Los dibujos de Daisy Patton capturan el momento previo al olvido total, cuando alguien ha muerto y los últimos que le recuerdan van a morir.
A Daisy Patton le preocupan las muertes. Aquella real, cuando todos nos vamos de este mundo, y la que se produce cuando la única persona que se acuerda de nosotros toma su último aliento.
Las fotografías de familia son los vasos de la memoria que guardan recuerdos íntimos, bonitos o amargos. Disociadas de sus reminiscencias, las imágenes pierden las emociones que podrían traducirse en la historia que esconden. Daisy tiene miedo de que terminemos por ahogarnos en una cultura visual abrumadora y se pregunta «¿qué lugar ocupa una antigua foto de familia fuera de su lugar de origen?»
En El olvido es tan largo ella pinta sobre fotografías de origen desconocido que ha ido coleccionando. Es su manera de reimaginar y volver a dar vida a esas personas, la forma de hacer un «monumento a los olvidados». Un modo de alargar el momento de la muerte al que se refería Barthes, y dar una cierta apariencia de purgatorio suspendido en el tiempo a cada una de esas instantáneas.
