Ali Arévalo explora el arte y la investigación desde una perspectiva queer e interespecie, usando la imaginación radical para imaginar futuros vivibles y desafiar las violencias del presente. Hablamos con elle para descubrir su visión y proceso creativo.
En esta conversación, nos adentramos en el universo de Ali Arévalo, une creadore cuya práctica abarca la investigación, la performance y la exploración de materiales y narrativas. Su trabajo cuestiona los límites del cuerpo, la identidad y la historia, tejiendo conexiones entre pasado y presente para imaginar futuros posibles desde una perspectiva queer e interespecie.
Su camino en el arte comenzó casi por casualidad cuando, de niñe, su profesora sugirió que tomara clases de pintura. Crecer en un entorno ajeno a la cultura hizo, de este aparentemente pequeño suceso, algo esencial. Desde entonces, el arte se convirtió en una certeza, evolucionando desde la pintura hacia disciplinas como la danza y el teatro, donde el cuerpo ocupa un lugar central.
Para Ali, arte e investigación no podrían existir la una sin la otra en su práctica. Su proceso parte del deseo y la intuición para luego sumergirse en una arqueología profunda que enlaza tiempos y espacios. Aunque su formación en Bellas Artes, Historia del Arte y su actual doctorado en la Universidad de Barcelona han sido claves, lo que más ha marcado su trayectoria es la experiencia directa: ver, leer, habitar contextos y dialogar con otres artistes.
En esta entrevista, profundizamos sobre su relación con el arte y la investigación, su residencia en Hangar y su proyecto Magical Theys, donde reimagina el arquetipo del caballero desde lo no binario, fusionando mitologías medievales con los códigos del Magical Girl y el Shōjo. Ali nos invita a reflexionar sobre la fragilidad como resistencia, la materia como lenguaje y la imaginación radical como herramienta de transformación.
Hola Ali, comencemos explorando tus inicios: ¿hay algún momento clave que recuerdes como decisivo en tu camino hacia el arte y la investigación?
Realmente, no sé si hay un momento concreto. Cuando tenía 7 años mi profesora del colegio le sugirió a mi madre que me apuntara a clases de pintura, así lo hizo y estuve en esa escuela hasta que me fui de Salamanca con 18 años. El arte y la cultura era algo totalmente ajeno a mi familia, así que agradezco que mi madre no tuviera reticencias con ello y que hiciera el esfuerzo económico. Desde entonces quise ser “pintora” de mayor (risas), era mi manera de entender el hecho de ser artista en ese momento. Al igual que la danza y el teatro, que me interesaron desde muy peque y es algo que actualmente vertebra mi práctica artística. En todo lo que hago el cuerpo es central. También hubo una época en mi infancia que me encantaban los caballos y decía que de mayor, si no era pintora quería ser amazona. Nunca he montado en uno, pero es bonito porque ahora los caballos es algo en lo que estoy pensando mucho en relación a mi proyecto Magical Theys, con el que busco reimaginar el arquetipo del caballero desde lo no binario.
¿Cómo percibes la relación entre arte e investigación? ¿Dirías que son, para ti, la misma cosa?
No tengo claro si son exactamente lo mismo pero en mi práctica una cosa no podría existir sin la otra. Para mí, son modos de hacer que dialogan constantemente en los procesos artísticos. Detrás de cada formalización material o performativa hay una investigación y viceversa. Siento cada vez más importante crear desde el deseo y las intuiciones y a partir de ahí, hacer un ejercicio de arqueología profunda. Desde siempre me vinculo con lo que me gusta desde la pasión, y eso me motiva a investigar sobre ello ahondando. Lo que también conlleva hacerlo desde lugares múltiples.
Tengo que decir que siento que aún soy muy joven y que todavía estoy intentando descubrir qué son para mí las cosas, cómo funcionan, cómo definir lo que hago… Aunque pienso que estar en un lugar de constante redefinición es importante. Al final, la imposibilidad de definición o los espacios intermediales me atraviesan paralelamente en mi género y sexualidad, por ejemplo.
