Adriana Cagigas, cofundadora de DEYI 德逸 LIVING, un proyecto que refleja su propósito vital de conectar personas, materiales y procesos a través del diseño, un eje que emplea para guiar hacia una mayor consonancia y bienestar con nosotros mismos y nuestro entorno. En #VEINDIGITAL hablamos con ella.
A Adriana Cagigas se la puede introducir de diversas maneras, según la visión de la vida que tenga cada uno. Profesora en UDIT en asignaturas como Tecnología Textil, Desarrollo Sostenible de Moda y Gestión Sostenible en la cadena de Valor de la Moda, es además emprendedora, diseñadora, incluso una tomatera, o tejedora de vínculos y redes de conocimiento. Lo cierto es que cada “visión” forma parte de ella y todas se alimentan entre sí. Desde su proyecto y propósito vital, Adriana relaciona personas, materiales, procesos, con discurso y belleza. La misma belleza que aprendió de pequeña, en la huerta de su familia y que tomó un nuevo rumbo en sus viajes a China.
Hablamos con ella para descubrir la trama y la urdimbre de DEYI 德逸 LIVING, un estudio de diseño consciente del que ella es cofundadora junto a Zhang Xing y Pauline Ferrières, y que nace en 2019 bajo el propósito de generar ecosistemas de conocimiento, a través del diseño, adaptables a una gran variedad de contextos, centrado en dar visibilidad y preservar la sabiduría artesanal y ancestral de diferentes comunidades indígenas chinas, en sus palabras: “un modo de vivir ético, sin juicio y en consonancia con lo natural”.
Reflejo de ello son las distintas líneas de productos de DEYI Living, que abarcan desde el bienestar, con tés, jabones e inciensos creados con diferentes armonías para acompañar y enriquecer un estilo de vida consciente, hasta el textil, con productos para el hogar y vestimenta, que integran diseño y tradición. Una invitación abierta a reflexionar sobre cómo generamos, ocupamos y entendemos nuestros espacios físicos y mentales.
Adriana, para empezar, cuéntanos, ¿cómo estás? Cuando esta entrevista se publique, estarás de vuelta a China. ¿Qué emociones te provoca este regreso?
Diría que me siento motivada y cansada a partes iguales. Sobre la vuelta a China, me siento orgullosa. Ahora, poco a poco, y a través de experiencias con mis alumnos y de encontrarme más a mi misma, la vida me ha vuelto a poner en el camino a este hijo que un día di a luz, como yo digo. Está siendo muy bonito volver a él desde conocerme más a mí, y también poder aportar al proyecto desde el lugar que lo creé.
¿Cuál fue la semilla que sembró el deseo de iniciar un proyecto como este?
Siempre quise crearlo, no con el afán de vender productos materiales, que me interesa bien poco, sino de divulgar el conocimiento. Entonces, mi foco siempre ha sido el querer preservar el conocimiento, y se preserva transmitiendo y divulgando. Por eso estaba tan en contra de simplemente comercializarlo, porque eso es un consumo de significantes. La gente consume productos porque son super “sociales” o “éticos”, pero no aprenden nada. Entonces, cuando se mueran las personas que hacen esas artesanías, se acabó la historia. Por eso lo importante para mí es difundir cómo se hacen las cosas. Soy esa persona que conecta a las artesanas con otros, para que esos otros aprendan y sigan expandiendo el conocimiento de la manera que ellos lo entiendan, generar un ecosistema de valores y que lo sigan expandiendo desde sus lugares.
Estoy muy contenta porque en este viaje me llevo a un equipo multidisciplinar de diseñadores, mis estudiantes, para que cada uno aprenda a su manera y lo aplique a sus proyectos: creación de videojuegos, diseño gráfico, producto, moda y comunicación. Estoy emocionada de poder hacer lo que yo ya veía y entendía como normal desde 2019, y que otros lo vean también, pese a los años que han pasado.
¿Cuándo crees que nació tu amor por la artesanía y la divulgación de estas técnicas ancestrales? ¿Hubo algún referente o familiar que lo impulsara?
Justo estoy reflexionando sobre eso en mi doctorado, estoy focus en entender la artesanía. Es cierto que en mi familia en sí no hay un artesano del que haya aprendido una técnica, pero toda mi familia (que somos de Cantabria y de pueblo), es muy “hacedora”, siempre me han enseñado a poner la huerta, a cuidar los animales, a hacer cosas con las manos.
