Carmen Laforet en 4 claves: entre la nada y el nadie

19 / 03 / 2021
POR Román Aday

La principal novelista española de posguerra fue un ejemplo para una generación de escritoras y, pese a la atención que generó, supo mantenerse fiel a las exigencias de su estilo, su literatura y sus anhelos.

Siempre había visto copias y copias de “Nada”, la primera novela de Carmen Laforet, en cada librería de segunda mano a la que había ido. Pero ni me había parado a pensar la revolución que supuso en su tiempo ni en cómo ella se terminó por convertir en un ejemplo para toda una generación de futuras escritoras. O nadie me había contado nunca nada, o era yo, que no estaría escuchando.

Alejada de los focos

Se podría diseccionar hasta llegar a la mitocondria lo mucho que puede pesar un primer gran éxito temprano, hasta el punto arruinar los siguientes. A los 23 años, Carmen Laforet termina “Nada”, una de las mejores novelas hispanoamericanas del siglo XX, una obra que se convierte en un clásico automático y con la que gana el prestigioso premio Nadal. 

En ella hablaba del paso a la edad adulta, de cómo al realidad siempre se impone a las aspiraciones o sueños y de la desolación de la posguerra en España. Toda una generación se vio identificada con la novela. Fue uno de los tres libros escritos en castellano más traducidos en todo el mundo. De la noche a la mañana. Todos los ojos de la prensa se dirigieron hacia ella. Era la chica del momento.

Distinta de todos ellos

Una vez Camilo José Cela, el intocable y único, tiró a la periodista que le estaba entrevistando a la piscina junto a la que caminaban. Umbral, otra especie de monstruo ególatra y omnipresente, dijo aquello de “yo he venido aquí a hablar de mi libro”, como tantas otras cosas que dijo a lo largo de tantos otros momentos. Esa fue la generación de Carmen Laforet. Marcada por egos masculinos inconmensurables que no casaban con su forma- mucho menos vanidosa o pueril- de ver la vida y de entender la literatura. Esto la convirtió en una outsider. Su repulsa a la prensa, a hablar de su vida privada… Todo lo que hacía la alejaba. Y cuando más distante estaba, más fascinaba y atraía. 

Su ejemplo y ejemplos

Lilí Álvarez fue la primera tenista española en llegar a las Olimpiadas. Una figura estelar en su tiempo. Con corte feminista y con un pensamiento místico y religioso, ejerció una tremenda influencia en Carmen Laforet a nivel espiritual y afectivo. Hasta el punto de que la novelista le llegó a dedicar una de sus obras más polémicas.

Esa influencia a la que Laforet se vio expuesta también la ejerció sobre una generación de novelistas coetáneas y posteriores. Desde la publicación de “Nada” empezaron a surgir otros nombres de tremenda importancia como Martín-Gaite o Ana María Matute que veían en una autora como Carmen un ejemplo y una inspiración para escribir en un momento en el que ninguna otra mujer escribía una literatura seria y de calidad en España.

El alma en cualquier parte

Siempre estaba más cómoda fuera de España que en ella. Esa ansia de libertad y anonimato es un reflejo constante en su obra. La fuga. La salida de la tierra al mar, los paseos de la protagonista de “Nada” descubriendo Barcelona, y perdiéndose en la gran ciudad. Estaba mejor fuera que dentro. Por el ambiente menos opresivo, porque no la reconocían. Porque no era nadie. Y, cuanto más desapercibida, también más libre.

Toda su existencia, su trabajo y su tiempo parecían formar un embudo que la constreñían. El corsé social y político de la época, la tendenciosa prensa detrás de la principal escritora de su tiempo, y el peso en la conciencia de un primer éxito que se veía incapaz de repetir. Por eso, a los 42 años publicó su última novela en vida. A partir de ahí fue incapaz de estar satisfecha con nada de lo que escribía.