‘Chavalas’ y ‘Nora’: viajar para encontrarse

08 / 09 / 2021
POR Alberto Richart

Coinciden en cartelera ‘Chavalas’ de Carol Rodríguez Colás, y ‘Nora’ de Lara Izagirre. Dos comedias dramáticas que guardan ciertas correspondencias sobre la emancipación juvenil y la concepción del hogar.

Las ciudades pueden ser opresoras. Sus altas exigencias de vida van fundiendo lentamente los deseos de emancipación y desarrollo de los más jóvenes, cuyas carreras universitarias les prometieron un hueco en el mundo corporativo. Ante la necesidad de alejamiento de la metrópoli nacieron dos proyectos que podrían mantener un diálogo entre sí y que ahora coinciden en la cartelera española: ‘Chavalas’, de Carol Rodríguez Colás, y ‘Nora’, de Lara Izagirre. Dos historias que bien podrían confluir en ese viaje emprendido por sus dos protagonistas: mujeres jóvenes en busca de un lugar donde forjar su verdadero yo. Hablamos de cómo ambas películas parecen conectar a la perfección con un público generacional.

 

‘Chavalas’: back to the barrio

Viendo esta opera prima de Carol Rodríguez Colás, resulta sencillo acordarse de una de las múltiples tramas que poblaban en la reciente ‘En un barrio de Nueva York’ (J. M. Chu, 2021), la adaptación al cine de la obra teatral ‘In The Heights’ de Lin-Manuel Miranda, en la que Nina (Leslie Grace) es la primera joven de su familia y de sus vecinos en abandonar su barrio de siempre para estudiar en la Universidad de Standford. Pero la vida estudiantil le depara alguna que otra experiencia desagradable y desea volver a sus raíces, a aquellos días en los que pensaba que vivía en la “cima del mundo” porque había un tranvía directo que conectaba Washington Heights con Manhattan.

Marta (Vicky Luengo) también cuenta las estaciones de metro que separan Cornellá, su barrio de toda la vida, del centro de Barcelona. Pero con el efecto contrario. A diferencia de aquella chica neoyorkina, su deseo es alejarse todo lo posible del barrio que la vio crecer y del banco en la plaza donde pasaba las tardes con sus mejores amigas. Ahora Marta es fotógrafa, y desea hacerse un hueco en el ambiente artístico más alternativo. Sin embargo, una cierta escasez de personalidad en su trabajo hará que su vida económica y emocional en la gran ciudad se tambalee, motivo que le obliga a regresar a casa de sus padres. Eso sí, la joven no tiene ningún propósito de admitir que vaya a quedarse una larga temporada. Ella concibe su regreso como algo temporal, una parada en boxes que le recargue de energía para volver a la carga.

Es difícil no entender ‘Chavalas’ como una obra autobiográfica por el cariño con el que Rodríguez decide retratar su barrio. Las chavalas protagonistas, ese grupo de amigas que son como hermanas, que se apoyan entre ellas no importa cuán diferentes sean una de la otra, rompen todo prejuicio sobre violencia callejera o drogas para ofrecer una comedia fresca, sincera, con un mensaje sencillo pero de los que hacen vibrar. La puesta en escena de Rodríguez gana en veracidad cuando más amplios se vuelven sus planos, enriquecidos en detalles en el momento en el que, al igual que hace su personaje Marta, la cámara abre el objetivo y entran en pantalla más personajes. De esta manera, nos fascinamos con el perfecto equilibrio entre su cuarteto femenino protagonista – el momento musical en el que baila ‘Quiero tener tu presencia’ de Seguridad Social recuerda sin dudas al ‘Diamonds’ de Rihanna que suena en la maravillosa ‘Girlhood’ de Céline Sciamma (2014); de hecho el film de la segunda se asemeja en ciertas materias de sororidad al cine de la primera –, con especial atención a los roles más desinhibidos de Carolina Yuste y Àngela Cervantes

‘Chavalas’ es la celebración de la amistad más íntima, de los baretos y las ciudades dormitorio. Lugares que nos forjaron como personas y a los que regresar cuando de pronto perdemos el centro de nuestra identidad. Y es además la primera obra cargada de corazón de una directora que podría llegar muy lejos. Incluso hasta Cornellá. 

 

‘Nora’ o la predicción improvisada del horóscopo

La joven que da título al segundo largometraje de la directora vasca Lara Izagirre atraviesa una típica crisis de los 30. La vida de esta Nora soñadora (Ane Pikazo) no es como se la había planteado. Vive atareada con su a abuelo argentino (Héctor Alterio), cuida a los hijos de su amiga Meri y escribe la sección de horóscopo – que por supuesto se inventa – para una publicación local. Le encanta dibujar y escribir sobre viajes, pero no tiene suerte con sus entrevistas de trabajo. Cuando su abuelo fallece entiende que es el momento oportuno de recuperar su vieja Dyane 6 azul y echarse a la carretera por la costa vasca para esparcir sus cenizas junto a las de su abuela. Aunque no sepa conducir del todo bien y aunque el trasto tampoco ponga de su parte, Nora llega a lugares que parecen haberle esperado toda la vida. 

Después de ‘Un otoño sin Berlín’ (2015), Izagirre vuelve a trazar una historia cercana de lazos familiares, pero esta vez lo hace a través de una road movie, algo lastrada en su arranque pero repleta de bucolismo, provocando así una fuerte necesidad de entregarse de lleno a la naturaleza del norte. La película pasó por diversos festivales internacionales después de su presencia en el pasado Festival de San Sebastián y podría ser una de las obras a tener en cuenta en la próxima temporada de premios, bien sea por su lúcido trayecto hacia un pueblecito costero de Francia donde la protagonista pueda encontrar la mejor versión de sí misma, o bien por la sensible actuación de Pikazo, quien lleva toda la película a sus espaldas.

El viaje se presenta aquí como una oportunidad perfecta de introspección. Una invitación a pasar de las grandes corporaciones y el capitalismo más desgarrador, sin llegar a la drasticidad de la literatura beat ni, por lo contrario, al manual de autoayuda. Lo que Izagirre propone es el reencuentro con aquellos rincones que se quedaron con una parte de nosotros y la idealización de un retorno a ellos, un espacio seguro desde el que tender la mano y dar la bienvenida a más personas que anden buscando su identidad real. Ante la continua proliferación de desapercibidas comedias románticas la directora evita deliberadamente toda historia de amor más allá de la que la protagonista mantiene consigo misma. ‘Nora’ es un abrazo (de los largos) a toda alma creativa.