Feminismo vibrante: frente al terror sexual, el discurso del deseo

31 / 12 / 2020
POR Marisa Fatás

«Si no hay placer, no es nuestra revolución» es el lema de Ana Requena en este libro que nos invita, más allá del relato sexual disciplinante, a disfrutar de nuestro cuerpo.

«Las mujeres llegamos tarde a nuestros cuerpos» escribe Ana Requena en el capítulo ‘Tocarnos’. El terror sexual comienza para muchas con el cuento de Caperucita y se actualiza sin fin a través de todos los casos de mujeres violadas y asesinadas que vemos en diarios y noticiarios a lo largo de nuestra vida adulta. Una cultura del miedo reflejada, entre otros, en ‘Tranquilas’ (Lumen, 2019), un relato colectivo sobre historias para ir solas por la noche, en el que también descubrimos cómo culpa o la vergüenza sirven de herramientas de control. Levantadas como muros espinosos, atreverse a sortearlas no es fácil e implica riesgos y sanciones para las mujeres que exploran y viven su deseo. El proceso de liberación, como retrataba en ‘El placer’ María Hesse (Lumen, 2019), lleva tiempo y requiere de experiencias, malas y buenas.

Con ‘Feminismo vibrante. Si no hay placer, no es nuestra revolución’ (Roca, 2020), Ana Requena propone contrarrestar el discurso aleccionador con un acceso al placer emancipado de las penalizaciones sociales que conlleva una práctica sexual libre. Si en los setenta el discurso del feminismo giraba en torno a la violencia y el placer, en los últimos años – los de Trump, el #MeToo, La Manada o el #8M- , la narración se ha centrado en las agresiones, quedando la figura de la mujer reducida a objeto de deseo que debe cuidarse y protegerse para no terminar reducida a víctima. Dar rienda suelta a los instintos eróticos cuando la actitud depredadora masculina forma parte de nuestra vida cotidiana, supone, a menudo, tentar a la suerte. La autora propone avanzar por ese terreno tan polarizado imaginando ese feminismo vibrante «como una araña enorme y bella, que extiende sus patas, todas imprescindibles para caminar en equilibrio». Hablo con ella de algunos puntos clave, a veces cegados, de esta revolución de mujeres deseantes.

A pesar de la sobreexposición del cuerpo de la mujer y del sexo, ¿por qué el placer femenino sigue siendo tabú?

Las mujeres hemos sido sexualizadas y definidas por otro en cuanto al placer y al deseo se refiere. Bajo esa mirada patriarcal, androcéntrica, hemos sido hipersexualizadas como objetos de deseo. Pero al mismo tiempo nuestro propio deseo ha sido un tabú. Hemos sido construidas como objetos y no como sujetos. Ser sujeto implica poder hablar de las propias necesidades, deseos y fantasías y formar parte de quienes escriben los códigos y tienen los derechos a pedir, hablar y rechazar.

¿Qué peligro implica una mujer deseante para nuestro sistema?

Es una amenaza en la medida en que busca romper con ese orden de sujetos vs. objetos, pero también con otras dicotomías que crea el patriarcado, como la que hay entre las mujeres buenas y las putas, la mujeres para casarse y las mujeres para tener sexo. Hay una serie de patrones asentados y una mujer deseante los rompe. Pero lo cierto es que ninguna estamos en esos extremos, pues son caricaturas que no representan la realidad de las mujeres. En ese sentido ya supone un reto: añadir categorías y matices, cambiar las normas y los valores sobre los que se han construido la seducción, el ligue, el sexo, las relaciones, los afectos, etc. Lo que queremos en el fondo es revertir el statu quo, porque implica una revolución de lo privado, lo cotidiano y las relaciones.

¿Sigue siendo la idea de amor romántico una forma de control? ¿Cómo se adapta ese relato al mundo moderno?