Ali, tu formación académica es muy amplia, desde tus estudios en Bellas Artes, pasando por el Máster en Historia del Arte Contemporáneo y Cultura Visual, hasta el doctorado en Estudios Avanzados en Prácticas Artísticas que actualmente desarrollas en la UB. ¿Cómo ha influido este recorrido formativo en la evolución de tu visión como artista?
En mi evolución lo más importante ha sido ver arte, visitar exposiciones y conocer a las personas y los procesos que hay detrás. Eso es lo que más me hace aprender. También leer, que es algo que me encanta. Obviamente en las formaciones académicas he aprendido, pero el sistema educativo universitario que tenemos, sobre todo en relación al arte, está muy necesitado de cambio y de insertarse en sus contextos artísticos. Es una de las cosas que me motivan de ser docente, poder aportar mi granito de arena.
Además, has realizado exposiciones y performance en España, Alemania, Estados Unidos y Praga. ¿Qué impacto han tenido estos lugares en tu obra?
Todos los lugares te dan nuevas visiones y perspectivas. Este verano, he tenido la grandísima suerte de poder pasar dos meses en Praga dentro del programa de residencias de Petrohradská Kolektiv. Ya conocía la ciudad y me sentía muy conectade con la escena local pero estar allí y poder conocer artistas y a sus obras ha sido muy emocionante. También lo veo reflejado en el recibimiento que ha tenido allí mi trabajo, creo que hablamos lenguajes parecidos.
Es un territorio con mucha historia, lo que se traduce en un gran choque de arquitecturas y estéticas: el centro histórico gótico con el brutalismo soviético. Es una ciudad muy afectada por el turismo masivo, aunque por suerte es más fácil escapar de ello que en Barcelona. Por esto mismo, también hay que tener una gran conciencia y respeto por los lugares que visitamos. Los “cómos” importan y pueden marcar la diferencia en las vidas de las personas que son de allí.
Cuéntanos un poco sobre tu investigación doctoral: ¿qué temas estás explorando y cómo se conectan con tu práctica creativa?
Justamente ahora estoy en un momento de recolocar los temas de tesis. Me interesa la construcción de narrativas ficcionales que ponen a dialogar el pasado con el presente para imaginar futuros en clave queer e interespecie. En un principio, decidí centrarme en prácticas sonoras pero ahora no lo tengo claro porque el sonido no está tan presente en mi trabajo recientemente. La idea de narrar historias que defiendan la vida y no la violencia, como lo que propone Ursula K. Le Guin en La Teoría de la Bolsa Ficción, es uno de los ejes que guía mi tesis y también mi práctica. Justo ahora creo que es más importante que nunca imaginar futuros esperanzadores, aceptando también la crudeza de vivir en un presente violento y precario a causa de las políticas del capitalismo colonial cisheteropatriarcal. Al final todo esto son palabras mayores, grandes cambios que no se darán instantáneamente. Pero pienso que es fundamental defender la imaginación radical como motor de cambio y como herramienta para proyectarnos en realidades vivibles y deseables.
Actualmente estás desarrollando tu investigación doctoral y tu residencia en Hangar. ¿Qué temas estás explorando? ¿Se relacionan entre si?
Como ya he mencionado, llevo un tiempo desarrollando un proyecto llamado Magical Theys. A través de este, estoy pensando maneras de reimaginar el arquetipo clásico del caballero desde una perspectiva queer y no binaria. A partir de la recuperación de figuras históricas como Juana de Arco o Heleno de Céspedes y de la inspiración en los géneros de manga y anime Magical Girl y Shōjo (plagados de personajes no binarios y sáficos), construyo una mitología de especulación disidente mágica.
