Frida Kahlo: Una vida de superación y lucha en 10 obras

06 / 07 / 2017
POR Jaime Martínez

Convertida en uno de los mayores iconos femeninos del siglo XX, rememoramos los episodios que marcaron la vida de la artista mexicana coincidiendo con el 110º aniversario de su nacimiento.

 

 

“Creían que yo era surrealista, pero no lo era. Nunca pinté mis sueños. Pinté mi propia realidad”. Con estas palabras Frida Kahlo se desvinculaba del movimiento artístico al que pretendían ligarle a autores como André Breton, describiendo mejor que nadie el carácter autobiográfico de sus obras.

Marcada por la polio que sufrió de niña y por las graves secuelas de un accidente durante su adolescencia, utilizó la pintura como medio de expresión con el que aliviar el dolor de los episodios más duros de una vida que luchó por poder vivir, consciente de que “Cada (tic-tac) es un segundo de la vida que pasa, huye, y no se repite. Y hay en ella tanta intensidad, tanto interés, que el problema es sólo saberla vivir”.

Coincidiendo este 6 de julio con el 110º aniversario de su nacimiento, pasamos a recordar con estas 10 obras los capítulos más relevantes de la vida de Frida Kahlo, icono de superación y lucha.

 

1. Mi nacimiento, 1932.

Utilizando la pintura para expresar los sentimientos de perdida y soledad que acompañaron a la muerte de su madre y a su segundo aborto de Diego Rivera, Frida realizaba esta impactante pintura exvoto en la que se representaba a sí misma saliendo del útero materno.

 

Mi nacimiento, 1932.

 

2. El autobús, 1929.

Con una clara influencia de la obra de Rivera, y haciendo referencia al terrible accidente de 1925 en el que el autobús en el que viajaba fue arroyado por un tranvía, Frida pintaba en 1929 El autobús.

En ella la artista representa diferentes arquetipos de la sociedad mexicana, una ama de casa, una mujer amamantando a un hijo, un “gringo” que sostiene una bolsa de dinero, una joven en el papel de la propia Frida, y un hombre de peto azul como la persona que la ayudo a deshacerse de las piezas que le atravesaron el cuerpo durante un accidente que le provocó la fractura de la columna vertebral, de varias costillas, de la clavícula y de la pelvis.

Será a raíz de este suceso cuando Frida comience a pintar de una manera constante, para lo que su madre encarga hacer un caballete especial que poder acoplar a la cama en la que se ve obligada a pasar los largos periodos de convalecencia.

 

El autobús, 1929.

 

3. Frida y Diego Rivera, 1931.

A través de su amiga, la fotógrafa y activista Tina Modotti, Frida comienza a relacionarse con los círculos comunistas mexicanos de los que ya formaba parte Diego Rivera, con quien contrae matrimonio en 1929. A aquel matrimonio plagado de infidelidades, pasiones y traiciones, al que le seguirían un divorcio y una segunda boda, se le conocería como “la unión entre un elefante y una paloma”.

En esta obra de 1931 Frida representa a Rivera como pintor, portando en la mano sus utensilios de trabajo, mientras se retrata a si misma con un vestido tradicional mexicano en el papel de esposa.

 

(1) Frida y Diego Rivera, 1931. (2) Frida Kahlo y Diego Rivera por Carl van Vechte, 1932.

 

4. Autorretrato en la frontera entre México y Los Estados Unidos, 1932.

Tras su matrimonio la pareja fija su residencia entre los años 1931 y 1934 en diferentes ciudades de los Estados Unidos, donde la obra de Diego Rivera es cada vez más valorada.

Es durante esta etapa cuando, como reflejo de la profunda soledad por la que atraviesa debido a los numerosos trabajos de su marido, Frida pinta este Autorretrato en la frontera entre México y Los Estados Unidos. Se siente sola y recuerda con nostalgia a su querido México, presente en la pintura mediante elementos tradicionales y naturales en contraposición a la frialdad de unos Estados Unidos representados por un paisaje artificial dominado por la tecnología y el desarrollo industrial.

 

Autorretrato en la frontera entre México y Los Estados Unidos, 1932.

 

5. La cama volando, 1932.

Durante la estancia en Detroit del matrimonio Frida padece el segundo de los tres abortos que sufrirá a lo largo de su vida. Un suceso terriblemente dolorosos que la artista se decide a plasmar aquel mismo año con esta obra.

En el cuadro observamos a una doliente Frida tendida sobre la cama del Hospital Henry Ford, con el vientre todavía hinchado por el embarazo y sujetando seis hilos a modo de cordones umbilicales de cuyos extremos penden diferentes objetos de carácter alegórico. La imagen principal corresponde a la del propio no nacido, el pequeño “Dieguito” que tanto deseaba tener, mientras que las otras cinco corresponde a las figuras de un caracol, en alusión a la lentitud del propio aborto, un torso femenino, una extraña maquina para “explicar la parte mecánica de todo el asunto”, una pelvis, en referencia a la parte fracturada de su propio cuerpo que le imposibilita poder tener hijos, y una orquídea, regalo de Diego durante su convalecencia.