Recuerdo que con mis dos mejores amigas, nuestras tardes eran hacer perfumes con hortensias que teníamos en el jardín, con el limón de nuestro limonero o piezas de barro. Ahora que lo reflexiono nuestras actividades eran todas muy manuales, y para mí no deja de ser la misma gestualidad, la misma relación con la materia y el entorno que pueda tener un artesano. Entonces bebo de ese amor en el hacer y en transformar en belleza lo que te rodea. Para mí eso es la artesanía, belleza y utilidad. Es lo que me ha enseñado mi familia. Para mí, plantar una patata o un tomate, y que te de un fruto que te alimenta, no deja de ser útil, bello y de ser una relación con el entorno, en la que tu le cuidas a él para alimentarte, y él te cuida a ti, de alguna manera.
También, el gusto por lo estético, con el cuidado y mimo con lo que uno hace, con las otras personas, la implicación… Nos salvan las relaciones, y ese es el hilo con el que trabajo, relacionar personas, materiales, procesos, utilidades y con, desde luego, discurso y belleza.
¿Sientes que se le da mal uso a la palabra artesanía y, por tanto, se malinterpreta lo que realmente significa?
Sí. Tengo la necesidad de dar seriedad al concepto, me molesta mucho cómo se prostituye la palabra artesanía, sostenibilidad, local… Es vergonzoso, creo que se necesitan más personas que estudien de manera científica, o lo más serio posible, lo que implican estos procesos en la academia, para que se apliquen de forma interesante y que, de alguna manera, también se puedan aplicar a procesos industriales. La gente interpreta “lo artesanal” como volver a la edad de piedra, pero realmente se trata de hacer más humano y relacional, aquellas esferas que no son claras. También es innovar y mantener, y lo más innovador para mí ahora mismo, es poder incrustar y revalorizar, o, simplemente, conocer aquello que nos ha hecho llegar hasta aquí.
¿Cómo ha influido tu experiencia en China en tu visión y enfoque hacia la artesanía?
Ahora que mis alumnos han acabado el trabajo final de grado, recuerdo que la primera vez que fui a China fue para mi TFG. Siempre me habían atraído conceptos asiáticos y en abril de ese año fui a China durante dos semanas y me ordenó las ideas. Lo que precariamente aprendí en ese tiempo, lo incorporé a mi trabajo final y después de acabar la carrera, volví sola a estudiar todo un semestre a la única universidad de artes china que dieran todo en chino, no quería encontrarme con ningún occidental, quería desenvolverme yo sola en la cultura que tenía tantas ganas de conocer y descubrir si era algo que vibraba conmigo de verdad.
Es una cultura muy rica en sutilezas, que no tiene nada que ver con la China mainstream que la gente percibe en España. La China que a mí me gusta y que he tenido la suerte de conocer, es una China mucho más similar a todo lo que el mundo alaba de Japón. Hay un campo estético y artístico impresionante, que cuando tienes la suerte de dar con gente que lo practica, lo conoce y lo comparte, te enamora. Y he tenido la suerte de dar con esas personas, que son como pequeños oasis dentro de lo que es un país extremadamente capitalista, que lo único que quiere es alejarse de lo que verdaderamente es.
Ese fue tu punto de partida.
Sí, estar en conexión con la verdadera cultura, volver a España y hacer cosas un poco con lo que soy, lo que viví y lo que me transformó. Y esas mismas cosas fueron el pasaporte a otras personas y a conocer a mis socios actuales, esas prácticas y proyectos artísticos que realicé a mi vuelta, fueron el diálogo y el discurso que nos unieron. Que no deja de ser lo que ya empecé a vivir sola, pero ellos me ayudaron a profundizar de manera más sensible.
¿Qué momentos cruciales marcaron tu camino hasta la creación de Deyi-living?
Dios sabe cómo mi socia Pauline me encontró en Instagram, conectó y vibró con lo que compartía. Me escribió directamente un email para colaborar juntas. En ese momento ella estaba en Pekín y yo en Valladolid y vino a conocerme. Hacía solo dos años que había acabado la carrera. Se presentaron ella y mi otro socio, Zhang Xing. La cultura China es muy de ofrecer, y cuando llegaron, Zhang Xing me trajo un rollito de un tipo de tela que ya conocía y eso le sorprendió. Estuve seis meses estudiando en China y me volví loca para acceder sola a los pueblos que producían esa tela. A otros poblados si lo logré, pero fue todo un periplo… tres horas en avión, once en autobús y una en taxi para llegar. Entonces le conté que mi sueño era visitar el poblado de la tela que me trajo y poder hacer algo a través del diseño, y unos meses más tarde él me llevó. Este primer viaje fue necesario para encontrar a las personas que sí están comprometidas con el proyecto y aman su oficio. Empezó así, por casualidad de que estas personas me vieran en Instagram, vinieran a Valladolid y me regalaran un rollo de tela.
¿Qué significa el nombre Deyi-living y qué representa este proyecto para ti?
