Marina González Guerreiro: “Cuando me expongo, dejo entrar”

13 / 05 / 2022
POR Claudia Valero

La artista plasma en su exposición preciosista ‘Buen Camino’ el equilibrio entre orden y desorden, control y azar, instantes e intimidad. En #VEINDIGITAL hablamos con ella sobre los puentes emocionales, vitales y artísticos que conectan su obra.

‘Buen Camino’ de Marina González Guerreiro en La Casa Encendida.

‘Buen camino’, de la artista gallega Marina González Guerreiro, es la segunda escena del ciclo expositivo ‘Fantástico Interior’ para La Casa Encendida de Madrid, comisariado por Rafa Barber. A través de la acumulación de materiales utilizados y precarios, la artista construye una escena cuya belleza radica en los instantes rutinarios de la vida y la forma en la que toma espacio la intimidad a través de los detalles

La combinación de objetos que componen la obra encuentran su lugar, crean amistades y conexiones con significado. La obra busca el equilibrio entre el orden y el desorden, entre el control y el azar. A modo de ritual, se explora la idea de tránsito, de cambio de etapa, de marcha hacia otro lugar, salir de dentro hacia fuera. En #VEINDIGITAL hablamos con Marina González Guerreiro sobre estos puentes emocionales, vitales y artísticos que conectan su obra.



Tu obra está compuesta por materiales precarios y usados. ¿Por qué apuestas por este tipo de recursos? ¿Cómo es el proceso creativo de convertirlos en una obra de arte?

Para mí surge de manera muy natural, me cuesta deshacerme de las cosas, me gusta guardar. Me parece difícil crear a partir de la nada; aunque bien es cierto que a veces he necesitado un marco, un vacío, y vuelvo entonces al papel, a sus límites, por eso me encanta dibujar. Cuando estoy saturada de posibilidades, recurro también a la cerámica, donde se parte de lo informe y el propio barro te da unas limitaciones muy claras. Sin embargo, para mis esculturas más complejas, voy poco a poco guardando objetos y materiales en el taller. Hay algo bonito e incluso divertido en su encuentro, a menudo fortuito. Los objetos conviven en el taller y cambian de sitio a menudo, hasta que encuentran su lugar. Siento que paso mucho tiempo intentando encontrar el lugar de las cosas, generando amistades entre ellas. Me resulta interesante y estimulante también pensar en la memoria de la materia, en la vida de los objetos: la que tienen antes de llegar a nosotros, y la posterior, una vez los perdemos de vista.

‘Buen camino’ supone salir de dentro hacia fuera. ¿Qué emociones te han recorrido durante este curso creativo?

Comenzar a trabajar en una exposición es detonante de muchas cosas: desde la recopilación de materiales hasta el montaje, es una aventura en el que una se mete pero no sabe cómo va a resultar hasta que todo acaba. Hay por tanto, incluso para mí, que soy quien hace las piezas, cierto misterio y mucha curiosidad por saber cómo acabarán siendo.

Trabajo de una forma poco proyectual, poco cerrada de antemano, con muy pocas certezas: hago pocos bocetos y casi siempre son muy vagos, dejo muchas decisiones para el montaje, termino las piezas en sala… Esta manera de relacionarme con la obra me requiere ser capaz de sostener la incertidumbre, tener paciencia y mantener la fe. A menudo trabajo desde lo pequeño a lo grande, por lo que tardo en ver resultados, pero poco a poco todo va tomando forma.

La elección del puente como elemento unificador y conductor de toda la exposición tiene que ver a nivel vital para mí con un deseo de unión, de salir de uno mismo, de crear caminos de ida y vuelta, para sobrevolar juntos el abismo.

Lo cierto es que preparar esta exposición para La Casa Encendida ha sido un proceso muy enriquecedor, y de madurez en muchos sentidos. La propuesta de Rafa Barber me coincidió a nivel vital con mi vuelta a mi casa familiar en Galicia. Es el primer proyecto grande que preparo desde allí, y esto ha marcado sin duda no solamente los materiales que he encontrado por la zona (como las cuerdas de amarre de barco que forman el puente), sino también la forma de acercarme de nuevo a mi entorno, a través de las pequeñas aventuras que ha supuesto cada pieza, la ayuda que he necesitado… ha sido una bonita forma de volver a casa. La propia elaboración de la exposición ha sido un camino de regreso, pero para llegar de alguna manera a otro lugar.

¿Qué significado aporta el título, ‘Buen camino’?

‘Buen camino’ es una expresión utilizada generalmente como despedida entre los peregrinos. Es una frase que surgió en diferentes conversaciones entre Rafa Barber y yo a lo largo de la preparación de todo el proyecto y decidimos mantenerla como título a modo de deseo de buena suerte, de buen viaje.

