El pasado de Daniel Riera

14 / 09 / 2016
POR Pablo Gandía

Sus fotografías aparecen publicadas cada mes en las grandes cabeceras de moda. Su nombre es un imprescindible en toda conversación freak entre asistentes de fotografía. Y su historia, aunque resulte difícil de creer, todavía sigue siendo anónima. Tomad asiento y disfrutad de una buena dosis de anécdotas.

 

imagen-1

Daniel Riera. Foto: Mikel Olaizola, 2016.

 

Cuando realicé esta entrevista, a Daniel Riera (Olot, 1970) le quedaban pocas horas para marcharse de vacaciones. Cualquiera en su misma situación habría exigido rapidez; se hubiese mostrado nervioso, con las manos sudadas, el corazón palpitante y la típica euforia de un oficinista que da la bienvenida al sagrado mes de agosto. Pero este fotógrafo de moda no. El catalán ya está más que acostumbrado a esperar. Todos los días espera, por ejemplo, a que abran las puertas de embarque. También espera a los modelos, a que se enciendan los flashes y a que llegue el momento perfecto para disparar. Porque el trabajo de Daniel no tiene nada que ver con provocar o forzar situaciones, sino más bien con dejar que éstas lleguen. Y creedme, lo sabe hacer con elegancia, demostrando que lleva más de veinte años detrás de una cámara y que dispone de las suficientes tablas como para soportar treinta minutos más de trabajo. Los últimos antes de zambullirse en el mar Mediterráneo.

 

Vamos a hacer un ejercicio. Prometo que no será complicado. Te voy a enseñar una fotografía tuya para que me hables de ella. Quiero que me digas a qué te recuerda o qué es lo que te sugiere, ¿de acuerdo?

Perfecto. (Le muestro una fotografía del actor Christian Bale, del año 1996). Este retrato lo hice en un festival de cine. Yo llevaba solo un par de años publicando fotos. Las revistas te pedían que fotografiases a un personaje en concreto, y tú estabas ahí buscando tu momento para poder sacar un buen retrato. En general había poco tiempo, pero lo que intentaba era comunicar muy rápido con el personaje para ver si podía ocurrir algo. En el caso de Christian Bale, a pesar de que estaba el mánager y todo su equipo allí, conectamos al instante (chasquea los dedos). Le pedí que se tirara un vaso de agua por encima, si mal no recuerdo, y para sorpresa de todos lo hizo (risas). El mánager se echó las manos a la cabeza y le gritó: “¡No, no lo hagas! ¡Tienes que hacerte más fotos después y vas a salir con el pelo mojado!”. Pero a él le apetecía hacerlo.

 

imagen-2 

Christian Bale, 1996.

 

¿Ha cambiado tu forma de fotografiar desde entonces?

¿Si ha cambiado? Mira, en ese momento generalmente había mucha presión de tiempo. Tenías, no sé, veinte minutos para hacer un retrato, o a veces cinco. Eran personajes que estaban de promoción, con unas agendas muy apretadas, y tú solo eras uno más dentro de esa estructura de entrevistas. Recuerdo a Damon Albarn, de los Blur. A él y a su grupo los fotografié en el aeropuerto del Prat. Aterrizó el avión y nos metieron a veinte fotógrafos en una sala. Aquello era una locura. Decías: “¿Qué hago aquí?” (risas). Pero eso también te obligaba a pensar cómo podías sacar una buena foto, aún en esas circunstancias. Mi estrategia consistía en acercarme tanto como podía al personaje. O sea, meterle la cámara en la nariz y sacarle una foto. Así, como mínimo, me aseguraba tener un primer plano. Y esa era mi manera de fotografiar en aquellos años. Ahora tengo más medios y las revistas me dejan más tiempo. Pero eso no quiere decir que las imágenes de antes fueran peores; simplemente responden al momento.

 

Ahora te voy a enseñar otra foto tuya, un poco más reciente. Ahí va.

(La observa durante varios segundos). ¡Hombre, Bjarne Melgaard! Esta foto fue un placer, porque tenía muchas ganas de trabajar con el medio. Por aquel entonces BUTT era una revista de culto, que desarrollaba un trabajo muy interesante. Siempre se caracterizaba por una aproximación diferente hacia los personajes. En este caso, Bjarne vivía en Barcelona. Me contactaron para que le hiciese varias fotos, acompañando una entrevista de Slava Mogutin. Estuvimos juntos casi un día o algo así. Yo fui a su estudio, luego él vino a mi casa cuando vivía en Trafalgar…Empezamos muy vestidos, con traje, chaleco y camisa, y fuimos quitando capas para crear diferentes situaciones. Esta foto salió muy rápida. No sé si le pedí que levantara las manos. No recuerdo exactamente cómo surgió, pero sí que recuerdo que fue un personaje muy interesante, con un aura determinada. Muy atractivo, con mucha presencia.