 

La cama volando, 1932.

 

6. Allá cuelga mi vestido, 1933.

Mientras su marido permanecía ocupado realizando sus polémicos murales para el Rockeffeler Center de Nueva York, Frida crea esta obra – la única en la que empleará la técnica del collage – en la que representa de manera irónica y sin cortapisas la decadencia de la Gran Manzana y del sistema capitalista.

Desde su primera visita a Nueva York en 1931, la ciudad y sus dramáticos contrastes sociales le despertaron una sensación de inmoralidad que ya entonces no dudó en compartir con su madre mediante carta, “Hay tanta riqueza y tanta miseria al mismo tiempo que parece increíble que la gente pueda aguantar una diferencia de clases así y soporte la vida de esa forma, pues hay miles y miles de gentes muriéndose de hambre, mientras por otro lado los millonarios botan millones en estupidez y media”.

 

Allá cuelga mi vestido, 1933.

 

7. Las dos Fridas, 1939.

Tras su vuelta de Estados Unidos la relación entre Diego y Frida se va deteriorando a raíz de las continuas infidelidades del artista, llegando a un punto de inflexión en el momento en el que Frida conoce la aventura de su marido con su hermana Cristina.

A partir de entonces serán constantes las infidelidades por ambas partes, con María Felix o Dolores del Río en la lista de amantes del pintor, y con Isamu Noguchi o Trotsky, junto al nombre de alguna que otra mujer, en la lista de Frida.

Es en este clima de aversión entre la pareja cuando Frida pinta Las dos Fridas. En ella representa el dualismo de sus orígenes sentando junto a la Frida de raíces mexicanas que tanto adoraba Diego, a la Frida europea, vestida de blanco y con el corazón roto y desangrándose a favor de la otra Frida, que sostiene entre sus manos un pequeño retrato del pintor.

 

Las dos Fridas, 1939.

 

8. Autorretrato con pelo corto, 1940.

Nada tiene que ver la Frida de esta obra, la primera que pinta tras separarse, con la que veíamos en aquella pintura de la pareja de 1931.

Si en aquella ocasión se nos mostraba una mujer sometida a las necesidades del “gran pintor” en su papel de esposa, en esta ocasión se nos aparece como una mujer empoderada de pelo corto, vestida con un traje de hombre, posiblemente del propio Rivera, y bajo la leyenda: “Mira que si te quise fue por el pelo, ahora que estás pelona ya no te quiero”. Atrás quedaban los vestidos tradicionales y la larga melena que tanto agradaban a Diego, trasmitiendo la imagen de una mujer fuerte y liberada.

 

(1) Autorretrato con pelo corto, 1940. (2) Frida Kahlo y Diego Rivera, 1950.

 

9. La columna rota, 1944.

Tan solo 8 meses después de su separación Frida y Diego volvían a contraer matrimonio. Una nueva etapa de la pareja en la que Frida no renuncia a una independencia económica que consigue a través de su trabajo, y de la venta de unas obras cada vez mejor valoradas tanto dentro como fuera de su país.

Pero al contrario que su valoración como artista, sus problemas de salud no hacen más que empeorar. Es entonces cuando vuelca todo su dolor físico y emocional realizando este autorretrato en el que la vemos atada a un corsé de acero, mientras su frágil y dañada columna queda expuesta como motivo central de una composición en la que su cuerpo se muestra estoico mientras es aguijoneado por una multitud de clavos. Como ella misma explicaría, la obra incluye un mensaje de esperanza que bien podría extrapolarse al conjunto de su vida, “Tienes que reírte de la vida”, señalando el detalle de que si “miras los ojos muy de cerca… las pupilas son palomas de la paz. Esta es mi bromita sobre el dolor y el sufrimiento”.

 

(1) La columna rota, 1944. (2) Frida Kahlo pintando su corsé de yeso sobre la cama del hospital, 1951.

 

10. Viva la vida, 1954.

Avalada por artistas como André Breton, Picasso, Miro o el propio Diego Rivera, hacia el final de su vida las obras de Frida Kahlo habían sido objeto de muestra en diferentes exposiciones en Nueva York, Boston, Filadelfia, París, México o San Francisco, había aparecido en diferentes números de la revista Vogue, e incluso la diseñadora Elsa Schiaparelli había creado un vestido inspirado en ella.

Con su salud cada vez más deteriorada, en 1953 se le organiza en la Galería de Arte Contemporáneo de México su primera muestra individual en su país, a la que la pintora finalmente asiste tendida sobre una cama que se coloca en el centro de la exposición. Aquel mismo año sufre una gran depresión tras la amputación de su pierna derecha, y tras varios intentos de suicidio, finalmente muere a los 47 años un 13 de julio de 1954. Como última obra terminada, una naturaleza muerta compuesta de varias porciones de sandía sobre las que grava la frase “Viva la vida”.

 

Viva la vida, 1954.