¿Qué hay de nuevo? Sex and The City, quienes fuimos, quienes somos

11 / 06 / 2023

¿Qué hay de nuevo? La columna semanal de Estel Vilaseca

Esta semana se celebraban los 25 años de la primera emisión de Sexo en Nueva York, una serie que en su momento hizo historia al dibujar unos personajes femeninos complejos y llenos de matices poniendo la amistad entre mujeres en el centro del relato. Basada en el libro homónimo y autobiográfico de Candace Bushnell, su éxito, de la mano del productor Darren Star, abrió camino para un género propio dentro de la ficción televisiva. La elección de Sarah Jessica Parker como protagonista fue ya toda una declaración de intenciones. Con una reputada carrera como actriz, su físico estaba alejado de los estereotipos de la típica chica guapa, algo que contribuyó a que Carrie resultara más cercana, real y creíble. Los títulos de crédito, con su pegadiza melodía y su montaje rápido ya desvelan la fina ironía que tiñe los guiones de la serie. De punta en blanco, con la mítica falda de tul y Nueva York de fondo, la salpicadura de un taxi rompe el idílico momento.

Si bien las primeras temporadas el tono de Sexo en Nueva York era más ácido y costumbrista y el enfoque más coral, paulatinamente y a medida que el público se iba enganchando a las historias de Carrie, Samantha, Miranda y Charlotte, los guiones se centraron en las cuatro protagonistas, así como en sus amores y desamores. Y mientras ellas crecían lo hacíamos también nosotras. La serie, que se estrenó en 1998 y terminó en febrero de 2004, fue clave para construir el imaginario que inspirará a la primera generación de blogueos y ego-blogueros. Sus estilismos, creados por la estilista Patricia Field, son ya historia de la moda y contribuyeron a impulsar el culto a piezas como los “Manolos”. Dentro de una zapatería, salón de Blahnik en mano, Carrie le explica a Miranda que ha ido a pedir un préstamo pero el banco no se lo ha ofrecido: “¿Dónde se ha ido todo mi dinero?” Se pregunta. “A 400 dólares el par…¿Cuantos tienes, 50? ¿100? 100 veces 400 dólares. Ahí lo tienes”, le responde Miranda. “Bueno, son sólo 4000…” responde Carrie. “No, son 40.000”. «¡Oh…! Me he gastado 40.000 dólares en zapatos y no tengo donde vivir. ¡Voy a ser una vieja que vive en sus zapatos!”. Esa vida llena de contradicciones que vivía Carrie fue uno de los principales motores de la serie, esa lucha entre la aspiración y la precariedad, entre el amor romántico y la emancipación femenina, entre el amor y el sexo, entre las expectativas y la cruda realidad.

Con el furor por la estética 2K resulta una delicia revisar la serie, que desde que terminó y hasta que no se anunció su regreso, dejó con un cierto vacío a todos los fans que son legión. Con el objetivo de llenar un poquito ese hueco, las periodistas de moda Lauren Garroni y Chelsea Fariless fundaron en 2016 la cuenta de IG @everyoutfitonsatc que empezó funcionando como un pequeño archivo para rememorar algunos de los conjuntos más célebres de SATC pero que con el tiempo se ha convertido en el punto de encuentro de referencia para todos los seguidores del fenómeno. Lo más interesante es que su enfoque huye del romanticismo y apela más a una desmitificación cariñosa. “Estuve obsesionada con Sexo en Nueva York desde el momento en que se estrenó (…) hice todo tipo de cosas espantosas para emular el estilo de vida de de la serie que incluían, la compra de una rosa gigante en Gap, fumar Marlboro Lights que son los que fumaba Carrie Bradshaw y para completar la fantasía, me mudé a Nueva York para ir a la Universidad que es donde conocí a Lauren. Pero cuando me mudé a Nueva York la cosa todavía fue a peor porque entonces pude tener acceso a las localizaciones de la serie. Recuerdo ir a Magnolia Bakery y pensar que ese era el sitio más chic en el que había estado toda mi vida (ríe)”, explicaba divertida Chelsea en una charla hace tres años.

Justo cuando se estrenó “And Just Like That”, la esperadísima continuación de SATC, Garroni y Chelsea inauguraron un Podcast con un enfoque ácido e irónico y que superó con nota la crítica de New York Times que alababa su evolución hacia un espacio en el que se “discute sobre la gran intersección entre la moda y la cultura pop”. Aunque la secuela de Sexo en Nueva york se deja ver y fue un acierto el arranque en el que las protagonistas lidian con las nuevas realidades y contextos, se echa algo de menos la frescura de los inicios. El elenco de personajes y de espacios resultan demasiado impostados y eso crea distancia. A la espera de la segunda temporada que cuenta con el gancho del los regresos estelares de Aidan Shaw (John Corbett) y Samantha (Kim Katrall), es un buen momento para recuperar alguno de los viejos capítulos y disfrutar de ese momento en el que, por arte de magia, convergen en espacio tiempo, quienes fuimos y quienes somos.