La doble revolución de Vionnet: derechos sociales y corte al bies

08 / 08 / 2016
POR Concha García

¿Sabes por qué las costureras de Chanel fueron a la huelga general de 1936 en Francia y no las de Vionnet?
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Madeleine Vionnet (1876-1975) formó, junto con Coco Chanel y Jeanne Lanvin, el trío de mujeres que crearon la moda francesa de la primera mitad del siglo XX. Las tres tenían en común un pasado infantil de dolor y de pobreza, valentía para enfrentarse a las normas establecidas, capacidad de trabajo constante y un espíritu creador e iconoclasta que las catapultaron a lo más alto en la revolución efectuada en el vestir de las mujeres. Comparado con quitarse el corsé, lo de los sostenes fue una niñería y ellas se atrevieron a liberar a las mujeres de esta secular prisión.

Como pasó con Jeanne Lanvin, con trece años ya  eran aprendices de costureras. Con 14 va a París también como aprendiza, se casa y tiene una hija que muere en el 96. Se divorcia y, a sus 20 años, emigra a Londres donde se coloca en el taller de Kate Reilly, modista famosa. En su paso por Londres observó la técnica de corte de los sastres ingleses y sobre todo la de aquellos que señoreaban la ‘milla de oro’ de la moda masculina en Londres: Savile Row.

De vuelta en París se coloca en casa de las hermanas Caillot y, poco después es requerida por un modisto de éxito, Jacques Doucet, para que le ayude a remozar su casa. Pero pronto hay diferencia entre ellos de criterio. Madeleine está fascinada por Isadora Duncan, la legendaria bailarina de los pies desnudos. Así que hizo desfilar en un pase a sus modelos descalzas y enfundadas en vestidos que recordaban los que usaban las mujeres en la Antigua Grecia.  A Doucet aquella innovación le pareció atrevida y Madeleine decidió volar sola.

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Vestido de Vionnet inspirado en Isadora Duncan.

Su revolucionaria invención del corte al bies sirvió para confeccionar vestidos que se adherían al cuerpo femenino como una segunda piel. Sus innovaciones estaban acompañadas por la sencillez, la pureza de líneas y la falta casi absoluta de costuras (vestidos, incluidas mangas, de una sola pieza) y cierres.

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Vestidos confeccionados con el corte al bies.

Del corte al bies apareció la capa entera y la media capa que caían sobre el cuerpo bien desde el cuello, bajo el pecho o desde la cintura. Hubo de encargar para este tipo de confección telas que medían dos metros más de ancho de lo normal.  Sobre su maniquí empezó a ensayar otro invento suyo: el drapeado.

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Vestido drapeado.

Con estas innovaciones produjo una revolución en el mundo de la moda. Era el tiempo de Isadora, la americana que le hizo la guerra al tutú y a las zapatillas castradoras.  Como decía antes, Madeleine, al igual que otras muchas mujeres, había quedado hechizada por su forma de bailar, y por su vestuario, que tendía a imitar las ropas femeninas del arte grecorromano, pero, a su vez,  hacía soñar con el mundo de las hadas gaélicas que inspiraban al Art Nouveau.  Ella entonces creó vestidos inspirados en los modelos de la estatuaria griega, con las menos ataduras posibles: fuera broches y botones, la menor cantidad posible de costuras, líneas puras, con un toque que ya es minimalista, y tiene la primitiva sobriedad del Art Decó, donde lo que destaca, cuando viste a una mujer, es el cuerpo femenino. En 1912 abre su propio taller en la Rue Rivoli. Dos años después,con el comienzo de la guerra, cierra el establecimiento, emigra a Roma donde se dedica a visitar museos y atesorar imágenes del arte clásico.

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Ilustración de Ernesto Thayaht para Madeleine Vionnet (1922)

En 1918 vuelve a París y comienzan sus años de ‘fortuna y gloria’.  Se instala en la avenida Montaigne y entre los años 20 y 30, diseña vestidos, capas y abrigos para las mujeres más ricas y famosas de toda Europa y del otro lado del Atlántico.

Fue sonado el pleito, que mantuvo y ganó, para defenderse de los que copiaron sus modelos y falsificaron su firma. Desde entonces sus prendas llevaron su sello, un número de serie, su huella digital y sus modelos fueron fotografiados de frente, de espalda y de perfil. Hoy esta colección  de fotos, testigos de su arte, junto con las prendas que había conservado, sus álbumes y cientos de patrones que entregó a su amigo François Boucher en 1952, se conservan en el Museo de la Moda y del Textil de París.

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La etiqueta y la huella de Vionnet en una de sus prendas.

Durante dos décadas fue una de las grandes modistas del París de aquel entonces. Para algunos la mejor. Nadie como ella para  para, con sus drapeados, sus telas al bies, y su sabiduría sobre cortes y tejidos de voluptuosa caída, hacer que el cuerpo de las mujeres, eliminadas ataduras de corsé, enaguas y crinolinas, luciera en todo su esplendor.

Hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, fue el tiempo de Vionnet. Chanel era Chanel, pero ella en sus modelos era profundamente femenina y nada misógina. Le importaba realzar con el continente, la prenda de ropa, el cuerpo de la mujer, y no al revés. En 1923, su casa de moda se le queda pequeña y abre nuevas instalaciones en la Avenue Montaigne. decora sus salones en el más puro estilo Art Decó y hace  de su nueva instalación un templo de la moda desde la que conquista una clientela internacional rica y refinada.

Madeleine Vionnet, además de dirigir su negocio como una empresa moderna, conocedora, desde los 12 años, de la dureza del trabajo de costurera, sin buscar publicidad ninguna para sí, mejoró las condiciones de vida de sus trabajadoras de un modo que la puso a la vanguardia de las conquistas sociales que reclamaba el feminismo de su época.  Sus nuevos talleres, en seis pisos, gozaron de grandes ventanales: aire y luz natural; amplias mesas de trabajo, ¡plancha eléctrica!, sillas en lugar de taburetes, calefacción, sanitarios… Y más: en sanidad, dentista y médico para las trabajadoras y sus hijos, guardería, con posibilidad de lactar a los niños en tiempo de trabajo, permiso de maternidad y vacaciones pagadas… Y más: clases para aprender a leer, escribir y saber de cuentas. Chanel y otras colegas la odiaban cordialmente por este motivo. Y, por el mismo, la amaron y respetaron otros. Esa fue la causa, en las grandes convulsiones sociales del año 36, por el que sus trabajadoras no fueron a la huelga y sí las de Chanel.

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Trabajadoras en el taller de Madeleine Vionnet (1931)

En 1940, ocupado París por los alemanes, realizado, el 2 de agosto el último desfile de modelos, la Casa Vionnet  cerró sus puertas. Poco después la empresa se puso en venta.

Madeleine desde entonces se retiró a su casa, con su maniquí, una mujercita de madera pintada, sobre la que había diseñado a escala sus modelos, que la acompañó hasta su muerte y le ayudó a explicar sobre su cuerpecillo los métodos de su trabajo a los que la visitaban. Dio cursos de corte en la escuela de Saint Roch, donde se enseñaron sus técnicas de corte y confección, y buena parte de sus alumnos, venidos algunos de lugares remotos, terminaron siendo nombres famosos en el mundo de la  moda. Aún le quedaba mucha vida por delante. Cuando se fue, en 1975, tenía 99 años.

 

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Madeleine Vionnet cosiendo sobre su maniquí.