«Me interesa que en mis piezas haya una reminiscencia a la tradición y a los rastros de la ancestralidad, recogiendo símbolos y arquetipos que transporten a imaginarios de ficción, fantasía, naturaleza, esencia, magia…»
María Roy (Barcelona, 1993) puede dialogar con el fuego. Criada entre las piedras del Gótico y ahora con base en una masía a las afueras del Prat de Llobregat, esta ceramista catalana ha regresado tras acabar su formación en Londres, para fundar un hogar y taller compartido con otras artistas. Su obra es un crisol entre la tradición artesanal y la exploración del paisaje urbano contemporáneo, creando objetos con gran capacidad de invocación. Como una alquimista, María acelera el proceso de fosilización a través de la cerámica, vitrificando sedimentos en formas únicas que unen pasado, presente y un futuro post – antropocéntrico.
¿Queda vida en las tierras de las rotondas? Si se puede compartir ¿cómo es el proceso de extracción de la tierra de estos espacios tan cercados? Le pones el ojo a obras determinadas o es en base a lo que te encuentras en la carretera…
Sí, sorprendentemente, las rotondas que están en obras se convierten en lugares muy vibrantes. Cada acción de las excavadoras y tractores crea una brecha por donde ver las entrañas de la tierra. Para mí, ver la tierra y todos los detritos que se depositan en pilas de escombros durante las obras, son materiales que hablan del lugar y su historia, de los sedimentos que se han ido depositando en la tierra, así como también de una materialidad muy contemporánea: la del desarrollo urbanístico constante. Además, las rotondas son lugares que se perciben como “no lugares” o espacios “liminales” de paso, que tienen un diseño y arquitectura que define muy bien su uso. Al estar todo removido y excavado, me permiten imaginar otros comienzos y formas de habitar el espacio que antes no sentía.
He hecho varios procesos de extracción de tierra en estos lugares. Uno ha sido identificando dónde había más arcilla para sacar pastas de barro y modelar piezas. Otro ha sido más experimental y lúdico, recolectando todos los tipos de tierra que encontraba para usarlas como superficies decorativas en barros como la porcelana, y luego cocerlas a altas temperaturas para ver cómo se transformaban, fundiéndose, vitrificándose o calcinándose. Pongo atención a las obras que están más cerca de mi taller y, sobre todo, a las que tienen fácil acceso, ya que para mí es fundamental poder transitar el espacio, recorrerlo varias veces, observarlo, establecer un diálogo, es decir, un vínculo que es el que me acaba guiando en las piezas que creo posteriormente con esa materialidad.
Creciste en el Gótico y ahora vives en una masía que estás transformando junto con otras artistas tanto en taller como en vivienda ¿Cómo es vivir allí? ¿Está influenciando esto tu trabajo? ¿Echas de menos el Gótico?
Antes vivía en el Gótico de Barcelona, y echo mucho de menos mi casa, ya que es donde crecí y guardo muchos recuerdos, tanto del barrio como de salir a la calle, quedar con amigos y hacer vida en la calle. Pero cuando me fui a vivir a Londres, me di cuenta de que necesitaba un espacio más rural, más aire, más tierra, creo yo. También, obviamente, influye el hecho de ver cómo el barrio ha cambiado de forma tan rápida y que casi no queda ningún sitio de los que frecuentaba antes. Aun así, creo que sigue habiendo resistencia por parte de mucha gente del barrio y ganas de seguir habitándolo y hacerlo nuestro. Así que, aunque ya no viva allí, todavía lo siento mío. De hecho, ahora que tengo lo que había invocado desde Londres, me doy cuenta de cómo idealizamos el mundo rural quienes hemos vivido siempre en la ciudad.
Al final, estoy aceptando que tengo un vínculo con la ciudad que me nutre, y de hecho, siento que da más valor a mi discurso. Ahora mismo, me interesa mucho más trabajar y experimentar con tierras y detritos que hablen del paisaje urbano, que con lo que entendemos como “natural”. Por eso, vivir en esta masía en el Prat del Llobregat ahora mismo me está nutriendo mucho: mientras es un paisaje idílico y rural, se percibe claramente como un lugar de las afueras de Barcelona (tan solo a 20 min). Es un territorio con muchas tensiones, ya que estamos entre el aeropuerto y la zona franca, en una zona agrícola al lado de una reserva natural. Al llegar conocimos de inmediato a los vecinos quienes nos han ayudado mucho a entender dónde aterramos, su historia y lo que sucede. De este modo, siento que mientras me ayuda a esta búsqueda de vinculación con el territorio, también lo siento como una oportunidad de compartir mi práctica con la comunidad con cursos y actividades vinculados con este paisaje.
Dentro de poco vas a pasar una temporada en Sicilia realizando una residencia en Salemi Ceramics, lo cual te permitirá seguir indagando en las culturas del Mediterráneo ¿Cómo influye en ti, tanto en estética como discurso lo que pasa en esta zona del mundo? ¿Alguna cosa que hayas descubierto últimamente que te haya sorprendido?
Realmente me gusta investigar la cultura e historia del lugar donde habito en cada momento, y me interesa mucho indagar en los objetos tradicionales y folclóricos que cuentan historias sobre antiguas formas de hacer y pensar. Aparte de la cultura de estas regiones, mi interés también está en su geografía: descubrir el paisaje, sobre todo su geología, el rastro que se sedimenta en sus tierras. Mi práctica tiene como objetivo asimilar el entorno mediante el hacer. Al observar las tierras de cada localidad, obtengo información sobre sus minerales y su riqueza. Además, al trabajar con tierras de localidades que rodean el Mediterráneo, me conecto también con su cultura y la tradición ceramista de cada región.
