Malén Denis: «es necesario hablar desde el lugar incómodo de la subjetividad»

03 / 03 / 2020
POR Peña Fernández

Desde la intimidad y la total transparencia de su protagonista y a través de la observación de las pequeñas cosas y de lo que no se dice, la autora de ‘Litio’ trata temas como el cuidado, la ausencia, el cambio, la salud mental y la violencia.

‘Litio’, la primera novela de la escritora argentina Malén Denis, llega a España con la editorial Caballo de Troya tras la publicación en su país de origen el año pasado. Con Litio, la autora de los poemarios ‘Con una remera de Sonic Youth’, ‘Buscar drogas en Wikipedia’, ‘Un gran incendio de vidrios’ y ‘Brillante’, muestra una nueva forma de plasmar sus inquietudes literarias y su voz, pero mantiene presente la esencia de su poesía.

‘Litio’ es un conjunto de breves textos en primera persona, que por su contenido, carácter intimista, formato y cronología recuerdan al diario, como una especie de soliloquio escrito que se dirige a una segunda persona. La historia parte de la circunstancia en la que la protagonista tiene que encargarse de los gatos de su ex en su apartamento mientras este está internado por problemas mentales, para poner al centro de la atención temas como el cuidado, la ausencia, la búsqueda de la felicidad, la complejidad del mundo interior de las personas, el cambio, la salud mental y la violencia.

La observación tiene una especial importancia en la obra, a partir de la cual la autora recoge la realidad de las cosas sencillas, y a través de una mirada curiosa y sincera y un lenguaje y enfoque poético, nos muestra su poder y su valor. Así, construye a un personaje que, en coherencia con el discurso feminista, representa a una mujer real y transparente que muestra, sin filtros, sus frustraciones y sus fortalezas, alejándose de esa proyección de mujer perfecta que la sociedad demanda.

Hablamos con Malén Denis para conocer más de cerca su creación:

Fotografía realizada por Elea Franco

Tu contacto con la escritura se ha canalizado sobre todo a través de la poesía ¿qué te hizo dar el salto a la narrativa? ¿Hay algún antecedente antes de ‘Litio’?

Más que un salto, me gusta pensar ‘Litio’ como una continuidad a mi poesía, una progresión. Se dio naturalmente, pero como si siempre hubiera estado ahí esa voz, una faceta más del mismo prisma que es mi escritura. Creo que, así como la protagonista se deja pistas de su propio proceso, se detiene a mirar ciertas escenas que le van resonando, en mis poemas me había dejado indicios de lo que quería hacer más adelante. Hay un poema de mi primer libro, ‘Con una remera de Sonic Youth’, que dice «Y ahora que podés decir todo lo que querías, Malén, no decís nada». Hay una parte de mi propia voz que siempre está ahí desafiándome a que diga más, que diga mejor. Y a mí me inquietan mucho las historias íntimas, que no es lo mismo que un secreto, sino la historia que una puede contar de sí misma en un momento y como nuestra cabeza hila hechos que a priori podrían parecer prosaicos, pero que pueden derivar en un cambio subjetivo radical. Una imagen vista en el momento correcto, un parlamento dicho con buen timing puede cambiar la historia de una persona.

Antes de Litio había trabajado una primera novela, la real primera novela, llamada en su momento ‘Rápido y juntos’, por una canción de Babasónicos, una banda argentina que a mí me interpela muchísimo. Con el tiempo pasó a llamarse ‘Las chicas dañadas’. Es una pena que no me haya sentido con credenciales suficientes como para emprender el viaje de terminarla, la abandoné bastante avanzada. Hoy veo que algo de lo que hice en ‘Litio’ estaba en esa escritura inicial, con mucha más inocencia, pero esa misma idea de narrar desde lo que supuestamente es innarrable estaba ahí. Era la historia de una chica que se reencontraba con un amor platónico, se daba cuenta de que vivían en el mismo barrio y comenzaba a espiarlo y a imaginar cosas de él, adentro de su dolor, el dolor de no ser recordada por el otro, iba abriendo sus propios recuerdos, chicas dañadas por el alcohol, el abandono de sus familias, la crisis económica del 2001.

Es interesante que me hayas preguntado por el antecedente, porque luego de publicar ‘Litio me decidí a retomar esa novela, que ahora se llama «Las facultades» (aunque esto puede siempre cambiar), retoma en gran parte el universo generado en esa primera versión pero ahora es en tercera persona, lo cual es todo un desafío para mí que escribo mucho en primera y segunda, un desafío que me encanta.

¿Hubo siempre la pretensión de crear una novela? ¿en qué momento te das cuenta de que está empezando a tomar esa forma?

