Eva Gallud: «Toda mi obra está atravesada por el amor entre mujeres»

19 / 04 / 2021
POR Tamara P. Rodríguez

Hablamos con la autora sobre su último libro, ‘Los años oscuros’, pero también de mujeres sáficas creadoras de grandes obras y de las barreras con las que se topa la visibilidad lésbica en pleno siglo XXI.

Portada ‘Los años oscuros’

Eva Gallud, nacida en Madrid y licenciada en filología inglesa, es la investigadora literaria que todas necesitamos. Y es así porque solo ella es capaz de realizar la arqueología necesaria para rescatar obras de grandes mujeres más o menos conocidas: Emily Dickinson, Mary Austin, Kate Chopin, Vera Brittain o Edith Wharton. Además es poeta, y entre sus obras destacan ‘Raíz de Ave’ (Ya lo dijo Casimiro Parker, 2018), o ‘Ningún mapa es seguro’ (Palimpsesto, 2014). Este pasado 2020 escribió su primera novela, ‘Los años oscuros’ con la Editorial Dieciséis, y también participó activamente en el libro ‘Amigas’ (Dos Bigotes, 2020), donde se recopilan relatos de amor entre mujeres, inéditos en nuestro idioma hasta entonces. Ya sea por su escritura, sus traducciones o investigaciones, Eva trabaja desde hace muchos años para recuperar la memoria y la escritura de muchas mujeres, incluida la suya propia.

Retrato de Eva Gallud

‘Los años oscuros’ es tu primera novela, aunque ya habías publicado poemarios anteriormente. ¿Qué te llevó a querer escribir este género? Y es que a pesar de la prosa, leyéndote una no puede dejar de ver que tu forma de narrar es poética. La sonoridad de las palabras, la belleza de muchos de los fragmentos…

‘Los años oscuros’ narra una historia que yo necesitaba contar. En un primer momento intenté hacerlo desde la poesía, pero me di cuenta de que esa no era la mejor manera. Quería decir demasiadas cosas y necesitaba un género en el que poder explayarme y explorar ciertos temas de forma más directa. No obstante, como me han comentado en otras ocasiones en las que he escrito narrativa, no logro apartarme del todo de la poesía. Muchos de los capítulos podríamos decir que son, en realidad, prosa poética. Son los más cortos y en ellos juego con las imágenes para intentar llevar a quien está leyendo a ciertos estados emocionales. Me preocupo mucho por que el lenguaje sea preciso, pero también sonoro y visual. Supongo que eso lleva necesariamente a cierto tono poético.

En tu novela, haces una crítica aguda a las normas que rigen la sociedad actual. Ese alejamiento que tenemos entre la familia y las amigas, producido por la tecnología, tanto los terminales como las aplicaciones. Muchas estamos de acuerdo en esto, sin embargo somos incapaces de dejar de interesarnos por las demás por mensajes rápidos de texto, lo cual puede parecer bastante irónico.

En la novela quise incluir algunas de mis preocupaciones y reflexiones en torno a las redes sociales, sobre la imagen que proyectamos en ellas y la que percibimos de los demás, cómo nos imaginamos que es la vida de les otres solo por lo que muestran en sus redes. Idealizamos, sacamos conclusiones, fabulamos sobre otras vidas partiendo de pedazos mínimos que en ocasiones están elegidos con intención milimetrada. Y además de eso, existe la presión por estar siempre de diez. Por suerte llevamos tiempo viendo y admirando la diversidad, cualquier persona puede ser fabulosa independientemente de su físico en las redes, pero en la vida real aún falta mucho camino por hacer en este sentido. Y la preocupación de la protagonista por el paso del tiempo es fruto de esa realidad en la que las mujeres a partir de los cuarenta comienzan a ser invisibles.

Una de las cosas que más me ha gustado de «Los años oscuros» es el capítulo dedicado a la Biblioteca Nacional, muchas lectoras coinciden en ello. Sin embargo, en alguna ocasión has comentado que es un capítulo que no estabas segura de publicar por si aburría. Visto ahora con el tiempo, ¿Qué conclusiones sacas?

Es verdad. Tenía miedo de que resultara aburrido, pero muchas lectoras me han dicho que les ha encantado. Ahora me doy cuenta de que es un tema que gusta a quienes tienen interés por los libros o por ciertos lugares que tienen algo de misticismo.

Al final, a las lectoras nos encanta pasar horas en bibliotecas y librerías.