En cada lugar que visito, me gusta descubrir los objetos cerámicos que se producían antiguamente, ya que son contenedores de historias del pasado. Otra cosa que observo al visitar estas regiones es la presencia de la religión. Me gusta visitar iglesias y notar la vinculación que tienen con el territorio donde se encuentran. No pretendo vincularme con la religión cristiana, pero sí con esa conexión de unidad con el territorio y con un sentimiento de veneración hacia los elementos que componen el lugar.
Pero a nivel de imaginario ¿qué es lo que más te ha marcado? Una pieza o unas piezas cerámicas, que al verlas, te hayan deslumbrado marcando tu camino. O quizás no sea cerámica y sea otro formato artístico o de ingeniería.
Realmente, me fascina cualquier lugar donde se perciban las capas de historia, donde puedas caminar por las calles o visitar museos de arqueología y sentir un imaginario y un mundo que, de alguna manera, siguen presentes hoy. El año pasado quedé fascinada con Nápoles, sus altares en las calles, en las iglesias, sus catacumbas. Desde entonces, la idea de altar ha quedado muy presente en las piezas que hago. De allí también surge mi interés por los objetos litúrgicos, que son capaces de generar toda una aura a su alrededor, una agencia propia capaz de emocionarte y de invocar mundos. Mi intención con esta influencia a la liturgia, también es poder generar objetos que invoquen esta aurea y agencia fuera de la religión cristiana, recuperando un valor ritualístico con un imaginario que pretende alejarse del “puritanismo” cristiano y acepte nuevas formas y estéticas con los detritos culturales de hoy.
Recientemente me he encontrado con la artista inglesa llamada Gillian Lowndes (1936-2010) que se ha convertido en un gran referente para mí, ya que también trabaja con esta idea de “assemblage” —collage de despojos que se encuentra— y crea esculturas con formas muy experimentales donde los materiales son una fuente de ideas y de su misma expresión. Por otro lado, gran parte de mi investigación bebe de la interacción entre el ser humano, la naturaleza y otras especies. Me interesa mirar la ingeniería y las técnicas antiguas, como las casas de abejas, silbatos de cerámica, casas de pastores… cualquier diseño hecho con recursos del entorno y que valore una relación más simbiótica con el territorio.
De manera sutil, hay mitología en tus piezas, criaturas que no vemos los mortales. ¿Haces referencia a la “magia” de manera consciente? ¿Reconoces tu figura de alquimista en el proceso de creación?
Me interesa que en mis piezas haya una reminiscencia a la tradición y a los rastros de la ancestralidad, recogiendo símbolos y arquetipos que transporten a imaginarios de ficción, fantasía, naturaleza, esencia, magia. Al crear piezas que contienen sedimentos geológicos y, a la vez, integran la nueva capa de detritos que genera el sistema capitalista, propongo una nueva mezcla de materia. La cerámica me permite acelerar el proceso de fosilización, vitrificando estos sedimentos en nuevas formas que plantean una unión entre pasado, presente y un futuro postantropocéntrico. Más que una crítica al impacto del capitalismo en los territorios, es una evidencia, y al mismo tiempo una motivación para reconectarnos con lo que nos rodea, dar agencia al territorio, valorarlo, y hacernos responsables de su cuidado, desde la necesidad de cambiar los patrones y lógicas del capitalismo, que es una de las principales causas de la crisis ecológica actual.
Montar un horno, crearlo en la tierra; tal como lo planteas, ¿es también una manera de generar comunidad con otrxs?
Sí. Una de mis primeras experiencias con hornos fue con mi amiga y compañera Tatiana Melo, que ahora es una experta en hornos de leña. Siempre nos hemos influenciado y motivado mutuamente. Cuando construíamos los primeros hornos, yo sentía mucho respeto e incluso algo de miedo, pero ella estaba completamente fascinada, y se le encendía una llama que le permitía alimentar el fuego sin miedo, para que las piezas quedaran bien cocidas. El fuego en la cerámica tiene una energía muy chamánica, seguramente por estar alimentando esta llama que hace que el material se transforme en otro y al mismo tiempo genera unos vínculos muy bonitos con la gente. Yo lo siento como un final de ciclo y comienzo de uno nuevo, la cerámica te acaba llevando a algo muy vital.
Como se alimenta tu feminidad, ¿crees que existe un proceso de retroalimentación energético al trabajar con los elementos? Dar luz a formas nuevas con el fuego…
Es muy bonito lo que planteas, y quiero pensar que sí que existe esta retroalimentación energética, de hecho creo que es lo que me mantiene fascinada ahora mismo cuando me encuentro con un nuevo territorio y materiales. Aunque sale de mí un impulso de crear y juntar estos materiales y transformarlos, me pasa también que me cuestiono el impulso creador cuando observo mi alrededor y allí mismo ya encuentro belleza en las distintas materialidades y sus formas. Por eso, a pesar de tener ese impulso, también me cuestiono mucho el valor y motivos de lo que quiero crear. Por otro lado, percibo esta feminidad más como una energía que despierta en las personas la creatividad y la capacidad de imaginar. Creo que son energías que pueden impulsar, motivar y vincularnos con el presente. Por lo menos, eso es lo que me impulsa a hacer arte, y lo que espero transmitir a quienes se acercan a él.
Texto y fotos: Rocío Madrid