‘Una madre’ (AdN de Novelas) es la segunda obra de la novelista Alejandra Parejo. Una novela cargada de sensibilidad que habla de la maternidad, los cuidados y la salud mental.
Hay libros con la capacidad de hacernos ver que lo importante se reduce a un puñado de cosas, y este es uno de ellos. Alejandra ha conseguido defender en esta obra, ‘Una madre’ (AdN de Novelas), lo mejor de la ficción, que es cuando muestra, refleja y explica. A través de una historia sencilla, los personajes se van dibujando poco a poco, la trama va cogiendo altura y uno entra en la historia como haría en su propia casa, con una familiaridad inusual. Todo el libro está tejido en una intimidad universal, la que habla del amor, los cuidados y la familia. Una novela para disfrutar con la misma calma con la que avanza la trama, y con el mismo cuidado con el que Alejandra lo ha tejido.
Pasa a veces que, al escribir, uno siempre coge temas que pueden serle conflictivos, o que despiertan algún tipo de obsesión, que tocan en algún punto al autor. ¿Qué conflictos tenías abiertos en tu vida al iniciar este libro?
Los conflictos que puedo tener en común con esta historia son las dudas que a mí me surgen sobre la maternidad: el pensar en la responsabilidad que implica cada paso que das, las cosas que va a absorber tu hijo, cómo le enseñas el mundo, esa parte de carga genética, valores, ideas… Estoy en una edad en la que todo el mundo a mi alrededor empieza a tener hijos, y también pasa a ser tangible que yo pueda tenerlos, así que me hago todas esas preguntas. El miedo a esa responsabilidad que implica la maternidad está en el libro y es un conflicto que tengo. Todo lo que tiene que ver con la salud mental también es algo que me preocupa. En mi familia no hay nadie con trastorno bipolar, como sí sucede en la novela, pero me aterroriza que la salud mental afecte a alguien que quiero o a mí misma. También me preocupa la salud mental por el estigma que supone en diferentes ámbitos. Es sencillo caer en la trampa de pensar que alguien se comporta de manera diferente o poco adecuada y que lo está haciendo aposta o hay una tendencia a pensar que quizá esa persona no está luchando lo suficiente para estar bien, como si todo dependiera de la actitud o de una decisión sin tener en cuenta la química. Todo esto me llevó a plantearme la responsabilidad que tenemos como hijos desde que nacemos. Es probable que, en algún momento de nuestra vida, los papeles cambien y cuidemos de nuestros padres en su vejez. A veces puede ser más llevadero, pero cuando hay una enfermedad de por medio los cuidados te pueden cambiar mucho la vida. Yo siempre he dado por hecho que cuidaré de mis padres. Primero, porque ellos han cuidado de mí. Y, segundo, porque me nace hacerlo así. Pero me preguntaba, ¿si ellos no me hubiesen cuidado de la manera que lo han hecho me saldría el ser tan generosa? Y de ahí sale la trama principal de la novela. Entender la magnitud de lo que implica la maternidad, la vejez y los cuidados y más si hay una enfermedad de por medio, es muy complicado y supongo que por eso me hago todas estas preguntas que están en el libro.
En los agradecimientos del libro dabas a entender que te habías basado en la historia de una amiga o conocida para reflejar el trastorno de bipolaridad que sufre la madre de tu protagonista ¿Cómo fue ese proceso de investigación o de toma de contacto con esa situación?
Pues bastante curioso. Yo ya tenía claro que quería hablar de esto. La persona que me ayudó a documentarme es amiga muy cercana de mi familia. Es una mujer más o menos de mi edad y un día fuimos a tomar algo y estuvimos horas hablando. Me contó detalles que agradezco muchísimo, fue muy generosa al abrirse así. En esa conversación me di cuenta de lo difícil que es aceptar la enfermedad de una madre. Ella tenía esa dualidad que yo quería que se viera en Bruna, la protagonista, y que hace que el amor que se puede sentir por una madre esté acompañado del rencor y al enfado que una enfermedad así puede traer. En esa dualidad hay una fuerza que las aleja y a la vez un esfuerzo constante por no perder el amor que existe. Ella me ayudó a entender un poco mejor el trastorno bipolar y las emociones que se despiertan en diferentes etapas o épocas de la enfermedad.
¿Sabes si leyó el libro?
Pues no lo sé, sinceramente. Sí que se lo di al familiar que nos une porque para mí era importante que tuviera uno, pero no sé si lo ha leído. Llevo unos meses muy locos de trabajo y todavía no he tenido la oportunidad de hablar con ella, pero lo haré, claro.
