Bimbo sin corteza y otras locuras de los 2000

28 / 09 / 2017
POR Kike Adela

¿Os imagináis una vida sin #avocadoontoast o hummus del Mercadona? Pues aún así sobrevivíamos en los 2000. A base de cupcakes y Avril Lavigne.

Los 2000 fueron años memorables para muchos, y desastrosos para otros. Paris Hilton, por ejemplo, cree que fueron los años más cool en la historia de la moda, en cambio para Lindsay Lohan, bueno, ya sabemos lo que pasó con Lindsay Lohan. Celebrities a parte, nuestra dieta hoy no es como la de entonces y la gastronomía también fue víctima de las modas del 2000, que creedme, no fueron pocas.

Con el nuevo milenio llegaron nuevas adquisiciones, la globalización empezó a coger forma y nuestra cultura culinaria tradicional se dejó invadir por nuevos sabores. La comida asiática se puso de moda y los restaurantes “chinos” florecieron por España cual brote de soja. El glutamato pegó fuerte en nuestros paladares, y a pesar de la controversia por el uso de esta adictiva substancia, no hubo crítica que pudiera separarnos de los que creíamos tan auténticos rollitos de primavera, cerdo agridulce o pollo con almendras. ¿Súper asiáticos verdad?

Pero la locura continuó, no tardaron en llegar los makis japoneses, igualmente ridiculizados, con decir que el “California roll” fue el más popular y consumido… ¡pero nos daba igual! Por entonces el concepto de “apropiación cultural” ni se nos ocurría, y hacer picadillo las tradiciones culinarias de otro país siempre valía la pena si eso suponía “arroz tres delicias”.

Como en Asia no eran mucho de postre… Directos desde América llegaron los cupcakes. ¿Qué le vimos a ese intento de magdalena coronado por una churro de mantequilla y azúcar? El químico colorido de la “buttercream” conquistó los corazones de los que más tarde se denominarían “food bloggers”, devotos y devotas del fondant o cualquier cosa con azúcar y colorines. Pero el asunto se puso serio cuando las panaderías tradicionales nos dieron el cambiazo, de la noche a la mañana substituyeron el típico bizcocho por “carrot cake”. Según mis cálculos, fue este pastel el que propulsó un trend de los 2000 que tiene hoy más fuerza que nunca: ser #healthyloca.

Tras tanto desenfreno en la cocina, nuestros cuerpos dijeron basta y aparecieron las healthy locas, y no me refiero a las que se creían invencibles con su milagrosa dieta de puntos.

Documentales como “Super Size Me” nos abrieron los ojos sobre la comida basura y complicaron nuestra relación amorosa con los Nuggets. Intentamos forzar una ruptura y acabamos en una complicada aventura secreta, en la que engullíamos hamburguesas de 1€ pero pedíamos cocacola cero para tragar la culpa. Nuestra voluntad por plantarle cara al fast food finalmente tuvo sus frutos, y por supuesto, lo llamamos “SLOW food”. ¿Lo pilláis? ¿Fast food, slow food?

Desde sentirse culpable por comer una manzana encerada a tener que revisar la letra pequeña de las galletas por si llevan grasa de palma, todo ello, se debe a este movimiento, así como la aparición de los veganos, de los que nunca oímos hablar antes de 2009.

El pan, cuanto menos pan, mejor: bimbo y sin corteza era el preferido de todos, aunque algunos no lo podían ni ver, porque ya sabes, el pan, engorda, y en los 2000 parece que engordaba más que nunca. Se propició una cruzada contra los hidratos y dietas basadas en proteínas como la Dukan, causaron más furor que el beso en los VMAs del 2003 entre Madonna, Britney Spears y Christina Aguilera.

Tampoco nos preocupaba si era de masa madre o contenía gluten. ¿Os acordáis?, ¡nos encantaba el gluten! Y mirad ahora… Hacemos las pizzas ¿con base de coliflor?  Pero antes también cometíamos esta clase de errores, como pagar 4€ por un café solo porque nos encantaba el logo de Starbucks.

En los restaurantes, “fusión” se convirtió en la palabra favorita de muchos chefs, y la reducción de vinagre balsámico su producto estrella; 4 rayitas para destrozar cualquier plato era lo que se llevaba. Menos mal que chefs como Ferrán Adriá nos colocaron en el mapa culinario tras ser nombrado mejor restaurante del mundo en los años 2002, 2006, 2007, 2008 y 2009. Comer fuera era otra experiencia, la comida no se enfriaba porque tardaste demasiado en hacer una foto para Instagram, los autodenominados “foodies” no existían ni tampoco los influencers, por lo que los chefs cobraban y no tenían que aguantar a los nuevos críticos culinarios que les hacen la vida imposible a través de Tripadvisor.

Comer en los 2000 desde luego no era igual que ahora, sentarse en la mesa en los años que vieron nacer a Tokio Hotel o minifaldas del tamaño de un cinturón nos marcó para siempre. Pero aunque algunas modas culinarias fueron odiosas, otras probablemente volverán con tanta fuerza como esperamos que lo haga Shakira (la auténtica, la de antes de Piqué).

#VeinFood