Graciela Iturbide: 5 maneras de acercarse a lo invisible

24 / 06 / 2025
POR Marisa Fatás

Lo sagrado y lo cotidiano conviven en una obra que ha dado forma visual a la identidad, la muerte y la mujer en México.

“Lo más importante es fotografiar lo que uno no ve”. La frase de Graciela Iturbide abre el camino a una búsqueda que atraviesa toda su obra: ver más allá. Una mirada así se fue gestando desde su infancia en Ciudad de México, y se afiló con el tiempo y el asombro. Nacida en 1942, estudió cine en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos y fue asistente del fotógrafo Manuel Álvarez Bravo, con quien aprendió a cultivar una mirada poética, atenta a lo cotidiano y a lo sagrado. Desde entonces, su labor en blanco y negro ha explorado comunidades indígenas, rituales y la presencia femenina en rincones como México, India o Madagascar. Ha publicado libros como ‘Juchitán de las mujeres’ (1989), ‘Los que viven en la arena’ (1992) o ‘El baño de Frida’ (2009), donde retrató los objetos íntimos de Kahlo en la Casa Azul. En 2025 ha recibido el Premio Princesa de Asturias de las Artes y su trabajo forma parte de museos como el MoMA, el Getty o la Fundación Mapfre. Su exposición más reciente, ‘Cuando habla la luz’, puede verse hasta el 14 de septiembre de 2025 en la Fundación Casa de México en España, en Madrid. Aquí, cinco formas de acercarse a su obra como quien camina sin prisa hacia lo invisible.

1. La muerte como inicio

En 1970 Graciela perdió a su hija Claudia con solo seis años. La fotografía, entonces, se convirtió en un ritual para sobrevivir. Su cámara la llevó a acercarse a funerales, cementerios y a la representación simbólica de la muerte infantil en distintos pueblos de México. “Era parte de mi terapia, hasta que me di cuenta que ya lo superé. La extraño, evidentemente, pero pues ya asumí, nacimos para morirnos”, diría años después.

2. ‘Mujer ángel’

Una de sus instantáneas más célebres, en el desierto de Sonora, retrata a una joven indígena con un radiocasete, síntesis de ancestralidad y modernidad. “Mi foto favorita es la ‘Mujer Ángel’, es una mujer que camina en el desierto con una grabadora. ¿Sabes por qué? Porque nunca me di cuenta que la tomé, hasta que vi los contactos. El editor que estaba conmigo me dijo: ¿y esta foto por qué no la incluimos? Y yo no recuerdo haberla tomado. Es una foto que siento que el desierto me regaló”, confesó.

3. Juchitán de las mujeres

Entre 1979 y 1988 vivió con las mujeres zapotecas de Juchitán de Zaragoza, registrando su poder, sensualidad y autonomía sin exotizarlas. Sobre esta experiencia, Iturbide ha dicho: “Ya sea en mi país o en otros lugares, noto el dolor así como la belleza, pero nunca fotografío la pobreza… Me interesa retratar a personas con dignidad”.

4. El asombro cotidiano como ritual

Lejos de lo exótico o lo surrealista, Iturbide basa su fotografía en la sorpresa del instante. Como ella afirma: “He buscado la sorpresa en lo ordinario, un ordinario que podría encontrar en cualquier parte del mundo”. Cada imagen surge del encuentro místico con lo diario: un gesto, un pájaro, un objeto cualquiera.

5. El mito del realismo mágico

Iturbide rechaza la etiqueta del realismo mágico como “una etiqueta colonial y racista”. Para ella, sus fotografías “no son fantasía, son la vida”, una mirada que documenta la realidad sin exotismos ni ficción. “México no es surrealista”, afirma, subrayando que lo mágico ya está presente en lo cotidiano, sin necesidad de invención.

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