Se me ha hecho muy curioso enterarme de que la historia no guarda elementos autobiográficos. ¿El hablar de todos estos cuidados y meterte tanto en la historia te ha ayudado a ver a tu madre desde otro ángulo?
La historia es ficción totalmente. Lo que sí están son las preguntas que me hago sobre todos estos temas. Hay algo de la rumiación del pensamiento o la ansiedad que sufre Bruna en algunos momentos, por ejemplo, que sí he vivido, pero por temas diferentes. Quizá sí me ha ayudado a ver a mi madre desde otro lugar porque esa necesidad que tiene Bruna de querer a su hijo y de estar a la altura en todo momento, me llevó a pensar en la culpa y la responsabilidad que ha podido sentir la mía.
¿Cuándo decides escribir esta historia? ¿Cómo es el cuadro de ti misma cuando empezaste con esta novela?
Empecé a pensar esta historia justo antes de la pandemia. Durante el encierro tuve un momento de bloqueo total con la escritura por varios motivos. El año de la pandemia fue muy bueno para mí, que sé que es algo que suena mal, pero lo fue. Estaba bien en el trabajo, estudiaba un master de narrativa, me acababa de enamorar. Y bueno, admito que a veces cuando estoy en momentos de tanta felicidad me cuesta más encerrarme a escribir. También tuve un accidente de coche dos meses antes de la pandemia y creo que fueron demasiadas emociones. Durante la pandemia me puse a escribir un texto que empecé con una frase que decía “yo no iba a cuidarte” y ahí, sin planearlo mucho, salió la voz de Bruna. Mi situación cuando empiezo la novela fue esa: encerrada en casa sola por la pandemia, con contradicciones sobre mis emociones, con algo de frustración por no escribir todo lo que me hubiera gustado y ahora me doy cuenta de que la frase inicial que me llevó a esa voz, salió allí, así que ese tiempo de encierro fue más productivo de lo que pensaba.
Sobre el personaje de Bruna me llamó la atención que está como a punto de desvivirse entre dos personas, y si bien su vida parece casi diminuta, su vida interior es muy rica, llena de impresiones y de sensibilidad. ¿Todo eso lo elegiste así o te salió natural?
La voz salió natural, pero sí elegí y me esforcé en que todo lo que se callaba estuviera plasmado en el pensamiento. También quise que la poca comunicación que había entre ellas tuviera un peso en la novela, por eso quise encerrarlas en algún lugar, obligarlas a comunicarse. Y para ello utilicé esa casa de la infancia en el pueblo, una casa por la que Bruna no siente ningún tipo de pertenencia. Quería colocar ese desarraigo incluso cuando está con su madre y por eso pedía, de alguna manera, ser muy cauta con todo lo que decía y que el rencor no le dejase conectar con las personas con las que está en ese espacio. Me apetecía estar muy presente dentro del pensamiento de Bruna, hablar de la ansiedad, la rumiación, el rencor, lo complicado que es no mostrarse vulnerable y callar y para eso quise crear una especie de monólogo interior interrumpido por lo externo que la rodea.
Has usado muy bien en la novela el pueblo para incentivar el conflicto, la necesidad de hablar, el recogimiento… Como autora, ¿de qué manera valoras los diferentes espacios que hay y qué te inspiran? Ya sea pueblo, ciudad…
Valoro mucho los espacios porque ayudan a contar matices importantes de la historia. La casa de la madre de Bruna tiene el suelo pegajoso porque el rencor y la enfermedad son pegajosos, por ejemplo; el pueblo, los espacios pequeños, que haya menos gente en un lugar también enfatiza el estigma que puede haber alrededor de la enfermedad. Por otro lado, quería dejar de idealizar la ciudad y el pueblo. Tengo la sensación de que con la pandemia o incluso las redes sociales se ha idealizado mucho lo de salir de la ciudad. Y yo misma lo he hecho. Quería poner encima de la mesa que todo tiene sus luces y sombras, como la maternidad. Uno puede estar muy infeliz tanto en la ciudad como en un pueblo. Es cierto que el pueblo me vino bien para aislarlas porque es un sitio con menos distracciones. He vivido en Madrid 15 años y siempre hay algo que hacer. En cambio, en el pueblo, Bruna y su madre tenían casi la necesidad o la obligación de cruzarse en la cocina y tener que hablar. No solo escojo los espacios por bonitos, los escojo porque me interesan y tienen una utilidad dentro de la historia. La casa también me sirvió. Bruna intenta cambiar las cosas de sitio y mejorarlo todo, como si así también pudiese cambiar a su madre y se acaba dando cuenta de que las cosas son como son y que no puede transformarlas.
