sentimientos: su camino identitario y la constante búsqueda del amor, el ‘poderosamente real’.

Combien de temps es otro de los temas destacados, un rock lento donde los riffs acompañan a Redcar mientras con un acercamiento vocal más melódico y amable que en otros momentos del disco comienza un relato: Estoy sentado en la montaña / He tomado el camino de los insensatos, de los valientes / Dejé lo que sé atrás / Me lavé las manos – el agua era blеu King / Entonces el sol me dijo antes que tú / Ahí está el cielo las estrellas para ti / Y la hierba fresca y la posibilidad de la gente / Y el sexo. Es probablemente la referencia más clara a su momento de transición; mediante esta narración presenta al protagonista recorriendo la naturaleza hasta llegar al río donde se encuentra con su ser amado. “Necesito amar como se respira. Necesito amar porque esta es mi vida” concluye.

 

 

Ma Bien Aimée Bye Bye es la canción que abre el disco, y donde comienza su viaje despidiéndose de su pasado, de forma casi bucólica. Pero en el álbum se recoge también su deseo hacia a los hombres hermosos, en Tu Sais Ce Qu’Il Me Faut. Hay un precioso y emotivo homenaje celestial a su madre en Les Étoiles, y un remate final en Angelus, donde se muestra en paz consigo mismo, con este proceso y proyecto necesario para seguir adelante. Aquí, las letras de Redcar se caracterizan por la abstracción devenida de una intencionada extrapolación del simbolismo religioso, para tratar temas de habitual rechazo en la institución. Redcar usa la repetición para hacer énfasis en sus sentimientos más dolorosos, pero también en los más luminosos.

Looking for love es probablemente la canción con la que sus fans se reconocerán más fácilmente su constante en su obra. “Buscando el amor de una manera significativa para nunca dejarlo ir” sentencia el estribillo, encajado en una construcción de pop ochentero que no busca imitar el particular sonido de una época, sino que lo recrea a la perfección en su estética más puramente polifónica, y cuya guinda es este tremendo aforismo. Aunque más discretas, Mémoire des Ailes y La clairefontaine son muy, muy buenas melodías que transmiten distintos pasajes de este relato.

El problema del disco es que este ejercicio de experimentación, por momentos de cadáver exquisito, puede interpretarse como un proyecto inacabado. Es aquí donde quizás hay que reflexionar sobre como el pop streameado ha moldeado nuestros oídos hasta hacer incómoda una experiencia como ésta, donde la ironía se torne inapreciable, y donde otros códigos sirven para crear algo especial y transmitir un mensaje. Lo que puede verse como una crítica es también una apreciación por la recuperación de la performatividad en la música pop más allá de lo meramente escénico, la representación y la interpretación como herramientas poéticas para firmar un trabajo muy personal. No podemos mirar como algo casual que este doble riesgo, en cuanto a mensaje y forma, haya sido abandonado a su propia suerte por parte de la discográfica.

Es difícil saber si se trata de un cierto rechazo a la comercialidad o si la culpa es de la velocidad a la que se hizo el álbum. ¿Es realmente más difícil acceder a una obra que transmite dolor y lo hace de una forma incómoda o distinta, o es un espejo en toda regla que dice más del oyente que del cantante? En estos últimos días, Redcar presenta el disco en los únicos tres conciertos que ha podido poner en marcha. El Cirque d’Hiver de París ha sido testigo de la primera puesta en escena, mientras que el Royal Festival Hall de Londres le recibirá en noviembre. El show, como el disco, es operístico y desafiante, en el que barroquismo está presente de una forma en la que el sujeto pasa a ser amado y el objeto amante, a través de las canciones y de forma intermitente.

«Soy trans, nunca dije que no haría nada en mi camino hacia la aceptación total. No estoy aquí para simplificar o respetar un binarismo fabricado. Lo que debería cambiar es la sociedad en su conjunto», se defendía Redcar recientemente ante inadmisibles ataques tránsfobos de algunos usuarios de Twitter.

 

 

En el día de ayer, cuando el disco por fin se publicó, Redcar compartía una imagen en sus redes en la que se podía apreciar cómo escuchaba la canción L’infidèle, de Jean-Louis Murat. El legendario cantante francés, en 2016, al no conseguir una fecha de gira tras el lanzamiento de su disco Morituri, declaró: «Es la crisis, las salas se arriesgan menos y prefieren programar a grandes imbéciles como Renaud o Polnareff”. Efectivamente, las discográficas se arriesgan menos, irónicamente, a día de hoy cuando los proyectos se les presentan complejos, en el entorno de la fascinante historia de la música pop actual. Pero no sólo eso; cómo relataba el cantante en la mencionada entrevista a The Guardian, “estoy cambiando y la sociedad no me acompaña”.

Estaba previsto, entre cosas, que una película acompañase Les adorables étoiles. Cancelado por la discográfica, sólo los afortunados que puedan ver el espectáculo en directo podrán apreciar la intrigante puesta en escena de un proyecto como este. Los demás, podremos regocijarnos con las imágenes que este ejercicio musical nos sugiere. El año que viene, Redcar presentará un segundo disco en el que ha estado trabajando durante la pandemia del Covid19, producido junto a Mike Dean. La tristeza por la muerte de su madre y el momento su transición, sin embargo, hicieron irremediable que Chris tuviese que parar y crear Redcar; un disco, una personificación, un acto de coherencia con sus sentimientos y su identidad atravesados por un método poco abundante en la música pop; abrirse en canal con espontaneidad, sin retoques y creando nuevas escenas, nuevas formas, nuevas manifestaciones de (otras) identidades.

“Me sentí real cuando pedí ayuda, cuando fallé, cuando fui yo mismo”, relata Thomas Page McBee en Un hombre de verdad (Canongate Books, 2018). Sólo artistas del calibre de Chris, ahora Redcar, con la capacidad de seguir luchando por ese anhelo del amor y su manifestación musical pueden permitirse obras difíciles como ésta, que, a la larga, se entenderá como algo doblemente valiente; por su contenido, pero por su forma. Buscando el amor de una manera significativa para nunca dejarlo ir. Larga vida a Redcar.

 

 

Antonio Rodríguez Molina para #VEINDIGITAL