Ana Müshell: “Aprendí que tenía que pedir ayuda y que el fondo al que quería llegar Pizarnik no era mi fondo”

10 / 01 / 2023
POR Alicia Medina

Hablamos con la autora e ilustradora de ‘Maldita Alejandra’, un diario íntimo sobre la vida, la salud mental y Alejandra Pizarnik.

La crisálida es confortable y segura, hasta ella no llega el ruido incesante de la ciudad, las facturas sin pagar ni los fracasos amorosos. Pero la crisálida también es una trampa, te aísla del mundo, te arrebata el placer y te impide aprender de los malos momentos y disfrutar de los buenos. El fantasma de Pizarnik, sus poemas y diarios, las amigas y la terapia rompieron la crisálida de Ana Müshell, que ahora nos cuenta su metamorfosis en un diario ficcionado en el que ha puesto su cuerpo y alma para enseñarnos a convivir con la muerte y a amar la vida. 

En #VEINDIGITAL charlamos con Ana Müshell, autora de Maldita Alejandra. Una metamorfosis con Alejandra Pizarnik’ (Lumen, 2022). La autora e ilustradora nos habla sobre Alejandra Pizarnik, la salud mental y la creación artística. 

¿Cómo fue tu primer encuentro con Alejandra Pizarnik y cómo surgió la idea del libro? 

Me regalaron La extracción de la piedra de la locura, un libro corto pero muy potente, y fue mi primer acercamiento, incluso, a la poesía. Porque había leído a Emily Dickinson, pero la poesía aún me costaba, así que pedí más libros y di con este de Pizarnik, y en sus palabras fue cuando encontré un lenguaje y un tipo de poesía que me decía algo. Pero entonces me enteré de que Pizarnik no solo tenía poesía, que también estaban sus diarios. Me hice con ellos y ahí ya fue un flechazo, un enamoramiento y sumergirme de lleno en ella, una atracción total hacia ella. Pero la idea del libro fue mucho después, cuando Lumen, mi editora Lola Martínez de Albornoz que es maravillosa, me propuso hacer un libro muy personal sobre la etapa tan oscura que estaba pasando para mezclarlo con la literatura de la que me estaba rodeando en ese momento. Decidimos hablar de fantasmas y de escritoras que estaban muertas, entre ellas Sylvia Plath, Anaïs Nin, Virginia Woolf y Alejandra Pizarnik. Y yo quería meterlas a todas en un salón conmigo, tomar café con ellas y hablar, y eso era demasiado ambicioso. Entonces, Lola me sugirió que mejor centrarse solo en una y que si era de Lumen podíamos citarla, así que elegí a Pizarnik. Y no solo por eso, sino porque yo sabía que a través de su literatura iba a saber explicar mejor el miedo que estaba pasando. 

No deja de ser curioso que hayas encontrando ayuda en la obra de Pizarnik, que es intimista y muy humana, pero se encuentra repleta de miedo, dolor y muerte. ¿Por qué crees que ha sido así? 

Es algo que se señala mucho y es una cosa que me recalcó Lola cuando me decidí por Pizarnik, que tuviera cuidado porque estaba eligiendo a una poeta supuestamente suicida o con una pulsión muy grande a la muerte para explicar mi salida a flote. Pero yo creo que alguien que le pone palabras a tu dolor, o a su dolor pero tú te sientes identificada, te permite comprender mejor ese miedo, la ansiedad y tu separación del mundo. Y también dar con la historia de Alejandra con su psiquiatra, León Ostrov, que fue una persona muy importante para ella y la comprendió desde el primer momento, me hizo ver que ella se planteaba la ayuda, de hecho tiene unos versos que decían «ayúdame a no pedir ayuda». Entonces Pizarnik, a su manera, hablaba de todo este proceso de curación, aunque no se sabe si no quiso cogerlo o si formó parte de ella hasta el final, pero yo aprendí que tenía que pedir ayuda y que el fondo al que quería llegar Pizarnik no era mi fondo.

Precisamente en el libro hablas mucho de la importancia de pedir ayuda y de la terapia, y aunque Pizarnik hablaba de ello no sabemos si encontró más oposición o incomprensión con lo que estaba viviendo de la que puede haber hoy en día, cuando tenemos más conciencia sobre la salud mental. A pesar de ello ¿crees que sigue existiendo estigma en torno a la depresión, la agorafobia o el suicidio?

Sí, porque no somos conscientes de la cantidad de personas que se suicidan diariamente, de todas las edades y es muy triste que un gran porcentaje sean personas jóvenes. Es un tabú, es un absoluto tabú todavía. Se está empezando a hablar de la ansiedad porque ya es una cosa generalizada, estamos en un estilo de vida que nos provoca ansiedad por todas partes y esto se habla. Pero el tema de la depresión se confunde, incluso, no se sabe si es melancolía o si es depresión hasta que te lo diagnostican. Y ya si hablas del suicidio la gente se echa las manos a la cabeza todavía. Sigue siendo un tabú, lamentablemente. 

Parece que los problemas de salud mental y la creación en muchos casos han estado relacionados. Justo mencionabas a Sylvia Plath, Anaïs Nin o a Virginia Woolf. ¿Crees que la creación artística puede exponerte, de alguna manera, a sufrir estos problemas o puede ser sanadora?

