A finales del siglo XIX, la ‘Nueva Mujer’ disfrutaba del aire libre, cierta emancipación y presencia en la esfera pública. Las dos ruedas fueron símbolo de esa movilidad e independencia.
Mujeres ciclistas con bicicletas de seguridad en 1900
El concepto de la Nueva Mujer emerge de los cambios socioculturales en la América de finales de siglo XIX – éxodo rural, aumento en la inmigración, industrialización, aparición del consumismo, cambios en las estructuras de los trabajadores… – gracias a estos, la mujer adquiere una nueva visibilidad y presencia en la esfera pública. La Nueva Mujer representa el surgimiento de la conciencia feminista, la lucha por el sufragio femenino (en 1920 finalmente se consigue el derecho al voto), el consumismo, la cultura de masas y una mayor libertad sexual, características que también comienzan a definir la feminidad moderna.
A partir de este momento, la Nueva Mujer juega al golf, caza, monta a caballo y en bicicleta, además tiene unos valores reformados, es decir, es una mujer que busca la independencia, que trabaja o estudia y que disfruta del deporte y la política. Este aumento de la actividad física hace que exija cada vez prendas más cómodas – como la falda pantalón o la camisa – y que destierre otras como el corsé, que en aquel momento era un símbolo de opresión.
Dibujo de Charles Dana Gibson
Por ello, se convirtieron durante años en un modelo a seguir y un icono al que miles de mujeres aspiraban. De la mano de la Nueva Mujer aparece el término Gibson Girl, que toma su nombre gracias al ilustrador Charles Dana Gibson, quien dibujó a una mujer que cambia su vestimenta a la vez que sus ideales. Gibson, que trabajaba para algunas de las revistas más importantes de la época, dibujó un arquetipo aspiracional de la Nueva Mujer: más alta, con rasgos faciales muy marcados, con el pelo recogido y sin sombrero. Sus dibujos influyeron también en gran medida en la moda de la época puesto que hizo que se quitaran las chaquetas, dando paso a que las blusas ganaran importancia en el mundo de la moda.
La bicicleta comenzó a formar parte de la vida de las mujeres e incluso hizo que muchas abandonaran el uso del corsé, debido a lo incómodo que resultaba a la hora de subirse a una de estas. Para las que aun no estaban preparadas hizo que los fabricantes crearan unos nuevos que llegaban hasta la cintura y eran menos apretados. Además, obligó a que los bajos de las faldas se subieran unos centímetros para poder pedalear sin problemas.
Imagen de una joven con falda pantalón del siglo XIX
Un objeto como la bicicleta se convirtió así, para las feministas y las defensoras de los derechos de la mujer, en imagen de libertad y sororidad. De esta forma, el ejercicio y la movilidad representaron la emancipación de la mujer, que además acababa de conseguir entrar en las universidades. La Nueva Mujer personificaba la libertad, la salud y el ocio mientras cambiaba las jerarquías de género y las normas establecidas.
Mientras hoy nos puede parecer de lo más normal montar en una bicicleta, hace más de cien años, la llegada de este medio de transporte tuvo un gran impacto libertador en las vidas de las mujeres de la época, que, por primera vez se atrevían a dejar sus casas y perseguir una autonomía sin tener que enfrentarse al suicidio social.
Cuatro ciclistas paran a hacerse una fotografía en el Alameda Avenue Bridge
Dibujo de Charles Dana Gibson
Imagen de una mujer montando en bicicleta
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