Litio comenzó como dos libros paralelos, o ni siquiera libros, dos proyectos paralelos. Uno, un ejercicio para una clase de Escrituras de Intimidad de Tamara Kamenzsain, donde había que llevar un diario centrado en la observación de un fenómeno. En mi caso, mi fenómeno fueron los cuatro gatos que estaba cuidando en la casa de mi amigo Mateo Renzulli. El segundo proyecto era un ensayo sobre la salud mental. Mi mamá es psicoanalista y en mi familia hay varios casos de psicosis. Es un tema que aparece de modo recurrente en mi vida. Me gusta trabajar con las obsesiones, con lo que me llama la atención, el límite entre lo sano y lo enfermo en sentido mental es algo que me interesa y me duele. En un momento dado se dio el chispazo, estaba trabajando sobre la idea de la familia pero el texto no fluía, también me había metido a pensar cómo se circunscribe la violencia cuando hay “locura” de por medio, y si la locura no puede usarse, también, como una excusa. Estaba metida en un berenjenal teórico, era un campo minado porque mi propia historia se jugaba en estas preguntas. Ahí fue cuando vi al padre gato robarle la comida a sus crías. Esa imagen me dio la nafta que necesitaba para encender la máquina, la pregunta por si el cuidado es o no intuitivo. Enlacé los dos textos. Me pasé un mes entero tejiéndolos por 7 u 8 horas al día. Tenía en claro la historia de esta protagonista, yo sé todo lo que pasó, pero me fue vital elegir qué cosas se iban a decir y cuáles se iban a ver de refilón. Después estuve 3 años escribiendo cada pieza, encontrando las imágenes, desde un caldero negro, hasta las referencias de las películas que usé, las cosas aparecieron de distintas formas en distintos tiempos, el último capítulo que escribí está en el medio, sin esa imagen la novela no hubiera estado realmente terminada para mí.

“Litio” presenta rasgos innovadores a los que el lector no está acostumbrado y que la hacen aún más interesante. En primer lugar, en referencia a la perspectiva que toma, por el protagonismo de esa segunda persona a la que la narradora se dirige ¿qué papel tiene y qué aporta en el conjunto?

Como decía en la anterior pregunta hay una idea muy clara de contar desde la intimidad de la historia, desde el centro del dolor. No sé qué aporta pero sé que esta historia no se podía contar de otra manera, porque lo que es central para mí es que la verdad no es una serie de hechos delimitados, sino que hay verdades individuales y sutiles, subjetivas y poéticas. La ausencia es un tema que también me obsesiona, pero para contar una ausencia me parecía vital dar cuenta de que una ausencia solo existe si hay alguien que la alberga, que espera por el otro. La protagonista está sin interlocutor, renga en su propia angustia, atravesando duelos, el de su madre y el de su expareja, que parece estar en un limbo del sentido. Este hablarle a él, me pareció una decisión casi que natural, ella está ahí en su casa, con sus cosas y sus animales y no se puede comunicar. En su soliloquio le habla del modo que hablamos cuando nos quedamos con cosas para decir, como cuando encontramos el remate perfecto a una conversación que pasó meses atrás. Me interesaba evidenciar la falta, entonces decidí que mi personaje hablara desde una especie de no lugar, mi protagonista no es la protagonista de las acciones dramáticas, es una especie de observadora pasiva de la cual vamos sabiendo cosas de a poco.

En segundo lugar, no menos llamativo, es el modo de estructurar el relato, tanto por el formato diario como por la brevedad de los capítulos, que raramente superan las 3 páginas ¿qué han motivado estas decisiones?

En el progreso de cualquier cambio subjetivo hay pequeños destellos, pero el desencadenante es progresivo, entonces el paso del tiempo me parecía necesario. Decidí usar el tiempo de la internación de él para la creación de escenas mentales. Hay un progreso en la voz de la narradora que tiene que ver con encontrarse y desencontrarse, verse bajo la mirada de él, dejarse de ver bajo esa “luz mortuoria” que menciona en el primer capítulo. Fui buscando en la cotidianeidad pequeños destellos, tuve que estar atenta, escuchar a mi alrededor, inspirarme en otras mujeres y en sus historias. La decisión de los capítulos cortos tuvo que ver con encontrar una imagen para cada uno. Y eso es algo que tomé de mi trabajo en la poesía, a veces una imagen, como la de una mariposa muerta aplastada sobre el piso, puede decir mucho más del estado de situación que una serie de acciones, mi novela quiere dar cuenta de que a veces nos piden hechos, y lo que hay es una violencia sutil imposible de circunscribir.

La protagonista presenta una inmensa complejidad, tanto por sus vivencias como por su mundo interior. Una chica frágil, y en otras ocasiones poderosa, que parece buscar su lugar ¿Crees que el perfil de la protagonista coincide con la generación de jóvenes actual? ¿Cómo la describirías?