La obra artística puede sanar. Si tienes la capacidad de expresarte artísticamente, ya sea por la danza, la fotografía, el dibujo o la escritura, eres capaz de drenar y de darle forma o ser consciente de algo que estás sintiendo. Por esa parte sí. Y el que tenga que ver la locura con la creación me lleva a la inteligencia, creo que estas mujeres fueron tremendamente inteligentes y pienso que por eso profundizaron más en ciertos temas y más sensibles fueron a la vida que les rodeaba, no es tanto hablar de locura como de que eran terriblemente conscientes de lo que estaban viviendo y de la muerte, y no pasa nada. 

¿Nos puedes hablar un poco sobre el proceso del libro? ¿Cómo surgió la idea? ¿Cómo te documentaste y si tenías claro el tipo de dibujo?

El proceso del libro fue muy complejo también por el momento vital por el que yo estaba pasando y lo que me pedía mi editora, que era mucha sinceridad aunque el diario esté ficcionado. Por otra parte, el concepto del diario y mezclar un poco de biografía sin ser biografía de Pizarnik fue muy complejo de contextualizar y de organizar toda la información. Mi editora me previó que tuviera cuidado con Alejandra, porque es un personaje que se escurre, es muy difícil comprender si no lo has estudiado muchísimo como han hecho Patricia Venti y Cristina Piña. Pero incluso a ellas, a Ivonne Bordelois (otra amiga suya) y a muchas mujeres que la conocen muy bien se les escapa todavía. Y durante el proceso del libro, leí toda la obra sin llegar a comprender todo, de hecho, me ayudó mucho Luna Miguel, pero yo no soy ninguna erudita de Pizarnik, por eso mi editora me dijo: «traéte a la Pizarnik que tú quieras hasta tu diario, habla de tu infancia a través de la suya, habla del amor a través de su concepción de amor, habla de la psiquiatra, de los fármacos, escoge la Pizarnik que a ti te vaya a servir para tu diario». Y ese fue el punto clave, a partir de ahí fue una escritura voraz. Y también el proceso de ilustración, yo tenía ilustraciones muy claras, por ejemplo, Alejandra fumando iba a salir; Cortazar; Octavio Paz; Olga Orozco, amiga y también escritora; yo quería que saliera Sylvia Plath y Virginia Woolf… Esas ilustraciones las tenía claras. Y luego el concepto de la polilla, es que yo me negaba a rondar por el libro como un personaje de cómic, por eso aparezco dos o tres veces de una forma muy sutil a través de un personaje con el que me identifico, pero quería ser un poco Kafka, yo quería sentirme bicho durante todo el libro.

¿En qué se diferencia ilustrar un libro escrito por otra persona como hiciste con La mala leche de Henar Álvarez (Planeta, 2020), a escribirlo e ilustrarlo?

Todo. Son libros absolutamente diferentes. Planeta me propuso poner imágenes al texto de Henar y con ello aprendí a darle vida a su personaje, algo que nunca había hecho. Y son dos libros absolutamente diferentes, el encargo te lo tomas de una manera, aunque pones mucho como autora, no te da la sensación de haber puesto cuerpo y alma como puedes ponerlo en un diario sobre el miedo.

Patti Smith, Pizarnik, ¿hay alguna otra mujer que te atraiga para ilustrar su vida? 

Bueno, Sylvia Plath. Yo la amó muchísimo. Y contemporánea, sí que me gustaría ilustrar la etapa en la que está ahora Luna Miguel, todo lo que está trabajando ella en torno al concepto de deseo. La estoy estudiando mucho, la estoy leyendo mucho y me encantaría ilustrar algo que se nos ocurriera. Y también los cuentos de Mariana Enríquez, ese terror y esa atmósfera me gustaría meterme a ver a dónde me lleva. Además, Pizarnik en sus últimas etapas era terror, así que sería un paso muy suave hasta Mariana Enríquez. 

Biografía, diarios, cómic, ¿con qué género te sientes más cómoda? 

Yo creo que me siento cómoda en todo. Cada uno tiene su dificultad y su manera de implicarte. Este de Alejandra ha sido una implicación psicológica muy fuerte. Estoy menos relacionada con el cómic, sí que en mi obra personal utilizo la viñeta como un método de expresión, pero son viñetas muy cortitas que me permiten trabajar la temporalidad y el personaje de una forma muy suave. Y la biografía me gusta mucho, porque me obsesiona, cuando me proponen una biografía, que no es el caso de Alejandra sino más bien en el de Patti Smith, me gusta ese momento de «se viene obsesión», porque me voy a meter de lleno en su contexto, en su persona, en su forma de vestir, en cómo huele, a quién conoció… Y ese tipo de obsesión te saca cosas muy bonitas a la hora de ilustrar y de conocerte como autora. 

¿Dónde encuentras la inspiración?

Hay mucha música y mucho cine. Depende de para qué proyecto, pero normalmente el cine es un gran propulsor de historias porque te ayuda muy bien a plasmar planos. Por ejemplo, a mí que me gusta mucho el tema de la melancolía, hay ciertas cosas en el cine que aprovecho para traérmelas al dibujo y, por supuesto, tener obras de otras autoras contemporáneas: me inspira mucho la obra de Laura Pérez; me apasiona la etapa en la que está ahora María Herreros, la adoro; en Paula Bonet, la oscuridad que está trabajando y cómo ella ha plasmado sus propios monstruos y a lo que se está enfrentando a través de sus pinturas y de sus acciones en directo, creo que tiene una vitalidad y una oscuridad que me motiva mucho. Y leer es imprescindible, una buena novela o un buen ensayo, las conexiones que te permite luego es un motor total para la creatividad.