En el Magical Girl y Shōjo, son comunes las historias que desafían los roles de género tradicionales y ensalzan la vulnerabilidad como arma revolucionaria. Algunos ejemplos de estas obras son La Princesa Caballero, La rosa de Versalles, Sailor Moon y Revolutionary Girl Utena. En estas historias predomina el uso de trajes especiales que aparecen mágicamente con una ritualizada transformación llamada Henshin. A partir de esta idea de la transformación, genero un paralelismo con poemas medievales como el romance anónimo del s. XV La Doncella Guerrera, que narra la historia de una persona asignada mujer al nacer que realiza una serie de cambios en su cuerpo para convertirse en caballero.
Otro símbolo sobre el que estoy pensando es en la rosa, muy recurrente en los animes Magical Girls sobre personajes con identidades de género no binarias. En este contexto, la rosa simboliza la vida frente a un mundo inerte, rígido, donde se debe fingir para encajar en los constructos de género. Las rosas, aunque delicadas y bellas, se protegen con sus espinas que funcionan como una armadura, reforzando su complejidad de fragilidad y resistencia. Por ejemplo, la leyenda de Sant Jordi narra cómo el caballero salvó a la princesa matando al dragón, y de la sangre de este brotó una rosa. Para la poeta María- Mercè Marçal, la figura del dragón representa la otredad y la disidencia. Las rosas que surgen de su sangre encarnan la resistencia de lo diferente, el poder de lo que se niega a desaparecer ante la violencia normativa representada por el caballero.
Hay un ejercicio de ir a atrás al pasado y ponerlo a dialogar con el presente para figurar otros futuros.
Me da la sensación de que los materiales que usas en tu obra no solo funcionan como herramientas, son como una especie de lenguaje en sí mismo. ¿Estás de acuerdo? Intuyo que detrás de esto hay un profundo proceso de investigación: desde la elección de los materiales adecuados hasta la comprensión de cómo integrarlos en tu obra. ¿Podrías contarnos más sobre este proceso?
Me parece muy importante poner una atención muy cuidada a los materiales con los que trabajo, ya que hablan en sí mismos. A través de lo material nos podemos hacer preguntas, lo cual para mí es una de las agencias del arte. En el contexto de crisis ecológica que estamos viviendo me surgen preocupaciones en torno a la toxicidad de algunos materiales y la sobreproducción de objetos. Otro tema es el almacenamiento, cuando estoy en el proceso de crear una obra siempre me pregunto si voy a poder guardarla después y cómo podré hacerlo. Esto me ha llevado a los biomateriales, son plásticos que realizo a base de ingredientes vegetales que se desintegran de una manera muy acelerada y que no generan residuos. Aunque en contraposición, estoy empezando a trabajar con metales, algo antiguo, que permanece y que es duro pero que también se funde y se transforma. También hago uso de elementos metálicos que ya existían y que me encuentro por ahí para darles otras vidas. Ponerlos en diálogo con los biomateriales activa una serie de cuestiones sobre las temporalidades y las fragilidades.
Por ejemplo, una de las formalizaciones materiales del proyecto Magical Theys, es la creación de armaduras que no sirvan para prevenir la vulnerabilidad del cuerpo sino para ensalzarla. Sus cubiertas ornamentales transparentes, revelan la fragilidad de una biopiel hecha de rosas inscrita con textos sobre deseos y revoluciones. Están sujetas por piezas de acero que hacen de sostén para estos cuerpos blandos.
Hace poco leí el libro de Laura Tripaldi: Mentes Paralelas. Descubrir la inteligencia de los materiales que aborda algunos de estos temas.
La fragilidad del cuerpo y su belleza son temas recurrentes en tu obra. ¿De dónde surge esta necesidad de explorarlos?
Primero de todo hay un ejercicio de pensar en lo humano como algo mortal y de aceptar la vulnerabilidad de nuestros cuerpos. Creo que es importante admitir eso para poder descentrarnos. También es cierto que vivimos presentes en los que la fragilidad de la vida es muy palpable. Vivimos en presentes dañados, nuestros cuerpos, nuestras mentes y nuestros territorios están afectados por las condiciones del necrocapitalismo.