Sí ha conseguido adaptarse a nuestro imaginario contemporáneo, pero sigue prevaleciendo ese sustrato que genera una aspiración interna que se nos inculca y que es la de encontrar a una persona para toda la vida. Es el mito de la media naranja, de la existencia de una persona que va a colmar todas tus necesidades y deseos constantemente, con todos los valores que lo acompañan: la monogamia, la exclusividad sexual, la posesión, los celos, etc. Es un mito tremendamente naturalizado en nuestra sociedad, por lo que aun nos cuesta criticarlo y ser conscientes de sus consecuencias. Esas consignas del amor romántico, además, perpetúan otros roles y estereotipos de género. Por ejemplo, la amenaza de la soledad o la soltería de las mujeres a partir de cierta edad. Quizá a nuestras abuelas esa penalización social les llegaba a los 18 y para nosotras llega a partir de los 40, pero sigue llegando.

Hace unos días se ha cuestionado el feminismo argentino por la muerte de Maradona. Pero, como decía Clara Serra en uno de sus tuits, “el feminismo argentino es enormemente valioso e interesante porque está siempre mucho más cerca de pensar la política en relación con el deseo y los afectos que de pensarla en relación con la moral y la culpa cristiana”.

Sin duda hay que reivindicar el feminismo argentino porque ha sido un feminismo que ha demostrado su potencia y capacidad transformadora en los últimos años y al que esta última ola le debe mucho, pues tiene su origen en América Latina, y a menudo nos cuesta reconocerlo porque tenemos una perspectiva muy eurocentrista.

En cuanto a Maradona, ya lo expresé en una columna sobre el tema. Tenemos que repensar cómo contamos esas historias, qué incluir en esos obituarios, cómo hacer esos homenajes. Además hay que reflexionar sobre la vida y la obra de esos ídolos y qué relación tienen con los delitos o prácticas machistas cometidos. Pero también creo que no podemos negar que estamos todas insertas en el mundo en el que vivimos y que todas y todos idolatramos a personas que, ya sean escritores, cineastas, actores, periodistas o músicos, ejercen machismo. Así es el mundo en el que vivimos y es una contradicción permanente ser feminista. Atacar a mujeres feministas porque hagan un duelo por la muerte de Maradona me parece tremendamente improductivo.

Precisamente en tu libro otorgas un lugar destacado a una de sus máximas exponentes, Luciana Peker, y su libro ‘Putita golosa’. ¿Qué podemos aprender de ella?

Además de que es un referente en el feminismo con perspectiva de género desde hace muchos años, Luciana Peker es una de las exponentes del feminismo del goce con un origen latinoamericano, un feminismo pensado desde los deseos y desde la calle. Ella tiene un discurso muy potente con respecto a cómo el placer nos sitúa a las mujeres deseantes en un escenario complicado. 

¿A qué otras representantes del feminismo argentino deberíamos seguirles la pista?

Mariana Carvajal (autora de ‘Yo te creo hermana’), Flor Alcaraz (co-fundadora de LATFEM noticias), Flor Freijo (autora de ‘Mal educadas’) o Leila Mesyngier (editora de la revista Anfibia), entre otras muchas. 

¿Se ponen en tela de juicio nuestros deseos? ¿Existe un deseo canónico por el que no seamos demonizadas?

El deseo femenino está más aceptado cuando sirve a otro objetivo que se entiende superior y que normalmente suele ser el amor romántico, el gustar a otros, dar placer… sería un deseo pensado por otros o dirigido hacia otros, más que enunciado en primera persona.

Ante la figura de la mujer sujeto, surge a menudo la del hombre frágil ¿Por dónde deben empezar ellos?

Por escuchar y atender a las mujeres. Parece sencilla, pero es una práctica revolucionaria para muchos hombres. Creo que ha sido clave en esta ruptura de silencio sobre la violencia sexual. Muchos hombres por primera vez han sido conscientes de ciertos episodios de violencia sexual a mujeres cercanas a ellos o de lo común de ciertas violencias que sufrimos las mujeres a lo largo de nuestra vida. Eso es porque nosotras hemos hablado y ellos incluso han llegado a preguntar y, a lo mejor, a cuestionarse. Creo que hay que hacer lo mismo sobre el deseo, el placer y el sexo. Como tarea individual siempre es más difícil todo, por eso decimos siempre que el feminismo es una forma de vivir individualmente y pensar colectivamente, una forma de decir que no se trata solo de hacer con tu vida lo que buenamente puedas, sino que es algo colectivo. Los hombres no tienen esa tradición.