Claro. Es un capítulo curioso para quien no conoce el lugar pero le gustaría conocerlo; puede traer recuerdos especiales a quienes han pasado allí muchas horas… Era un escenario imprescindible en la novela porque es uno de los lugares en los que la protagonista consigue abstraerse de lo que le está ocurriendo y alcanzar un cierto estado de paz.

La protagonista principal no tiene nombre, y creo que eso ha sido un gran acierto. Puede ser cualquier lectora, o puede ser tu vecina. Cuéntanos un poco el porqué de este suceso, viendo que además es una cosa que se ha valorado tan positivamente de tu novela.

Sí, es exactamente eso. Creo que cualquiera puede identificarse con la protagonista y con el momento vital que atraviesa. Hay muchos mecanismos para nombrar a una protagonista aunque la narración sea en primera persona, pero yo no quise recurrir a ellos para que quien leyera se sintiera más cerca, más dentro de su piel, que llegase a creer que podría estar leyéndose a sí misma.

Otro tema que tratas entre sus páginas es la relación con la muerte, la indefensión ante el acercamiento a ella.

La muerte es un tema central en la novela. Cómo nos relacionamos con ella cuando percibimos que está cerca, cuando aparece la enfermedad o la senectud. No hablo de la muerte inesperada, sino de la que vemos venir. Cómo reaccionamos, cómo nos hacemos a la idea. Y por supuesto, también habla de la vejez, del cuerpo enfermo, y de cómo también hay belleza ahí. Es una de mis intenciones cuando escribo, ya sea narrativa o poesía: mostrar la belleza que existe allí donde normalmente no miramos o no queremos mirar.

‘Los años oscuros’ termina siendo una especie de bucle temporal. Allí donde empieza, es donde la historia termina. ¿Lo tenías previsto desde el principio?

Sí, es algo que hice de forma intencionada y así estaba pensado desde el inicio. Desde la primera página se sabe lo que va a ocurrir y no importa, porque ese hecho concreto no es lo que yo quería contar, lo que realmente me interesaba es todo lo que hay entremedias.

Tus poemas, tu novela. Todo gira en torno a personajes no heterosexuales, no es el reclamo principal, pero es cierto que de alguna forma reivindicas la configuración de personajes fuera de los cánones heteropatriarcales. Siendo así, no se suele hacer referencia a que eres una autora que crea obras con contenido sáfico ¿Crees que el silencio es la asunción de que otras formas de amor son posibles, o piensas que el silencio solo refuerza no poner en valor ni dar a conocer a estos personajes, y por tanto estos libros?

Toda mi obra está atravesada por el amor entre mujeres, pero no solo el amor sentimental, como en ‘Los años oscuros’ donde la protagonista vive con su mujer y aparece(n) otra(s) mujer(es) en su vida. También otras formas de amor y sororidad, sobre todo en ‘Raíz de ave’, donde quise explorar la utopía de una comunidad formada por mujeres en un entorno natural. Esas mujeres se aman, se descubren, se enseñan unas a otras, se celebran, comparten, aprenden juntas… Creo que en algunas ocasiones no se ha percibido del todo esa perspectiva.

Quiero pensar que es eso y no que simplemente se ha obviado, que no se ha hablado de estas mujeres amando a mujeres porque se ha pasado por alto a propósito. La normalización está muy bien para algunas cosas como que tengamos derechos o que no nos insulten por la calle, pero en cierto modo es también una manta que se echa por encima e invisibiliza las relaciones sáficas. Es como si dijeran: «Vale, sí, es normal, pero no hace falta hablar más de ello.» Pues no estoy de acuerdo. Siguen haciendo falta referentes, sobre todo para las mujeres sáficas; mujeres en las que mirarse y en las que verse reflejadas, porque somos muchas y muy distintas y no todas nos sentimos identificadas con las imágenes que han llegado hasta nosotras.

Cuando una lectora busca un libro específicamente sáfico, en muchas librerías no saben a qué libro hacer referencia. ¿Eso significa que hay poca creación en este ámbito o solo desconocimiento? Y el desconocimiento, ¿es por falta de interés o hay algo detrás?

No creo que haya poca creación, creo que, a día de hoy, hay mucha narrativa que se adentra en este terreno y en otros que antes apenas existían en las librerías. Lo que ocurre es que a los anaqueles clasificados como LB llegan solo libros en los que se narra una relación de este tipo o una salida del armario, por ejemplo. Libros en los que existen personajes sáficos los hay a montones, pero no se clasifican como LB porque lo central no es la relación romántica o el drama de la identidad.