Por otro lado, también me sirve para cuestionar la idea de cuerpo como algo fijo que se impone desde visiones bioesencialistas. Parte de las experiencias queer (o al menos como yo lo vivo) es hacerse y rehacerse a une misme. Que el cuerpo o mis esculturas desaparezcan o se rompan no me da miedo porque se pueden transformar en otras cosas.
Últimamente estoy pensando mucho en qué estructuras sostienen mis esculturas. Sobre qué recipientes reposan, qué materiales las sujetan. Al igual que como humanos y cuerpos somos vulnerables, pero estamos sostenides por redes que nos dan soporte, por ejemplo, les amigues y la familia escogida. Esto puede ser una manera de resistir ante las violencias.
La vestimenta y las prótesis suelen ocupar un espacio importante en tu obra. ¿Consideras que estos elementos, desde su dimensión estética, son los que finalmente cierran el círculo conceptual de una pieza? ¿Qué rol juegan en la narrativa general de tu trabajo, más allá de su valor visual?
La transformación es una de las ideas centrales de toda mi práctica. Eso y las reflexiones sobre el cuerpo de las que he hablado antes. Por esto, en muchas ocasiones las formalizaciones de mis proyectos son elementos que se activan corporalmente. Por ejemplo, crear armaduras vulnerables que funcionen como corazas estéticas de perfomatividad de género me sirve para hablar de experiencias disidentes en relación al cuerpo. Juana de Arco fue condenada por la Inquisición por vestir armadura, ya que era considerada ropa de hombre. Hay una gran cantidad de capas en la vestimenta que nos ayudan a ahondar en cuestiones estructurales de género. Hay otros ejemplos, como la crinolina o miriñaque del siglo XIX, una prenda vista desde la actualidad como opresiva para las mujeres. Sin embargo, hay escritos de la época en las que ellas cuentan que les hacía sentirse seguras la distancia que creaba entre otras personas y sus cuerpos, impidiendo que nadie pudiera tocarlas o acercarse mucho a su torso. Podríamos pensar en el miriñaque como una especie de escudo o armadura femenina de la época.
¿Cómo abordas la preparación de una performance? Me interesa conocer tanto el proceso creativo previo como la manera en que te preparas y te conectas cuando ya estás en escena. ¿Qué requiere de ti?
Depende de cada proyecto, pero últimamente todo parte desde una pulsión, un deseo o una intuición por algo concreto. Luego realizo una investigación sobre el tema, con qué se relaciona y por qué me interesa. Después creo el relato y desarrollo los personajes y el lore, tanto conceptualmente como corporalmente. Esta parte del proceso está entremezclada con la creación del movimiento, la dramaturgia, la música, el guión, etc. No es algo que haga en solitario, siempre hay una red de personas con las que trabajo y que me aconsejan y me acompañan.
Cuando estoy en escena es fácil conectarme porque al final estoy hablando de temas que me interpelan personalmente y hablo desde mi experiencia concreta. Lo vivo con mucha emoción y placer aunque también con contención, perfeccionismo, presión… Es un cúmulo de sensaciones pero definitivamente, requiere mucho de mí.
Y, ¿qué sucede después? ¿Qué pensamientos surgen mientras o después de la misma? Por ejemplo, de tu última performance Magical Theys.
Con Magical Theys me pasa que siempre hay un deseo muy fuerte de continuar y continuar. Siento que es un proyecto en el que podría estar ahondando y transitando nuevos caminos durante mucho tiempo. Hay muchos temas que orbitan alrededor y que aún no me ha dado tiempo a explorar, pero me muero de ganas.
Para cerrar, y aprovechando que estamos comenzando el año, ¿con qué palabra, frase o idea has iniciado este 2025?
Lepòrida. Es el nombre del protagonista del relato que he creado para mi primera exposición individual Les Faules de Leporida, que se podrá visitar hasta el 26 de abril en Can Felipa Arts Visuals, Barcelona. Así que diría que a raíz de este proyecto he empezado el año pensando en puertas, temporalidades no lineales, llaves, juegos de escalas y recorridos de fantasía.