Creo que mi personaje es una chica absolutamente normal, porque tiene una historia y todos tenemos una historia trágica y una psicología en movimiento. Así que sí, quizás dé cuenta de una generación. La atraviesan muchos discursos al mismo tiempo, la sociología, el psicoanálisis, la astrología, el tarot… Litio tiene la lógica de la plataforma, como un scroll por donde pasan imágenes de distintas densidades. Somos este discurso complejo. No es que todo esté al mismo nivel, pero vivimos en una lógica de pantallas donde todo pareciera suceder en el mismo orden, algunas veces la insatisfacción misma es difícil de delimitar. Ella es fuerte porque es frágil y eso es algo que me interesa remarcar, creo que el gran logro del feminismo de nuestra generación es que estamos desandando la idea clásica de la fragilidad. Hoy por hoy demostrarse fallido es un atentado contra el capitalismo feroz que nos quiere mostrando vidas perfectas 24/7, para que los otros nos consuman como antes fueron los productos en las góndolas. Nuestra revolución es la de hacernos cargo de nuestras propias frustraciones y nuestra propia oscuridad. En ese sentido, esta protagonista a mi me resulta inspiradora, porque hace lo que puede con lo que hay, y es transparente: a veces superficial, a veces profunda.

¿Qué intención hay detrás de la ambigüedad del relato en temas como la violencia o la salud mental que envuelven a algunos personajes ? ¿Y de la confusión del personaje principal?

La ambigüedad en torno a ciertos temas es una decisión natural y política. Natural porque como la protagonista habla desde el centro de su mente, ciertas cosas no se enuncian porque están dadas para ella. En estas misivas que envía desde su cerebro a este interlocutor están dados por sentado los hechos de la historia en sentido tradicional. Y ahí aparece lo político. Vivimos en un mundo que nos pide hechos concretos y que a la vez nos empuja al abismo de la posverdad. Es una exigencia ridícula la de pedir una sola verdad en el entramado de subjetividades que somos.

Esta decisión tiene que ver con una discusión que yo me planteo respecto de las narrativas centradas en los hechos, que terminan siendo patriarcales porque tienen una pretensión de univocidad, creo que para dar cuenta de que la verdad no es única e inmanente, es necesario hablar desde el lugar incómodo de la subjetividad. Es un riesgo que decidí tomar porque me pareció que la historia del abuso y la lucha por encontrar la salud mental vibra en la fibra de lo no dicho y lo inasible.

Fotografía realizada por Elea Franco

‘Litio’ concede un gran interés a la observación de las pequeñas cosas, a las sensaciones, los pensamientos, los recuerdos… dejando a un lado la acción. A veces, parece plasmar la dinámica que sigue el cerebro, que por conexiones, enlaza una idea con otra hasta dar con algo totalmente distinto ¿por qué esta preferencia?

Es una decisión muy personal, yo escribo desde mi propia experiencia, lo cual no quiere decir necesariamente que escriba desde la autobiografía. Creo que la escritura siempre es una mentira, pero que esa mentira puede estar muy cerca de la verdad si nos centramos en la poesía de los pequeños gestos. Creo que la escritura es un hecho colectivo y a mí me interesaba decir que las pequeñas mentes cuentan, que lo que pasa del otro lado de la acción puede ser muy potente. Que el cambio a veces está en lo que aparentemente está quieto, sin ir más lejos el germen del cambio actual en la vida política mundial está muy atado a las voces que siempre estuvieron silenciadas. Somos muchas las mujeres -o, mejor dicho, los no varones- que pensamos el mundo en silencio, sintiendo que no había espacio para nosotras o que nuestro interlocutor estaba ausente, creo que por eso necesité hablar desde las imágenes, a priori inofensivas, quería mostrar que a veces el cambio se gesta en la dinámica interior. Esta protagonista se ve espejada en lo que la rodea porque está sola, pero no quiere decir que lo que piense y sienta no sea importante. Creo que muchas de las individualidades que nos identificamos como no varones podemos resonar con esta idea. Para empezar a enunciar la violencia, primero debemos hacer un ejercicio de reflexión, muchas veces hay que repasar todo lo que supuestamente no pasó para darnos cuenta de que nos habían vulnerado.

¿Qué será lo próximo para Malén Denis? ¿qué proyectos podemos esperar?

Bueno, estoy en la búsqueda de un cierre para mi segunda novela, pero yo me tomo tiempos muy largos para escribir. Soy detallista y también busco el impulso en mis propios cambios. Estoy atravesando un momento muy intenso porque me mudé de Argentina a Estados Unidos, me casé y dejé de tomar alcohol, todo en el mismo año. Así que es probable que mis próximas escrituras estén teñidas de todo este nuevo despertar, donde hay mucho de repensarme por fuera de la imposibilidad. En ese orden, estoy retomando la idea de hacer algo en las otras ramas del arte en las que me fui formando, que son el cine, la fotografía y la música. Es probable que aparezca de mí algo en otros formatos.
Me gustaría ver mi novela adaptada al cine, pero más que hacerlo yo, me gustaría que lo haga alguna directora joven. Me gusta lo que pasa cuando otro toma tu obra y lo reinterpreta, yo creo que somos un diálogo abierto, quizás por eso Litio está escrito en segunda persona.