Sara Mesa: “Seguimos apegados al mandamiento divino: honrarás a tu padre y a tu madre”

23 / 09 / 2022
POR Alicia Medina

Hablamos con la autora de su nuevo libro, ‘La familia’, una crítica a la santidad de la institución familiar.

Foto: Sonia Fraga

Nadie sabe a ciencia cierta lo que ocurre en la intimidad de los hogares de las personas a las que creemos conocer: qué comportamientos son aceptados como normales en su familia y cuáles son rechazados; qué normas rigen sus relaciones; cuál es el origen de sus conflictos y qué se esconde tras la máscara que muestran en público. En ‘La familia’ (Anagrama, 2022), Sara Mesa se cuela en uno de esos hogares para hablarnos de las personas que lo conforman, sus miedos, traumas, deseos y recuerdos, al mismo tiempo que saca a la luz un secreto a voces: que la familia aún sigue siendo una institución autoritaria que nos marca de por vida y define nuestras relaciones con los demás. 

En #VEINDIGITAL hablamos con la autora sobre la ambigüedad presente en las familias, la violencia patriarcal y el doble rasero con el que aún se mide a las mujeres.  

Ya has demostrado en tus anteriores libros que te interesa explorar terrenos incómodos y la fascinación que nos produce la ambigüedad entre el bien y el mal. En el caso de la familia, es una institución que se suele idealizar, cuando sabemos que puede ser un foco de traumas, conflictos y dolor. ¿Crees que hay un lado oscuro en toda familia?

En toda, no sé. Y luego hay oscuridades y oscuridades. Algunas son inherentes a nuestra forma de relacionarnos (siempre escondemos algo íntimo, propio), y no tienen por qué ser negativas, y otras son bastante más inquietantes y peligrosas. Lo interesante en el caso de la familia es que, al ser un ámbito privado y dotado de respetabilidad por defecto, es difícil cuestionarla sin herir un montón de susceptibilidades. Socialmente, lo deseable es tener una familia feliz y fuerte, incluso en las redes sociales se alardea de ello. 

El hecho de que todos podemos arrastrar un dolor, vengamos de donde vengamos, lo ejemplificas muy bien en el caso de Rosa y Paqui. Es fácil entender que Rosa haya sido rebelde por haberse criado en una familia estricta, pero se entiende menos que Paqui sea tan retraída procediendo de una familia abierta y sociable. ¿Cómo crees que nos afecta nuestra experiencia familiar?

Nos afecta muchísimo, pero de forma distinta según cada cual. En la familia de mi libro hay cuatro hijos y cada uno es de una manera, ¿no? Y sin embargo, todos están marcados por su infancia. De la historia de este personaje secundario del que hablas, Paqui, en realidad no sabemos mucho. Desde la perspectiva de Rosa, viene una familia abierta y sociable. ¿Lo es en realidad? Este es el problema de las apariencias: no hemos entrado en su intimidad como para saberlo. 

En la familia que retratas en tu novela no existe una violencia evidente, pero todos sus miembros siguen con temor las normas arbitrarias y restrictivas del padre, incluso siendo ya adultos. ¿Te parece que es difícil rebelarse a la figura paterna? ¿Que es necesario “matar al padre” para seguir adelante?

El padre sigue siendo una figura de autoridad. Esto es así por mucho que estén cambiando las cosas, entre otras cuestiones porque las familias que se fundaron en los años cincuenta, sesenta, etc. todavía siguen existiendo. Y seguimos apegados al mandamiento divino: honrarás a tu padre y a tu madre. Añado yo: ¿sean como sean? Hay un dicho que afirma: no hay nada más feo que pegarle a un padre. Bueno, yo creo que es bastante más feo pegarle a un hijo, ¿no? Muchos hombres se creyeron esto de ser la figura honorable del cabeza de familia y, valga el juego de palabras, se les subió a la cabeza. Dicho todo esto, mi novela no pretende realizar un análisis general de la figura del padre. Es una historia concreta de una familia concreta, y yo aspiro, más que a su universalidad, a su singularidad.

Lo que pone en evidencia la toxicidad que se respira en esa casa y los mecanismos de dominación es la llegada de una persona ajena al núcleo familiar, Martina, una sobrina que es adoptada y muestra perplejidad ante las normas de su nueva casa, que sus primos aceptan como normales. ¿Es difícil darte cuenta de que las cosas que hacen tus padres por ti no siempre son por tu bien? 