Impera la idea, entre muchos lectores, de que si no se sienten identificados no conectan con un libro. Esto se puede aplicar a muchísimos temas, sin embargo los libros policíacos o de terror son populares. ¿Crees que las personas heterosexuales consumen menos libros de contenido LGBTQI+ bajo el amparo de esta excusa inconsciente, que “no son representativos para ellos”?

Es algo que yo también he oído alguna vez, pero no sé si es generalizado. Personalmente, yo me acerco a todo tipo de narrativas, hetero o no, humanas o no, femeninas o no, terrestres o extraplanetarias, contemporáneas o pretéritas. No entiendo por qué a una persona hetero no le va a interesar un libro LGTBIQ porque “no se siente representado”. Yo no me siento representada por el personaje de un psicoanalista que busca pacientes para llenar su vacío interior con las emociones de los demás y, sin embargo, El arrancacorazones de Boris Vian es una novela que me maravilló y que me sigue maravillando. Que los personajes no sean como una misma no les quita interés ni a ellos ni a sus historias; es más, amplían nuestra visión del mundo. No leer algo “porque no me representa” es privarse de muchas cosas, algunas muy bellas.

Leí una entrevista a Elena Ferrante donde, refiriéndose a los hombres que no leen la literatura escrita por mujeres, dice: «Los hombres que no leen nuestros libros nos niegan el don de la universalidad. Ellos escriben libros para hombres y mujeres; nosotras, en cambio, solo conseguimos escribir para mujeres. Es uno de los muchos síntomas de cómo siguen considerándonos seres humanos de rango inferior». Pues con la literatura LBTIQ ocurre un poco lo mismo.

¿Dónde nos deja la industria editorial a las mujeres que no somos heterosexuales, donde la mayoría del contenido que consumimos es claramente heterosexual? ¿Cómo consumidora, autora y traductora, cuál es tu punto de vista?

Pues nos deja buscándonos la vida para encontrar relatos donde reconocernos. Ahora no tanto, pero cuando era postadolescente me las veía y me las deseaba para encontrar lecturas que me conmovieran. Tenía que recurrir a comprar libros en inglés porque lo poco que había en español no me aportaba demasiado, o yo no sabía dónde buscarlo. En la actualidad es más fácil, pero sigue siendo un nicho que, con suerte, se va ampliando poco a poco con la aparición de nuevas editoriales que se preocupan por estos temas.

Si tuvieras que definirte como consumidora de libros, ¿qué dirías? ¿Y como autora?

Como lectora diría que soy inconstante; tengo temporadas en que leo muchísimo y, de repente, entro en barrena y soy incapaz de leer dos páginas seguidas. Me gustan todos los géneros, compagino varias lecturas a la vez, no suelo releer los libros (solo unos cuantos concretos), me gusta subrayarlos y doblar las esquinas en los poemarios para marcar cosas que me gustaron. Soy usuaria voraz de las bibliotecas y si hace falta me atravieso media ciudad para sacar un libro concreto. Como autora me cuesta más definirme, de hecho no sé qué contestarte.

Leyéndote, no puedo evitar preguntarme cuáles fueron tus referentes, esas escritoras que has ido leyendo a lo largo de tu vida y que más fascinación te han causado. Y digo referentes, aunque estamos acostumbradas a llamarlas musas…

Sí, las musas son un poco estáticas, ¿no? Están ahí y te inspiran, no parece que hagan nada. Y las mujeres en las que yo encontré referentes hacían cosas, sobre todo dedicadas al arte. Cuando era joven me fascinaba la pintora Tamara de Lempicka, tanto su obra como su vida. Y cuando descubrí a Djuna Barnes subió directa al número uno de escritoras a las que admiro y cuyas vidas me maravillaban.

Djuna Barnes forma parte de las autoras del periodo de entreguerras en París denominado «Orilla Izquierda del Sena». Entre ellas, además de Djuna, estaban Colette, Natalie Barney, Hilda Doollitle, Gertrude Stein, Radclyffe Hall, Adrianne Monier… a la mayoría de la población son nombres que ni le sonarán, sin embargo, crearon obras que las llevaron al culmen de la élite literaria. ¿Por qué crees que para muchas de nosotras siguen permaneciendo ocultas?