Tu libro parece escrito sobre 4 o 5 elementos que consigues exprimir muy bien hasta conseguir una historia compleja y muy completa. ¿Hubo algo que se te quedó fuera?
La primera versión que hice sobre la novela era mucho más condensada. Quería hacer una historia con pocos personajes, que sucediera todo en el mismo espacio, pero con la primera versión y gracias al consejo de un buen amigo, me di cuenta de que era un poco asfixiante. Añadir nuevas tramas y personajes me ayudó a quitarle oscuridad.
Tu novela me tuvo un parentesco con “Apegos Feroces”, de Vivian Gornick. A veces parece que un conflicto lleva a ponerte en la piel del otro y entender sus errores y su vida. ¿Tú crees que el amor ciego por los familiares hace que a veces los padres tengan más una función que una vida, con sus dolores y su significado?
Hay una frase en ”Apegos feroces” que dice “el amor hay que ganárselo, incluso entre madres e hijos”. Me impactó mucho porque es muy dura, pero muy real. A veces damos por hecho cosas el amor que viene de la familia. Sobre todo el que tiene que ver con padres y madres, incluso más con las madres, y creo que no debería de ser así. Ni que se dé por hecho el amor de los hijos hacia sus padres. Con frases como “el amor todo lo puede”, lo único que conseguimos es aceptar violencias que no deberían darse en la familia. El amor va unido al cuidado, al respeto, a la generosidad y a la dedicación. A veces siento que hay conversaciones que nunca he tenido con mi madre o con mi padre, que no les he preguntado cosas que tienen que ver con su juventud o con sus preocupaciones porque parece que ellos siempre han sido los de ahora, siempre han sido mis padres, y no es así, evidentemente. El amor también es hacer el ejercicio de ser generosos, darnos cuenta de que también fueron jóvenes, tuvieron miedos y se equivocaron, de pararnos a preguntar. Y al revés, claro.
¿A tu madre le gustó el libro?
Sí, le gustó mucho, aunque le pareció muy duro. Recuerdo que terminó de leerlo en un vuelo Madrid-Palma y fui a recogerla. Cuando entró en el coche se puso a llorar. Siempre me apoya con todo lo que quiero hacer y supongo que eso también tiene que ver con la emoción que sintió al leerlo.
¿Qué tal la recepción y cómo te vino a ti escribir el libro?
A mí me ha venido muy bien sentir que podía escribir otro libro. Tenía miedo de no ser capaz, como si escribir la primera, Una familia normal, hubiera sido suerte, un chispazo de creatividad y ya. Escribir esta novela me ha ayudado a comprender el proceso creativo por el que paso cuando escribo. Me he dado cuenta de que los miedos y bloqueos forman parte de ese proceso y está bien, aunque a veces sea doloroso o frustrante. En cuanto a la recepción, está yendo bien. A veces recibo mensajes de mujeres que se han sentido identificadas con la historia ya sea por la relación con su madre o por su propia maternidad. Lo más bonito que me han dicho es que se han sentido acompañadas en momentos de mucha soledad. Lo agradezco mucho. La escritura también es solitaria y esa conexión con el lector supongo que de alguna manera ayuda a sostener los otros momentos.
¿Sentías impaciencia por volver a escribir después de publicar tu primera novela?
Me ha resultado difícil enfrentarme a esta segunda novela por lo que te he comentado. A veces sentía que quizá había sido un fogonazo, suerte, pero es parte del aprendizaje de esta profesión. Tuve una época en la que me fijaba en cuánto tardaba la gente en publicar entre un libro y otro, pero me he dado cuenta de que las redes sociales y tener acceso a lo que está haciendo el de al lado hace que lo tuyo parezca más lento, menos bueno. Creo que es algo que sucede sin que seas consciente. Me he dado cuenta de que cada uno tiene sus tiempos. Para mí ha sido muy necesario este tiempo, vivir todos los procesos, guardar la historia un tiempo y ver lo que sucede cuando descansas. La novela lo necesitaba y yo también.
‘Una madre’ de Alejandra Parejo ya está disponible en AdN de Novelas aquí.
Fotografía: Marta Wall
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