Hablas de instantes rutinarios y de intimidad. ¿Cómo haces llegar estos conceptos al espectador

Pienso que en mis exposiciones hay una Invitación al espectador a entrar en un mundo propio. Creo que cuando me expongo, dejo entrar. En las piezas que muestro en ‘Buen camino’, pienso que hay también una invitación a detenerse en los detalles, a parar, a navegar la mirada por multitud de pequeños rincones. La relación entre lo que es valioso y lo que no lo es también se pone en juego, así como lo que permanece y lo que perece, lo que está acabado y lo que está en proceso, lo pequeño y lo grande,…

La obra está llena de puentes de diferentes formas, tamaños y materiales. ¿De dónde nace la inspiración? ¿Qué significación tienen dentro de la vida de la obra?

En ‘Buen camino’ doy forma a una idea que lleva rondando mi cabeza desde hace algo más de un año: ¿cómo construir un puente?

Un puente une dos orillas, construye un camino para salir de uno mismo e ir a hacia el otro. Para mí es un símbolo que nos habla de tránsito, de cruzar para llegar a otro lugar, de sobrevolar el vacío. También es símbolo de unión, de amor. En la exposición hay muchos puentes en proceso, a medias todavía, y me interesa precisamente esa labor de construcción.

‘Buen camino’ está lleno de detalles, ¿qué elementos destacarías personalmente?

Además de muchos puentes, también hay aviones, barcas, campanas, flores amarillas, soles amarillos, arroz, calendarios, medallas, árboles llenos de fruta,…

Las flores amarillas, como los Chuchameles o el Mayo, para mí hablan de la llegada de la primavera, de la alegría y la esperanza. Nacen silvestres a los lados de los caminos y funcionan a modo de buen augurio. El arroz también me lleva a pensar en la abundancia, en la celebración. Tirar arroz, como se les tira a los novios cuando se casan, me parece un acto de derroche precioso. Cada material tiene para mí una poética. Uso también elementos muy cargados simbólicamente, pero a la vez me gusta mantener el significado lo suficientemente abierto para que cada visitante pueda navegar a su manera.

¿Qué te inspira en el día a día? ¿Cuáles son tus referentes?

Creo que estar de buen humor es lo más inspirador que hay para mí. Me gusta mucho caminar, mi novio y yo paseamos mucho y hablamos, esos paseos siempre son inspiradores. La propia actividad en el estudio, el propio hacer, es también inspirador en sí, ya que una acción te lleva a otra, y si consigues entrar en ese juego, pasan cosas. Disponer del tiempo y tener la mirada contenta para apreciar las pequeñas sorpresas que traen los días: estar disponible. A veces no es fácil, pero intento estar ahí.

Me gustaría mencionar a compañeros y amigos que nos acompañamos y retroalimentamos desde hace tiempo: Raúl Lorenzo Pérez, Susana Pérez Gibert, Paula Noya de Blas, Paula García-Masedo, Daniel Dobarco, Gema Quiles, Sandra Mar, Juan de Dios Morenilla…

¿Qué conexiones presenta esta obra con otras anteriores como ‘Given Time’ (2021) o ‘Una promesa’ (2020)?

La estantería que se muestra en ‘Buen Camino’ la planteé desde un principio como una continuación de la mesa que presenté en ‘Dar el tiempo’ (Intersticio Lnd, 2021). Era una mesa bajita que estuvo en mi taller un par de años, y que fui llenando de manualidades, regalos, piedras talladas a modo de pisapapeles, restos de materiales, tazas… Para mí, la estantería (que es una réplica del mueble que he tenido siempre la habitación de mi casa familiar), es sin duda consecuencia de aquella mesa, que ha crecido. La búsqueda de una condensación del tiempo a través de la acumulación de gestos, es también una preocupación plástica que tengo y que se mantiene desde ‘Una Promesa’ (Rosa Santos, 2020).

Si tuvieses que definir tu universo artístico, ¿cómo sería?

Me obsesiona el tiempo, cómo ubicarse en él, la posibilidad de dejar de medirlo, cómo evadirlo, cómo condensarlo, cómo alterarlo… a menudo pienso que en el taller lo que busco es un tiempo propio. Me interesa una práctica artística que enriquezca la vida, y me alejo de toda concepción del arte como sacrificio.

Un artista vive en constante inspiración. ¿Algún impulso creativo nuevo con el que ya hayas empezado a trabajar?

Ahora mismo me encuentro de vuelta en casa tras la inauguración. De momento me apetece hacer actividades tranquilas, que me hagan volver a conectar con mi ritmo después de estas semanas intensas. Volver al marco, a los límites: me apetece sobre todo dibujar y pintar sobre azulejo.

Este 2022 tendré la suerte de poder trabajar en el Museo Oteiza (Navarra), en el Casal Solleric (Mallorca) o en el TEA (Tenerife). Estoy preparando también varias actividades para llevar a cabo en el marco del Programa Art i Context del IVAM (Valencia), lo que me apetece mucho.

Visita ‘Buen camino’ hasta el 19 de junio en La Casa Encendida