¿La década en la que la moda tomó conciencia?

27 / 12 / 2019
POR Peña Fernández

Desde el desastre de Rana Plaza de 2013 se han tratado de tomar medidas para que los efectos del sector sean menos dañinos para las personas y para el planeta. Sin embargo, 40 millones de personas -70% mujeres- se encuentran en situación de esclavitud en la industria de la moda.

Si echamos la mirada a atrás y observamos la trayectoria de la industria de la modala segunda más contaminante del planeta, después de la petrolera-, podemos constatar cómo ha ido cambiando con el paso del tiempo, tratando de incorporar políticas más acordes a nuestra realidad. Sin duda, la sostenibilidad es un factor que ha adquirido un gran protagonismo, sobre todo recientemente, y las firmas han comenzado a dar pequeños pasos hacia una moda sostenible. Aún hay mucho que hacer, pero no podemos dejar pasar inadvertidas la acciones de quienes se han involucrado en la titánica tarea de hacer una moda más justa con el medio ambiente y que respete los derechos de quienes forman parte de su engranaje.

Nos trasladamos al 2010 cuando Livia Giuggioli lanzó el primer Green Carpet Challenge que insta a acudir a las alfombras rojas con looks que aúnen el glamour y la ética.

La catástrofe del Rana Plaza en Dhaka en 2013 fue la mayor y más desgarradora llamada de atención. El desplome de la fábrica terminó con las vidas de 1138 personas que fabricaban piezas para muchas firmas que quedaron con las manos manchadas de sangre al servirse de un sistema de producción que no ofrecía las condiciones laborales necesarias.

Libros como “Clothing Poverty: the hidden world of fast fashion and second hand clothes” de Andrew Brooks o documentales como “True Cost” dirigido por Andrew Morgan han abordado el tema y han acercado esta realidad al público general.

A pesar de todas las acciones llevadas a cabo, de la cultura generada en torno al tema, este 2019, el Freedom Fund a través de un informe ha alarmado sobre la magnitud del problema: 40 millones de personas se encuentran en situación de esclavitud en la industria de la moda, y ha propuesto una serie de medidas para resolverlo basada en la experiencia de su intervención en India.

También iniciativas como la de Extinction Rebellion, que irrumpieron durante la semana de la moda, pretenden crear conciencia sobre la producción y el consumo desmesurado en un sector que se posiciona como el segundo más contaminante.

Para luchar contra el problema, las redes sociales se han presentado como un arma revolucionaria, llevando información y propuestas a millones de usuarios. Las cuentas de personas e instituciones han contribuido enormemente a difundir la necesidad de un cambio en los hábitos de consumo que pasan por cuestionarse cómo y quién ha fabricado las prendas disponibles en el mercado.

La moda sostenible ha ido cobrando mayor importancia en los últimos años a medida que ha tomado alas el discurso del cambio climático. Gracias a la intervención de figuras como Greta Thunberg, cada vez más personas toman consciencia de la necesidad de emprender medidas para frenar las nefastas consecuencias de nuestras acciones sobre el planeta.

El efecto de un consumidor más éticamente responsable va unido a las acciones tomadas por varias firmas como Gucci que ha declarado tener una huella de carbono cero, Chanel y Burberry, entre otras, que rechazan el uso de pelajes o Prada con su línea de bolsos en nailon reciclado.

Los buenos propósitos de las marcas se han formalizado con el Pacto de la Moda firmado en agosto de este año durante la celebración de la cumbre del G7 en  Biarritz, por el cual muchas de las firmas más destacadas del panorama de la moda manifiestan su voluntad de tomar medidas para frenar el calentamiento global, restaurar la biodiversidad y proteger nuestros océanos.

Consumidores, firmas y gobiernos parecen dirigirse a un futuro sostenible, redefiniendo el concepto de la moda. Y, a punto de cerrar el capítulo del año 2019, no nos queda nada más que desearle a este sector un prospero año 2020 en cuanto a sostenibilidad se refiere.