‘El dedo. Breves apuntes sobre la masturbación femenina’ (Capitán Swing), nuevo libro de Luna Miguel, combina poesía, ensayo y ficción para explorar un gesto tan íntimo como político. A lo largo de sus páginas, los dedos se convierten en símbolo: los que dan placer, los que exploran heridas, los que señalan o censuran aquello que todavía nos resulta incómodo nombrar.

A la izquierda o a la derecha, arriba o abajo, en el sentido de las agujas del reloj o al contrario, con el corazón o el índice, introduciéndolo o sólo friccionando, por encima de las bragas o tocando directamente la piel… las formas que tenemos para darnos placer a nosotras mismas son casi infinitas, tantas como mujeres. Así lo aprendimos muchas en El Informe Hite (1976), uno de los primeros estudios que mostraba la masturbación femenina como algo complejo y que no era, como muchos hacían creer, «una respuesta a la sexualidad masculina y al coito».
Cuarenta años después, la idea del placer femenino -solitario o compartido- sigue incomodando. Cuando Luna Miguel anunció en Facebook la publicación del libro, su cuenta fue denunciada por “contenido ofensivo” y posteriormente bloqueada. El episodio volvió a evidenciar los límites de esa supuesta libertad de expresión de la que, en teoría, disfrutamos.

Luna Miguel (1990) abre el libro recordando la vergüenza que, en su generación, rodeaba la masturbación femenina. Evoca los chascarrillos de los chicos sobre “hacerse un dedillo” y la incomodidad con que ella misma lo vivía. Recuerdo que cuando iba al instituto, y Luna aún era un bebé, mi profesora de filosofía nos contó, como quien revela un secreto antiguo, que de niña le habían dicho que tocarse “ahí” era pecado. A mí aquella historia no me resultó extraña. Nunca me lo habían prohibido, pero lo había sentido y asumido como algo sucio desde siempre.
Como la sexóloga Betty Dodson, a quien Luna Miguel toma como referencia en el libro, muchas pensamos que a estas alturas la masturbación femenina estaría normalizada. Sin embargo, sigue siendo tabú. ‘El dedo. Breves apuntes sobre la masturbación femenina’ lo deja claro: la reprobación persiste, aunque se disfrace de progreso. Por eso, en un momento en que el feminismo ocupa titulares, este libro resulta especialmente valioso para las más jóvenes, que aún aprenden a aceptar que darse placer no tiene por qué ser incómodo.

En un momento en que la sexualidad femenina se debate y se banaliza a partes iguales, El dedo invita a detenerse. Entre tanta consigna, Luna Miguel propone escucha y profundidad: volver al cuerpo, a la intimidad y a la palabra propia. Su libro recuerda que la masturbación femenina -y su silenciamiento- sigue siendo un asunto político, atravesado por los viejos códigos del poder y la moral.
Intentar silenciar este libro forma parte de esa vieja campaña contra el placer femenino. Es posible que su autora se haya sentido abrumada por el ruido que quiso acallar su voz. Sin embargo, la capacidad de difusión que ofrece internet es incontestable: borrar lo que cuestiona el monopolio androcéntrico es cada vez más difícil. De hecho, los intentos de censura han funcionado como la mejor propaganda, haciendo que la imagen de la masturbación femenina se extienda por la red como la pólvora.

Además de como arma política, Luna Miguel muestra la estimulación del cuerpo femenino como alivio contra la tristeza, como un truco para no llorar. Nos habla de algunas poetas como Anne Sexton, Gabby Bess, Maite Dono o Laura Rosal que dedican sus versos a un masaje que es consuelo ante el dolor y, por encima de todo, fuente de placer.
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