El aquelarre de Teresa Helbig

26 / 01 / 2019
POR Antonina Cupe

La diseñadora da la vuelta a la figura de la bruja, ligada a lo maléfico, para convertirla en símbolo de libertad de la mujer. Porque puede que ellos gobiernen el mundo, pero ellas dominan el cosmos.

«Es una convocatoria de brujas de todo el mundo» nos adelanta Teresa Helbig. Una convención que tiene lugar nada más y nada menos que en 1932. Cuando le pregunto por qué la bruja, ella lo tiene muy claro, «nosotros lo que hacemos es empoderar a la mujer». Por eso deciden darle la vuelta a la figura de la bruja como símbolo de lo maléfico y lo oculto. «A las brujas las llamaban así para señalarlas con el dedo, por ser especiales, por ser excéntricas, por no tener nada que ver con el resto de la gente». Para Teresa, la bruja es síntesis de la mujer independiente. A partir del imaginario que rodea a este personaje, crea la colección «I put a spell on you». Porque cuando una mujer se pone su ropa favorita, se siente más fuerte, más segura, capaz de todo. Esta colección no es discreta, ni minimalista. Estrellas, cordilleras, búhos, lemures y libélulas decoran los tejidos bañados en una paleta que incluye colores tan simbólicos como el dorado, el negro y el granate, pero también rosas feministas, verdes boscosos y granates victorianos; sin olvidar los tonos nude que la caracterizan. Con esta última propuesta, la diseñadora se atreve a aunar técnica, belleza y mensaje. La bruja Helbig es una bruja que se ríe de sí misma porque es segura, una bruja a la que le gusta que le llamen bruja.

Teresa Helbig se dio a conocer gracias a sus vestidos joya y recuerda con cariño esos comienzos. «Los primeros vestidos eran monísimos, pero era un crêpe acrílico y picaba. Lo que pasa es que resultaban muy monos, muy vistosos. Estaban bien hechos, bien cosidos, pero el tejido…» me comenta entre risas. Han evolucionado mucho y lo han hecho “muy bien, muy despacio, muy como soñábamos. Nos falta muchísimo todavía, muchísima trayectoria”. Pese a lo que pueda parecer, ya lleva 25 años en el negocio y aún sigue, como ella misma explica, «a nivel personal con la misma curiosidad, la misma histeria, la misma dedicación y la misma pasión» que cuando empezó. Los materiales son más ricos y las técnicas de confección cada vez más complejas. “Hemos hecho troquelados en la piel, hay un vestido que es una locura, que nos ha llevado más de 200 horas y en el que hemos hecho encaje de bolillo, ya súper olvidado. Utilizamos el soutache y hemos soldado dos vestidos, uno son cadenas que vamos soldando y el otro es todo de cristal soldado” nos cuenta la diseñadora. Cada colección es una nueva oportunidad para ponerse a prueba y un día antes del desfile reconoce que “ha sido muy laborioso y ya estamos exhaustos”. Siempre habla en plural, consciente de que le debe mucho a su equipo. 

El término prêt-à-couture describe su trabajo a la perfección. Sus prendas rozan la categoría de alta costura, pero destacan por ser muy ponibles. “Los volúmenes impensables, eso no es lo nuestro” asegura.  Ella siempre tiene en mente que lo suyo es “trabajar a favor de la mujer”, crear prendas que se ajustan a las necesidades de una mujer moderna, que no la constriñen ni dificultan su movimiento. “Los pequeños detalles para nosotros cuentan muchísimo” y es que sus colecciones ganan en showroom, donde uno puede tocar las piezas, sentir los tejidos y admirar la técnica que se esconde detrás de sus creaciones. Como ella bien dice “eso se pierde en pasarela”.  

La artesanía forma parte del ADN de esta firma que se caracteriza por trabajar sin prisas. “Llevamos cuatro años investigando y trabajando muchísimo la sastrería hasta dar el paso. Preferimos ir lento y cuando ya lo tenemos, pues lo hacemos”. La sastrería representa lo tradicional, lo técnico,  y reinventarla es sin duda un desafío al que su taller se quería enfrentar. “Me gusta mucho el toque masculino a la hora de trabajar la sastrería femenina, como las técnicas o las entretelas”. A juzgar por las prendas de abrigo de esta colección, la espera ha merecido la pena.

Teresa describe su trabajo como “un proyecto muy romántico”. Romántico precisamente porque lo ha hecho a su manera, no se ha dejado presionar y solo ha hecho algo cuando se ha sentido preparada. 7 años lleva presentando sus propuestas en la semana de la moda de Madrid, y aunque el sueño de dar el salto a las pasarelas internacionales no lo abandona, tiene los pies muy en el suelo. “No podemos hacerlo hasta que estemos preparados. No podemos hacer una pasarela y no volver más. Hay que ir cuando tengamos una continuidad”. Puede que avance despacio, pero lo hace con paso seguro, con la confianza que te proporciona saber que tienes entre manos un producto de calidad. En un mundo dominado por el fast fashion y el consumo masivo, sus prendas son el deleite de toda nostálgica que ve la moda como una manifestación artística más. Con ella se recupera el aspecto romántico de la costura, de prendas especiales que no se pueden fabricar en cadena, por las que sientes apego y acaban formando parte de tus recuerdos.

Fue de las primeras en vender sus diseños justo después del desfile y en lanzarse con los fashion films. «Estamos ya organizando un cortometraje, uno nuevo» nos adelanta. Cuando le preguntamos el por qué, su respuesta es clara, «porque amo el cine. Yo estaría rodando todo el día». Su relación con el cine le viene de su niñez, «mi padre era un apasionado del cine. Ibamos, yo que sé, dos veces a la semana». Esas referencias a las grandes divas de la gran pantalla las encontramos en esas prendas de abrigo suntuosas y, sin duda, en muchos de sus vestidos joya.

Teresa Helbig cuenta entre su lista de clientes con celebridades del mundo entero que acuden a sus desfiles religiosamente. ¿Cuál es su secreto? Pues poner la costura al servicio de la mujer, trabajar para favorecerla, pero sin tratarla como un sujeto pasivo. Porque sus prendas al fin y al cabo están hechas para ser vividas.

Fotografías de Xavi Prat

 

www.teresahelbig.com