En la construcción de caracteres chinos todos los trazos representan pictogramas que escenifican algo cotidiano, nosotros hemos juntado dos. Zhang Xing conoce muy bien la tradición y cultura china, él los eligió. Tienen una trazabilidad de más de 2000 años de evolución entre los diferentes pensadores. Juntamos “De” y “Yi”, en la forma de una calabaza, que a través de la simbología china significa bonanza y buena suerte. “De” hace alusión a la idea de vivir con ética observando la naturaleza desde el corazón, el desarrollo del carácter es como un ojo con los trazos del corazón, mirar con el corazón al ritmo de lo natural sin juicio hacia los demás. Comprender nuestro entorno, a los otros y vivir en armonía. Y “Yi” es arte de vida, con este proyecto siempre hemos querido poner a disposición de los demás un modelo de vida, de comprender la existencia tanto interna como externa, que pudiera ponernos en equilibrio con nosotros mismos, el otro y la naturaleza. Ese es el significado de Deyi: un modo de vivir ético, sin juicio en consonancia con lo natural.
El entorno y el espacio son elementos cruciales para ti y para Deyi-living. ¿Qué nos puedes contar al respecto?
El espacio físico nos constituye, y la gente es muy inconsciente ante esa idea. Por ello tengo la necesidad de comunicar que lo que nos rodea es muy importante, y volviendo a las relaciones, co-creamos esa realidad y ese espacio nos está devolviendo lo mismo, si proyectamos espacios con coherencia, al final podremos generar sociedades, por extensión, que tengan mayor equilibrio. Estamos tan desconectados de lo que hay dentro, fuera, y de la relación de ambos, que es todo un sinsentido continuo. Por eso los espacios son fundamentales, porque nos hacen ser como somos. No solo los físicos, también los mentales. Deconstruir todo lo que creímos y volver a construir con una apertura que nos permita navegar por nuevos espacios con otra mirada, ni mejor ni peor, mirar de otra manera y mirar si hay algo más.
Cuéntanos brevemente la historia de la creación artesanal en alguna de las regiones con las que colaboráis.
Nosotros en particular trabajamos con varias tejedoras, también tenemos contacto con bordadoras y personas que hacen batik, una estampación indirecta en la que primero se realiza el motivo con cera, creando la pantalla para que el tinte no se fije. Pero no hemos podido profundizar. También hemos tenido contacto con pueblos que hacen papel. Estas son las técnicas que tenemos mapeadas y conectadas a nosotros.
¿Cómo describirías la relación que establecéis con los artesanos con los que colaboráis?
Genuina, en el sentido de que con diferentes contextos, edades, realidades e intereses, hay algo intangible que une diferentes lenguas y culturas y hace que las relaciones sean super sanas. Estamos vinculados y comunicados desde valores interpretados por los contextos de cada uno. Algo tan puro que hace que este proyecto sea tan bonito, porque las relaciones son directas y sinceras.
¿Qué impacto esperas tener en las comunidades locales con el trabajo que realizáis?
A corto plazo estamos consiguiendo que las artesanas actuales empiecen a creer que lo que hacen merece la pena. Y a largo, conseguir que las generaciones jóvenes también se lo crean y pueda ser un proyecto contemporáneo, por eso nos gusta meter el eje del diseño. No queremos gente arcaica haciendo tela en un telar y ya está. Sino que queremos encontrar nuevos formatos de comunicar y trabajar con la tradición para que sea interesante para la gente joven. Insistimos con que la cara del proyecto son ellas (las artesanas) y nosotros la autovía que intenta llevarlas a algún lugar.
¿Cómo imaginas que será el legado de Deyi-living?
Me encantaría que cada vez pudieran incorporarse más creativos a este proyecto, para que expandan lo que queremos hacer desde diferentes perspectivas, y que ellos puedan aplicar este modelo de pensar y generar conexiones a sus intereses, que extrapolen nuestra manera de hacer relaciones profesionales que generan impacto, y a través del comercio también, si es significativo.
Que Deyi sea una tomatera y que nazcan muchos tomates. Crear cosas que alimentan con sus formas y que nacen de la misma planta.
Para cerrar, ¿cuáles dirías que son tus principios rectores en la vida? ¿Sientes que están alineados con lo que haces? ¿Cómo llegaste a ese equilibrio?
Ahora sí siento que están alineados. Creo que vengo al mundo a generar, no desde la acumulación monetaria, sino generar recursos y fomentar las condiciones para que otros generen.
Me pregunto cómo puedo, con mis habilidades, generar bienestar en los demás a través de que ellos mismos se desarrollen. Esto lo veo muy implementado en Deyi. En mi día a día pienso en cómo puedo generar esos espacios, y en el espacio educativo encuentro la vocación de ayudar a crecer.
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