Una de las afirmaciones más peligrosas que solemos hacer en nuestras relaciones cotidianas, sea entre parejas, padres e hijos, etc. es decir: “lo hago por tu bien”. Porque normalmente quien lo dice cree que es así, aunque la búsqueda de ese bien no siempre respete los deseos y necesidades del supuesto beneficiario. En mi libro, por ejemplo, los hijos no pueden salir a la calle a jugar, no pueden ver la televisión ni leer cómics, y todo esto los padres lo hacen, en teoría, para protegerlos de los peligros del mundo exterior, cuando en realidad están intentando protegerse ellos mismos de sus propios hijos.

Martina, a pesar de venir de otro entorno, parece ser la que mejor se adapta o la que menos perjudicada puede estar. ¿Tal vez sea porque para ella es algo transitorio mientras que sus primos van a estar unidos siempre a su padre, quieran o no?

Yo no tengo tan claro que se adapte. En realidad, ninguno se adapta. Pero esta inadaptación se manifiesta de diferentes formas. Martina tiene la mirada externa, como se dice en algún momento, porque ella ha conocido otro mundo. Con el tiempo se alejará y lo analizará todo con más distancia. Damián hijo es el más sumiso, Rosa la más rebelde, Aquí el más independiente. Todos tienen algo de mí, o mejor dicho, de la niña que fui hace muchos años.

El foco de violencia y maltrato es el padre y, sin embargo, desde fuera se le ve como un hombre amable y educado, mientras que la madre es tachada por sus vecinas, incluso mujeres que también han sufrido machismo, como malhablada e histérica. ¿La sociedad aún juzga peor a las mujeres que a los hombres?

Sí, bueno, esto que señalas es algo que yo misma he experimentado injustamente, es decir, desde el lugar de la crítica, más adelante lo he analizado y he comprendido lo equivocada que estaba. El supuesto histerismo de muchas mujeres, sus nervios destrozados, su mal humor, se debe a la dificultad de sus vidas, en especial en las generaciones anteriores, la de mi madre, mi abuela, etc. Incluso aunque no sufrieran un maltrato directo por parte de sus maridos, lo sufrían por parte de la estructura social. Muchas no podían estudiar, no tenían un trabajo fuera de la casa, su horizonte vital era muchísimo más estrecho, lo de tener hijos no era una elección, sino un imperativo, así que… cómo no deprimirse. A ellas no se les permite ni el más mínimo desliz y, si se elogian, es solo por su sacrificio y abnegación, es decir, siempre en relación a los demás, nunca por sí mismas. 

A lo largo del libro vemos a los miembros de la familia en distintos momentos temporales y Nos vas adentrando en su psicología y en cómo les ha afectado el control paterno. Sin embargo, sabemos poco de las motivaciones del padre o solo lo que pueden ver otros personajes. ¿Por qué lo has hecho así?

Ha sido algo más intuitivo que premeditado. El personaje del padre es quizá el mayor enigma del libro. De dónde ha salido, qué piensa en realidad, eso no lo sabemos. Es como la zona cero del libro, cuyo radio de acción alcanza a los demás personajes. Yo me meto de lleno en la perspectiva de los hijos, un poquito en la de la madre e incluso en la de personajes secundarios (la vecina, el tío), pero al padre solo se le ve por una rendijita, como se explica en la pieza final de la novela. 

En tus novelas tienes preferencia por el uso de la tercera persona. ¿Te parece, como opinaba Lucia Berlin, que la tercera persona despierta más el interés del lector?

Yo adoro a Lucia Berlin, pero creo que esa afirmación no se sostiene por ningún lado. De hecho, si sus cuentos despiertan interés es por razones que tienen que ver con la exuberancia del lenguaje y su personal visión del mundo, no por la tercera persona narrativa (además, ella usó también la primera). En mi caso, se trata una elección al servicio de la historia, pero también he escrito a veces en la primera persona. De hecho, en algún sitio he hecho una advertencia sobre esto: quizá cuando hablo en tercera es cuando más hablo de mí misma.

¿Nos puedes recomendar a tres autoras que te hayan inspirado?

Nombraré a tres que han abordado el tema de la familia con una audacia formal increíble: Christina Stead en El hombre que amaba a los niños, Ivy Compton-Burnett, en todas su extrañísimas y maravillosas novelas dialogadas y Elaine Vilar Madruga, una autora muy joven y brillante, en La tiranía de las moscas