Hace unos días nos dejó la «abuela de la Nueva Ola del cine francés». Inquieta y curiosa, abrió las puertas de la cinematografía a otras mujeres y peleó por un cine libre y exento de publicidad.
Agnès Varda, conocida como la «abuela de la Nueva Ola del cine francés» nos dejó la semana pasada. La pasión de la cineasta la llevó a dirigir películas hasta sus últimos años de vida. Su último trabajo «Caras y lugares» junto al artista callejero JR le valió una nominación al Oscar por mejor documental el año pasado y se convirtió así en la persona más mayor en ser nominada.
Desde que debutó fue un referente para muchas mujeres que ansiaban ponerse detrás de una cámara. En una entrevista al periódico El Mundo hace aproximadamente dos años recordaba su impacto en la industria. «Sugerí a las mujeres que estudiasen cine. Les dije: ‘Salid de las cocinas, de vuestras casas, haceos con las herramientas para hacer películas'». En sus 60 años de carrera experimentó y reivindicó un cine libre y exento de publicidad. En la misma entrevista, la cineasta se enorgullecía de su forma de hacer cine. «No conseguiré dinero, pero al menos hago un cine que es libre» aseguraba. Y es que su última película pudo llevarse a cabo gracias a un crowdfunding y financiación del MoMA de Nueva York y la Fundación Cartier. El dinero y el éxito nunca fueron los motores de esta artista. La fotografía fue otra de sus pasiones. A los 80 años encontró en las instalaciones artísticas una nueva forma de expresión que la llevó a exponer en la galería parisina Nathalie Obadia el año pasado.
Se pasó la vida buscando financiación para sus películas, pero eso nunca la frenó en su empeño por hacer un cine que bebía de sus propias experiencias y en las que su persona fue poco a poco ganando protagonismo. En #VEINDIGITAL hemos seleccionado cinco de sus películas (ha sido una elección difícil) para que descubras el universo y la mirada de una cineasta movida por la pasión de contar historias reales.
Cléo de 5 à 7 (1962)
Es su película más famosa. Fue nominada la Palma de Oro en Cannes como Mejor película y obtuvo excelentes críticas. Narra las dos angustiosas horas de espera que una corista interpretada por Corinne Marchand vive tras hacerse una biopsia a la espera de los resultados. El temor a tener un cáncer y la incertidumbre la llevan a pasear. Por el camino se encontrará con diversas personas, pero lo más importante es que comienza a mirarse a sí misma y descubre que hasta entonces ha estado manipulada por los hombres, algo que la cineasta nos revela a través de los múltiples espejos en los que se refleja la protagonista.
Una canta, la otra no (1977)
Este filme recrea la amistad de dos mujeres en la Francia de la segunda mitad del siglo XX. Pomme y Suzanne se conocen cuando Pomme ayuda a Suzanne a interrumpir un tercer embarazo que no se puede permitir. Pierden el contacto pero se reencuentran diez años más tarde. Las dos mujeres han tomado caminos muy dispares pero comparten confidencias. Es su primera película expresamente feminista en el que resalta las identidades femeninas e introduce un atrevido concepto, el de la felicidad de ser mujer, alejado de la queja y el revanchismo.
Sin techo ni ley (1985)
Esta película se alzó con el León de Oro en el Festival de Venecia y muchos la consideran su mejor trabajo junto a “Cleo de 5 a 7”. Una dura historia que recupera los últimos momentos de una adolescente vagabunda que ha muerto helada en una zanja en invierno. A través de flashbacks y pequeñas entrevistas que rozan el formato documental a la gente que la conoció, Varda la recupera del olvido y confronta al espectador con la represión social que experimentan las mujeres.
Los espigadores y la espigadora
Este filme fue incluido en la lista de las mejores películas del siglo XXI de la BBC y es el mejor ejemplo de cómo la cineasta se fue convirtiendo en personaje protagonista de sus propios trabajos. Varda se encontró a lo largo de su vida con espigadores, recolectores y gente que buscaba entre la basura. Ya sea por necesidad, por azar o por obligación, es gente que se dedica a recoger objetos que otros han desechado. Para la cineasta era un mundo sorprendente que contrastaba con el mundo de los espigadores de ayer, el de las mujeres campesinas que escarbaban para conseguir los pequeños granos de trigo que quedaban después de la cosecha.
Caras y lugares (2017)
En esta lista no podía faltar este documental. Co-dirigido con el artista callejero JR, es fruto de un viaje a través de la Francia rural. Recibió una nominación al Oscar por mejor documental en 2018 y Varda se convirtió así en la persona más mayor en ser nominada a un Oscar. Varda y JR eran amigos y compartían el mismo interés por contar la historia de gente desconocida, algo característico en la obra de esta directora que rara vez se centraba en personas conocidas o en posición de poder. Este filme demuestra que la pasión puede llevarte lejos.
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