 

imagen-3 

Bjarne Melgaard, 2006.

 

¿Y qué me dices de esta otra foto?

¡Ah! (Sonríe). Es un retrato que le hice a Xavier Corberó. Albert Moya me pidió que si podía estar ahí haciendo fotos al mismo tiempo que él filmaba su documental con Xavier. Me pareció maravilloso poder participar. Por el personaje, por el entorno, por Albert. Y bueno, digamos que esos momentos paralelos te ofrecen regalos como este. Son momentos que simplemente ocurren; no se pueden programar. Cuando estaba disparando la foto yo rezaba para que Xavier no quitase la mano, porque no le hubiera podido pedir que la pusiese otra vez. Era un momento único, y la foto tiene la carga surreal de ese momento, que no está provocado ni pensado. Está encontrado.

 

imagen-4 

Xavier Corberó, 2014.

 

Esta tercera foto forma parte de The Vivid Language, tu primera exposición en solitario en Estados Unidos. ¿Qué sentiste al ver tus fotografías colgadas en otro país?

La exposición de Nueva York salió de una manera muy natural, muy orgánica. Conocí a los chicos de la galería (Casa de Costa) a través de David Armstrong. Compré varias fotografías suyas antes de que muriera y les pedí a los chicos que David me las firmara. Quedamos con que volvería a por ellas más adelante, al regresar a Nueva York. Y cuando fui a recogerlas, me propusieron hacer una exposición allí. Me dijeron: “Tienes un año. Haz lo que quieras, lo que te apetezca, lo que tengas ganas. Te damos libertad absoluta”. Fue como un regalo, porque yo jamás había tenido la intención de hacer una exposición propia. Siempre que había participado en alguna era porque alguien me lo había pedido. Y bueno, en este proyecto tuve la oportunidad de revisar mi trabajo, ver qué me apetecía enseñar y de qué manera. No tiré muy lejos. Quería hacer cosas de ahora, cercanas en el tiempo. Y aunque habían unas cuantas imágenes de hace diez años, siete o cinco, el grueso era del último par de años.

 

Dices que nunca te habías planteado montar una exposición por tu cuenta. ¿Por qué no?

No lo sé. A ver, yo creo que es una cosa que va con el tiempo. Igual algún día ordeno mejor mis archivos y encuentro trabajos que podría enseñar de otra manera. Pero de momento, ya te digo, el tiempo es muy limitado y estoy con muchas cosas a la vez. Hacer una exposición es como editar un libro: necesita dedicación. Aunque en un futuro inmediato, bastante cercano, me gustaría crear este tipo de proyectos. Encargártelos a ti mismo de alguna manera, porque si no lo haces así, la agenda se te colapsa. Creo que a veces también tienes que ponerte a tu servicio, y no solo al del cliente.

 

Cuando le hiciste la foto a Xavier Corberó sabías que no había una segunda oportunidad. Y en el caso de haberla, no sería tan buena como la primera. Supongo que eso también te ocurrirá en las grandes producciones de moda, ¿verdad?

Yo trabajo mucho con los hallazgos, con los accidentes. Para mí eso es importante. Y a veces pierdes fotos porque estás cambiando un carrete o porque dices: “Qué bonito, no te muevas”. Pero con ese decir “no te muevas” ya has perdido el momento. O lo pillas o no lo pillas. Es como un suspiro. A veces estás por la calle, yendo a cenar, y ves a una persona que cruza de acera. Y la situación te parece preciosa, pero no llevas la cámara encima. Hay cosas que no fotografié hace muchos años y que todavía hoy me sigo acordando de ellas (risas). Y me digo: “Qué tonto fuiste de no llevarte la cámara aquel día. Te la tendrías que haber llevado”.

 

¿Cuál te gustaría que fuese tu próximo accidente?

(Se queda unos segundos pensando). Pues mira, creo que tiene que ver más con captar la cotidianeidad de una manera igual de interesante que cuando estás en una producción de moda. Me gustaría poder conseguir eso con mis amigos, con mi gente, con lo que vivo en el día a día. O sea, poder trasladar esa manera de fotografiar a lo personal. (Y una vez más, vuelve a reflexionar). Pero estoy en ello. Solo es cuestión de tiempo.

 

imagen-5

Rossy de Palma, 2015.

 
 

www.danielriera.com