El título de uno de los capítulos, ‘brecha orgásmica’, remite también a la brecha salarial entre mujeres y hombres. ¿Existe algún vínculo entre ambas fisuras? 

El vínculo es el de la denominación. Pero en general, tener vidas en las que cobremos más y tengamos empleos de mejor calidad y seamos menos precarias nos hará más fácil tener vidas placenteras en general. Mejorar las condiciones de vida también es un deseo que tenemos desde el feminismo.

Hablas del ‘destrato’ o del ghosting -cuando los hombres desaparecen después de una relación- y cómo las mujeres han aprendido una obligada “espera injustificada”, a no escribir de nuevo cuando no hallamos respuesta. 

En el capítulo ‘El destrato’, intento poner en palabras conductas que las mujeres encontramos por parte de los hombres cuando nosotras nos encontramos deseantes, activas o tomamos las riendas. Porque muchas veces encontramos conductas conscientes o inconscientes, como dejar en visto, desaparecer repentinamente, ponérselo difícil a la otra persona… son estrategias que pueden ser de hombres a mujeres, de mujeres a hombres, en relaciones homosexuales, bisexuales, etc. La cuestión es que sí hay una serie de comportamientos más sistemáticos que las mujeres encontramos a lo largo de nuestra vida por parte de los hombres. Eso es lo que denota que al otro lado hay hombres, o bien desconcertados o bien que sienten que actúan a la defensiva o en modo ataque violento -físico o psicológico- cuando encuentran mujeres sujetos.

En cuanto a esa reacción violenta ¿Cómo es tratado el tema del terror sexual en los medios de comunicación? ¿De qué manera debería enfocarse?

Es importante estar alerta para que esas violencias sexuales no se conviertan en un discurso aleccionador y en una nueva disciplina sexual para las mujeres. Una cosa es contarlo y denunciarlo y que tratemos de ligar esa violencia sexual a la estructura que la produce y otra es que estemos creando continuamente casos estereotipados que lo único que consiguen es aumentar el miedo sin más. El feminismo vibrante lo que propone es compensar el discurso de la violencia sexual con otra pata del discurso que verse sobre el sexo, los afectos y el deseo en positivo.

¿Y qué papel juega el porno en la cultura sexual contemporánea? 

Tiene un papel importante en la construcción de imaginarios sexuales porque el acceso ha sido cada vez más fácil. Pero también me preocupa el discurso que pone todo el énfasis en el porno como responsable de conductas machistas o de la violencia sexual. Está bien repensar el porno y alentar de ese consumo tan temprano, tan fácil y sin filtros. Pero tenemos que poner énfasis en la verdadera necesidad: educación sexual y afectiva, desde infantil, adaptada a cada edad y constante. Eso es lo que marca un punto de inflexión. Si no tienes educación sexual y afectiva claro que va a haber productos que hagan otras funciones o que puedan crear distorsiones.

Comida rápida, moda rápida y ahora también orgasmos rápidos gracias succionadores como el Satisfyer, tan nombrado a lo largo del libro. ¿Supone algún peligro la mercantilización del placer clitoriano?

Me parece que nunca hemos hablado del peligro del sexo rápido cuando los hombres se masturbaban en tres minutos viendo una peli porno, por lo que me da rabia que pongamos el foco en esto cuando se trata de que nosotras nos corramos en tiempo record. Creo que tenemos derecho a hacerlo, que está muy bien que lo hagamos, mientras no digamos que ese es el summum del sexo. Queremos tener un orgasmo en tres minutos, pero también en diez minutos o en una hora, de muchas formas distintas, con o sin juguetes sexuales. Todas las opciones son válidas.

Ana Requena Aguilar es periodista, en 2014 lanzó el blog micromachismos y actualmente es redactora jefa de Género en eldiario.es