June Almeida: la científica sin estudios que descubrió los coronavirus

04 / 05 / 2020
POR David Alarcón

No pudo ir a la universidad y sus investigaciones fueron cuestionadas reiteradamente, pero nada la frenó en su batalla contra el desconocimiento. Ahora, su aportación a la virología es clave para combatir la pandemia.

June Almeida, 1963

En 1964, la científica y viróloga escocesa June Almeida (1930-2007) advirtió una tipología de virus nunca antes vista. En realidad, no era la primera vez que se detectaba la presencia de un agente infeccioso acelular con semejantes características; pero nunca antes se había identificado como una nueva categoría. Las características del virus analizado no coincidían con ningunas de las subfamilias recogidas y categorizadas hasta el momento. Su sospechosa forma de halo o corona hacía sospechar que se trataba de un patógeno viral no incluido en el glosario hasta la fecha. Almeida estaba descubriendo en ese preciso instante los coronavirus.

Estas son las claves para conocer a una de las figuras imprescindibles en la historia de la virología moderna:

Una pronta incursión en el ámbito laboral

June Almeida nació en Glasgow en 1930,  en el seno de una familia humilde cuyos recursos financieros eran limitados. A pesar de su solidez académica y de contar con un expediente envidiable en la educación elemental y primaria, la joven escocesa se vio en la obligación de abandonar sus estudios al no poder costearse la formación universitaria. Aún sin haber cumplido la mayoría de edad, Almeida (cuyo apellido de soltera era Hart) comenzó a trabajar en un laboratorio analizando muestras de tejido en el hospital Glasgow Royal Infirmary. Posteriormente, se mudó a Londres con el objetivo de continuar avanzando en su carrera profesional, incorporándose al equipo del Hospital St Bartholomew.

Primeros reconocimientos en Canadá

Con tan solo 24 años, June contrajo matrimonio con el artista venezolano Enriques Almeida. Juntos se mudaron a Canadá, un país donde las exigencias académicas y formativas eran menores respecto a los requeridos en Reino Unido. Una vez aterrizaron en el nuevo continente, la británica fue contratada por el Instituto del Cáncer de Ontario como técnico de microscopio. Su labor como electromicroscopista deslumbró al equipo canadiense, al apostar por técnicas revolucionarias capaces de identificar estructuras víricas nunca antes descritas.

Fotos de los primeros coronavirus captadas por June Almeida y David Tyrell

Hacia un cambio de paradigma en la virología

La metodología promovida por Almeida permitía utilizar microscopios electrónicos para diagnosticar infecciones virales, lo que le permitió identificar enfermedades infecciosas como la rubeola, una grave amenaza para el feto en el caso de ser contraído por una mujer durante el embarazo. Las investigaciones de la científica escocesa se centraron en lograr reconocer las distintas partículas microscópicas, pudiendo identificar de este modo los agentes dañinos para posteriormente neutralizarlos y paliar diversas enfermedades. Para ello, recurrió a los anticuerpos obtenidos de pacientes ya infectados con el propósito de localizar el virus, ya que estas sustancias segregadas por los linfocitos sanguíneos se sentían atraídos por sus contrarios, los antígenos; sustancias extrañas como bacterias o virus que provocan una reacción inmediata por parte del sistema inmunitario. Sus avances en el campo de la virología supusieron un antes y un después en la disciplina, al permitir diagnosticar infecciones virales a partir de microscopios electrónicos.

Descubrimiento de los coronavirus

Su aplaudido trabajo le permitió regresar a Londres, después de que la Escuela de Medicina del Hospital St. Thomas le ofreciese una vacante para incorporarse a su equipo. Fue allí, en la capital inglesa, donde la viróloga logró identificar por primera vez los coronavirus junto al doctor David Tyrell, ambos miembros de la unidad de investigación del resfriado común. Tyrell acudió a la experta viróloga ante los problemas surgidos durante el cultivo de una muestra. Dicha muestra pertenecía a un niño originario de Surrey, una localidad próxima a la ciudad de Londres. Sus síntomas, pese a asemejarse a los de una gripe común y ser etiquetados en un primer momento como ‘B814’,  mostraban dificultades para ser evidenciados a través del cultivo. Almeida recurrió a su innovadora técnica microscópica para tratar de solventar la incógnita, y después de observarlo recordó haber visto virus similares en investigaciones previas con ratones y pollos. La científica había recogido sus conclusiones en varios trabajos de investigación, pero los informes habían sido rechazados al considerarse ‘insuficientes’ y ‘pobres’.  Almeida acababa de descubrir los coronavirus, nombre con el que bautizó a este nuevo patógeno por su estructura en forma de halo.

Un legado de por vida

Lejos de ser reconocida inmediatamente, la aportación de la británica a la ciencia fue ignorada y rechazada en un primer momento. El British Medical Journal recogió la contribución de Almeida en 1965, y dos años después se publicaron las fotografías de dicha investigación. La científica se despidió de la virología en 1985, pero nunca llegó a desprenderse completamente de este campo hasta su muerte en 2007. Mantuvo el interés y la curiosidad por los avances y descubrimientos, llegando incluso a colaborar en la publicación de las primeras imágenes en alta calidad del VIH“El éxito de June fue el resultado de una combinación de originalidad de pensamiento  -al buscar y, normalmente, encontrar explicaciones simples a lo que parecían problemas complejos- y conocimientos técnicos.” escribió su hija Joyce Almeida. Hoy, más de cincuenta años después de su descubrimiento, su aportación a la virología cobra más relevancia que nunca.

Coronavirus observados a través de un microscopio electrónico