Future of Fashion 2025: repensar la moda, crear con propósito

22 / 10 / 2025
POR Marta Verdeguer

La cuarta edición de Future of Fashion reunió a diseñadoras, marcas y pensadoras para repensar el papel de la moda desde la ética, el tiempo y la acción colectiva.

La moda está viva y cada día sigue su curso, pero necesita espacios como Future of Fashion para detener su frenético ritmo y repensar hacia dónde se dirige. Hacer una pausa, mirar con perspectiva y pasar, como recordaba su comisaria Patricia Moreno, “from ideas to action”. Bajo la inspiración de Jane Goodall y su llamado a “crear belleza con propósito”, la jornada se convirtió en una invitación colectiva a reflexionar sobre el papel de la moda en un mundo que exige coherencia entre lo que crea y lo que defiende.

Sònia Flotats, directora de Move!, y Ona Bascuñán, abrieron el debate con una certeza compartida: la moda vive un cambio de paradigma. La sostenibilidad ha dejado de ser un gesto aspiracional para convertirse en un imperativo legislativo y empresarial. “Estamos en un momento de inflexión —señaló Flotats—, y las marcas que no asuman su transición responsable quedarán fuera del mercado».

Durante la conversación, se trazó un mapa del presente: las grandes compañías, presionadas por la normativa europea, avanzan en ecodiseño y trazabilidad, mientras que las pequeñas y medianas luchan por adaptarse sin los mismos recursos. Europa, tras acelerar la regulación ambiental, ha optado por “levantar el pie del freno” para no perder competitividad, generando cierta confusión y desánimo en el sector. Aun así, la transformación parece irreversible.

La Responsabilidad Ampliada del Productor (RAP) exigirá a las marcas responsabilizarse del fin de vida de sus prendas, mientras el Reglamento de Ecodiseño impondrá nuevos estándares de durabilidad y reducción de residuos. A ello se sumará el Pasaporte Digital de Producto, que aportará transparencia sobre el origen y la composición de cada prenda.

El cambio no afecta solo a las empresas: también redefine los hábitos de consumo. La moda de segunda mano y los servicios de reparación crecen, impulsados por la conciencia ambiental y la subida de precios. “La sostenibilidad dejará de ser un valor diferenciador”, se afirmó, “porque será el punto de partida de cualquier marca que quiera sobrevivir”.

De la era del greenwashing a la del greenhushing, el sector entra en una nueva etapa de madurez. Menos discurso, más acción: así se resumió el espíritu de un encuentro que entendió la sostenibilidad no como tendencia, sino como destino.

El tiempo. Ese recurso que no se recupera, que se escapa entre los dedos y que, paradójicamente, se desperdicia en cada prenda que vestimos. Para Faustine Steinmetz, diseñadora y colaboradora de Balenciaga y Diesel, conocida por sus piezas escultóricas en denim y su enfoque artesanal, el tiempo es el verdadero lujo. Su mirada atraviesa la fast fashion, con su sobreproducción desmedida: entre 80 y 150 mil millones de prendas al año, muchas de ellas condenadas a una existencia efímera de apenas siete usos antes de terminar en la basura.

Short wear time for a long waste tail”, destaca Steinmetz. La frase resuena como diagnóstico y alerta: lo que parece efímero en nuestros armarios deja una larga estela de residuos en el planeta. Reclamar el valor del tiempo se convierte, así, en un acto urgente. Invertir tiempo en crear prendas que duren, que puedan repararse, desmontarse y reinventarse —designed for disassembly—.

En su taller, cada puntada es un recordatorio de que diseñar con paciencia es diseñar con conciencia. Cada hilo, cada costura, cada detalle pensado para perdurar transforma el acto de producir en un gesto de responsabilidad. La moda, propone Steinmetz, ya no puede ser solo estética: debe ser también ética, un equilibrio entre lo que vestimos y el mundo que heredamos.

Porque en un mundo que glorifica la inmediatez, crear belleza que resista al tiempo es, quizá, la revolución más silenciosa y necesaria de todas.

La parte más destacada de la velada fue, sin duda, la mesa redonda que reunió a profesionales del sector que viven día a día el desafío de incorporar la sostenibilidad en sus marcas. Cada uno aportó una visión distinta, pero complementaria, del mismo dilema: cómo ser verdaderamente responsables en un mundo que exige cambios urgentes.

Pepe Barguñó, director creativo y cofundador de Thinking Mu, lanzó un mensaje contundente: “La sostenibilidad no existe. Tuvimos una oportunidad valiosa y no supimos aprovecharla; hemos tocado fondo y ahora debemos tomar la iniciativa”. Para él, cada producto creado representa un impacto en la tierra y la naturaleza, por lo que no hay prenda completamente sostenible; la verdadera sostenibilidad reside en el modelo de consumo y en la conciencia del usuario.

