Lujo y frustración

21 / 12 / 2015
POR Patricia Lostado

La artista Martha Rosler se preguntaba “¿qué es Vogue?” mientras pasaba las páginas del número de diciembre de 1982. En sus manos todo un universo: “Es una revista para la mujer, para la mujer que desea, y quiere, y espera, y que se identifica con sus semejantes, con los ricos, la clase alta, la realeza, con confort, con el lujo, con tenerlo todo. Ropa, amor, perfumes, hombres, hombres ricos, perfumes caros, licores, sexo, romance, amor. Es teatro, drama, revelaciones, diseños chic, esperar, soñar”.

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En su performance, a través de las imágenes de la revista, su discurso se convierte en obsesivo; lee los anuncios, fragmentos de artículos, busca en el cabello de las modelos, la piel y el rostro. No es solo una publicación de moda y belleza que ilustra lo nuevo por venir, es todo un ideario. Un catálogo ilustrado de aspiraciones: “Es el nuevo tú, el tú que quieres ser y que no puedes ser. Aquel que no quisieras ser, que no tienes que ser nunca más”. Todo un manual que detalla con precisión cómo transformarte para fascinar a los demás: “la nueva cara debajo de la vieja cara”.


Martha Rosler identifica cada uno de los sueños proyectados a través de la lectura de la revista de moda creada en 1909 por Condé Nast. Pero la mujer, en su intento por alcanzar ese sueño (“la moda de alta costura, alta sociedad y un alto nivel de vida”) se enfrenta en solitario a la opresión de los valores de la clase burguesa y sus comodidades.

Esa búsqueda por “tenerlo todo”, que repite una y otra vez Martha Rosler, nunca había sido un tema tan actual. El “yes to all” de la artista Sylvie Fleury se multiplica en la era de internet y de las redes sociales. Sí a todo lo que brilla, a lo luminoso, al dorado, sí a la búsqueda del placer y al milagro de los productos cosméticos. “El poder de vestirte”, “la clave es la hidratación”. Fleury también se apropia hoy de los mensajes de las revistas para mostrar su juego deslumbrante de dos caras: Se presenta a nuestro alcance la construcción comercial de nosotras mismas y de nuestros propios deseos.

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Pero en esa lucha por alcanzar el estatus, la identificación, el prestigio, la calidad o el lujo, el problema llega cuando, como advierte Rosler, en esos medios te encuentras con “el nuevo tú, el tú que quieres ser y nunca serás”.