Estuve durante años obsesionada con todas estas mujeres de la orilla izquierda. Las había descubierto durante la carrera. Mi tesis iba a tratar sobre Barnes, por supuesto. Leía todo lo que encontraba sobre ellas (prácticamente todo en inglés en aquel momento). Recuerdo cuando vi, no recuerdo cómo ni dónde, el documental de Greta Schiller y Andrea Weiss Paris was a woman de 1996. Corrí a comprarlo en cuanto estuvo disponible en dvd, creo que era principios de los 2000. Sin embargo, el libro en castellano no salió ¡hasta 2014! Yo llegué a ellas por mis estudios, no eran autoras muy conocidas, salvo Colette. Si tenías interés en descubrir autoras que hubieran escrito sobre el amor entre mujeres había que hacer arqueología para encontrarlas.

Hablando de arqueología, hace tan solo unos meses, investigaste, recopilaste y tradujiste textos de mujeres de entre los siglos XVIII al XX. Textos donde las propias autoras reflejaban sus preferencias sexuales o románticas en pequeños cuentos o relatos. Ese trabajo desembocó en una colaboración con Gloria Fortún y la salida del libro «Amigas» (Editorial Dos Bigotes, 2020) Háblanos de cómo fue para ti ponerte con este proyecto e ir encontrando estos pequeños tesoros escondidos.

Coincidió que tanto Gloria como yo estábamos trabajando en la misma idea, así que la editorial nos propuso unir fuerzas para compilar lo que finalmente fue Amigas. Recopilamos una serie de relatos que pensamos que podían ser interesantes por su retrato del amor entre mujeres, que puede ser muy variado, como se aprecia en el libro, pero también por su innegable calidad literaria. La recuperación de estas historias es vital para sabernos y reconocernos.

Este es un trabajo que a menudo hacen les editores, pero que, como siempre digo, podemos y debemos hacer les traductores. Recuperar voces que cayeron en el olvido o que fueron silenciadas, y traerlas a nuestra lengua para que lleguen a más personas. Es una tarea de investigación y genealogía que yo ya había iniciado cuando recuperé a seis mujeres poetas inglesas de la Primera Guerra Mundial para el libro Nada tan amargo. Se sabe mucho de los llamados “poetas de la guerra”, pero un día, después de haber traducido a un par de estos poetas, me pregunté ¿dónde están las mujeres que escribían en ese momento? Pues me puse a buscarlas. Creo que es una labor necesaria.

El término “Amigas” da para mucho. Incluso en la actualidad, en muchas familias, o centros de trabajo, debido a la homofobia, a veces interiorizada, se siguen presentando a las parejas con ese eufemismo. ¿Crees que nos queda mucho por avanzar en ese terreno?

Sí, nos queda un trecho todavía. Precisamente escogimos ese título, irónico, con las comillas, para hacer hincapié en eso, en que no es algo que haya quedado relegado al siglo XIX, es que hoy en día se sigue utilizando, por eso se entiende tan bien el guiño.

Pronto vas a sacar un nuevo libro de poemas, ¿puedes contar algo al respecto?

Sí, saldrá en nada, durante el mes de abril. Se titula Letanía del frío y lo publica Ya lo dijo Casimiro Parker. Está un poco en línea con el anterior, aunque en este caso los temas son otros, pero cuentan también una historia: la soledad y el aislamiento voluntario tras un abandono, la represión del deseo, la recuperación y la reconquista del propio cuerpo y el deseo de otros cuerpos. Todo ello, por supuesto, en clave sáfica y situado en escenarios naturales, esta vez más gélidos, pero que también abrasan.

¡Menuda pinta! Tienes muy buen gusto como lectora, ¿nos recomiendas poemarios o novelas sáficas que podamos disfrutar independientemente de quienes seamos y cuales sean nuestras preferencias como seres individuales?

Podría extenderme mucho pero así, por nombrar solo unos cuantos que me parecen imprescindibles, en poesía os recomiendo, por ejemplo, Amar la herida de Carmen Juan, La mujer cíclica de Laia López Manrique, La otra genealogía de Sara Torres, o Felicity de Mary Oliver.

En narrativa, sin entrar en los clásicos, Haz memoria de Gema Nieto, Panza de burro de Andrea Abreu, Las aventuras de la China Iron de Gabriela Cabezón Cámara y, por último, Oculto sendero de Elena Fortún.


Un texto de @lectoralila