En contraste, Coral Adrados, sustainability manager en Blue Banana, defendió que la marca puede y debe responsabilizarse del ciclo completo de sus productos, desde la elaboración hasta el fin de su vida útil, subrayando que la sostenibilidad no es solo un discurso, sino un compromiso tangible.

Barb Bruno, fundadora de Tinycottons, propuso otra perspectiva: un modelo de consumo en el que las prendas infantiles perduran entre generaciones, recuperando la filosofía de “consumir menos y mejor” que antes guiaba la moda. Para ella, la durabilidad y la transmisión de las piezas refuerzan el valor de la marca y de su relación con sus usuarias.

Tania Pardo, fundadora de Jimenas, puso el acento en los valores: “Jimenas ha sido creada para hacer las cosas bien. Si intento crecer pero mis principios se tambalean, entonces dejaré de crecer”. Para ella, la coherencia ética es la base de cualquier estrategia de marca.

Todos coincidieron en un punto fundamental: la sostenibilidad ya no es un plan de marketing ni un atributo decorativo, sino un elemento intrínseco al corazón de la compañía. Como recalcó Coral: «se puede informar sobre el origen de un producto o sus características sostenibles, pero la marca debe ser sostenible en su core».

Pepe de Thinking Mu cerró con una metáfora potente sobre el consumidor: “No sirve de nada ver un árbol en el bosque y consumir un producto sostenible si no entendemos todo el bosque; necesitamos un modelo de consumo global y consciente”.

Como consejo final para quienes quieran emprender en moda, todos coincidieron en tres pilares: ser disruptivos, tener valores sólidos y divertirse en el proceso. “Si no sale bien, no pasa nada. Esto es un juego”, concluyó Pepe, recordando que la innovación y la sostenibilidad pueden ir de la mano sin perder la alegría de crear.

Gospel Estudios se define como una “dependent brand”, y su co-fundador, Horacio González-Alemán, socio de Héctor Bellerín, nos invita a replantear la idea de independencia en la moda. ¿Es realmente lo más interesante ser una marca completamente independiente? Para él, la riqueza está en nutrirse de un ecosistema creativo, en colaborar y aprender de otros, en lugar de intentar hacerlo todo en solitario por un ideal que no siempre tiene sentido. Participar en comunidad y compartir el proceso creativo, asegura, es profundamente nutritivo: juntos se puede dar forma a una prenda con mayor profundidad y propósito.

Horacio también dejó varias lecciones de vida: aprovechar las limitaciones como ventaja, tomar acción sin sobrepensar —“just take action, don’t think too much”—, cultivar la paciencia y pensar en el largo plazo —“long term thinking”.

Gospel Estudios destaca por su transparencia: cada prenda incluye información completa sobre los proveedores y colaboradores involucrados en su creación. Incluso su proceso de venta online está diseñado para generar reflexión: antes de finalizar la compra, el usuario recibe un break de treinta segundos para asegurarse de que su decisión no sea impulsiva, demostrando que otros modelos de consumo son posibles, incluso en la era digital.

Para concluir el evento, la modelo, artista y cocinera Hayett Belarbi McCarthy, junto con la periodista Ane Guerra, pusieron sobre la mesa reflexiones que resonaron con fuerza: muchas veces, las modelos no reciben un pago justo y carecen de voz propia, reducidas a una imagen o un cuerpo. Hablar de descolonizar la moda es también cuestionar estas dinámicas y abrir espacio a nuevas narrativas en la industria.

McCarthy destacó además lo enriquecedor que puede ser trabajar para otros y aprender de ellos, en contraste con la corriente actual que promueve un individualismo centrado en el “yo”. “Hay más vida y aprendizaje en colaborar que en hacerlo solo para uno mismo”, señaló.

Para ella, cocinar es un acto profundamente político: el origen de los ingredientes, la manera en que se preparan, incluso la conversación que surge alrededor de la mesa, invita a tener la mente abierta, intercambiar ideas y replantear opiniones. Así, la cocina y la moda se convierten en espacios para reflexionar, resistir y conectar, recordándonos que el arte y la creación siempre están entrelazados con la comunidad y la ética.

En esta cuarta edición, Future of Fashion se consolidó como un espacio necesario para pensar la moda desde la honestidad, la ética y la acción colectiva. A lo largo del encuentro, diseñadores, creadoras y pensadores coincidieron en que la transformación del sector no pasa solo por la sostenibilidad, sino por una mirada más humana y consciente. La invitación final fue clara: detener el ritmo, escuchar, cuestionar y crear con propósito. Porque solo desde la reflexión y la coherencia podremos imaginar una moda que no solo vista cuerpos, sino también valores y futuros posibles.

Más información sobre Future of Fashion en su cuenta oficial @futurefashion.design

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