El problema mente-cuerpo: más allá de la especulación filosófica

03 / 05 / 2023
POR Mirena Ossorno

Pese a que en la actualidad la salud mental es una de las mayores preocupaciones a nivel social, fuera del ámbito científico y filosófico, poca gente se plantea la relación entre el cuerpo y la mente.

Ingrid Boulting fotografiada por Barry Lategan para Cosmopolitan (Marzo, 1976)

Es un hecho que todos los hábitos y sistemas médicos alternativos que se pusieron de moda en la década de 1970 a través de la contracultura y el movimiento wellness han dejado de ser algo minoritario y ya forman parte del discurso mainstream, como vimos en el anterior artículo, «Breve historia del wellness». Algo parecido ha pasado con la salud mental, un término que actualmente no deja de repetirse en los medios de comunicación. Durante años, fue considerado un tema tabú, incómodo de tratar incluso en la esfera privada, pero desde la crisis del coronavirus ha dado el salto al debate público. Sin embargo, aunque se le está dando más visibilidad, el problema sanitario al que nos enfrentamos ha dejado en evidencia otro más antiguo de índole filosófica; el problema mente-cuerpo.

Si bien esta cuestión está planteada desde los inicios del pensamiento occidental (Sócrates, Platón), así como del oriental (Zoroastro, Avicena), existe cierto consenso en acreditar a la princesa Elizabeth de Bohemia y del Palatinado como la primera en formular la pregunta de forma explícita: «¿Cómo el alma humana (ya que no es más que una sustancia pensante) puede llevar a los espíritus del cuerpo a producir acciones voluntarias?». Esta iba dirigida al filósofo francés René Descartes -quien popularizó el problema mente-cuerpo en el siglo XVII- como crítica a su libro Meditationes de Prima Philosophia (Paris, 1641), a través de la relación epistolar que ambos mantuvieron desde 1643 hasta la muerte de este último en 1650.

Elizabeth del Palatinado pintada por Gerrit van Honthorst

Lo primero que debemos observar aquí es que la pregunta de la princesa deja en evidencia que la visión dualista de Descartes, la cual defiende que mente y materia son entidades separadas, no explica la naturaleza de la mente ni el origen de la vida. Las otras dos posiciones conocidas del problema mente-cuerpo son la idealista (todo es mente) y la materialista (todo viene de la materia). En el bando idealista tendríamos la mayoría de religiones y corrientes filosóficas orientales, y en el segundo, gran parte del sistema de pensamiento científico occidental, por poner dos ejemplos. Ambas posiciones son limitadas, pues hasta la fecha, ni el materialismo ha logrado explicar cómo de la materia surge la mente, ni el idealismo cómo de la mente surge la materia.

Elizabeth del Palatinado pintada por Gerrit van Honthorst

Lo paradójico de estas posturas es que no dejan de ser todas producto de la dualidad de nuestro pensamiento -valga la redundancia-, he ahí la cuestión. Según el psicólogo canadiense Paul Bloom, el ser humano está programado de esa forma desde que nace. Esta idea tiene que ver con lo que el filósofo indio Jiddu Krishnamurti llamó conciencia fragmentada, y que más tarde exploraría el físico estadounidense David Bohm en su libro La totalidad y el orden implicado (1980) a raíz de las muchas conversaciones que ambos mantuvieron. También conecta con la metafórica caída de Adán relatada en el libro del Génesis, y con el concepto de separación que se explica en Un curso de milagros (Foundation for Inner Peace, 1975): «El Jardín del Edén—la condición que existía antes de la separación— era un estado mental en el que no se necesitaba nada».

¿Y cómo se manifiesta esa conciencia fraccionada en nuestra realidad? En su libro, Bohm hablaba de cómo cierto grado de división es adecuada y útil «principalmente para las actividades prácticas, técnicas y funcionales (por ejemplo, para dividir un terreno en distintos campos, en donde deben crecer diferentes cultivos)». En ese sentido, es conveniente que la mente se estudie desde distintas ramas del saber (filosofía, psicología, neurociencia, etc.). No obstante, cuando esta partición se extiende al concepto que tenemos del mundo y de nosotros mismos nos estamos creando problemas psicológicos de los que luego no sabemos salir. Por lo tanto, no tiene sentido que en la práctica, esos problemas se sigan observando desde una óptica fragmentada, ya que la mente trasciende cualquier categoría académica.

Lo más interesante de la correspondencia entre Elizabeth de Bohemia y Descartes, es que ella no solo supo ver lo que falla en el enfoque cartesiano, también el punto flaco de la filosofía. Por eso su visión sigue siendo relevante a día de hoy, mientras que la de Descartes se ha quedado desfasada. Nacida el 26 de diciembre de 1618, Elisabeth Simmern van Pallandt fue hija de Frederick V y Elisabeth Stuart, reyes de Bohemia por un muy breve periodo de tiempo (1619-1620). Desde la abdicación forzosa de su padre como elector palatino en 1623, su circunstancia personal estuvo marcada por la guerra de los 30 años (exilio, pobreza, orfandad). Debido a su convulsa situación vital, en una de sus cartas dijo no tener tiempo para especulaciones filosóficas. Esto demuestra que su interés en hallar una respuesta a su pregunta era sincero, pues lo encontraba de una importancia práctica. Descartes, ante la imposibilidad de satisfacer las inquietudes de la princesa, la animó a quedarse con la opción que mejor le hiciese sentir, alegando que quizá, el meditar demasiado en los principios de la metafísica pudiese ser dañino.

‘The Triumph of the Winter Queen: Allegory of the Just, de Gerard van Honthorst

Es cierto que entender la naturaleza de la mente puede dar miedo o incluso ser doloroso, ya que nos obliga a cuestionar todo aquello en lo que creemos y con lo que nos identificamos, pero sin ese cuestionamiento no vamos a poder hacer frente a la presente crisis sanitaria, ni a la vida en su sentido más amplio. Por otro lado, la especulación filosófica -a nivel general- es inevitablemente insana, porque siempre parte de una percepción incompleta del hecho observado, y termina siendo mera cháchara intelectual, exceso de contenido, como queda históricamente demostrado con el supuesto problema mente-cuerpo. Este, más allá de ser un dilema filosófico, es una cuestión que nos concierne a todos. La mente se revela hasta en el más pequeño detalle de nuestro cuerpo y nuestra realidad, por lo que todos necesitamos ser conscientes de lo que sucede en ese plano para poder entender el mundo y a nosotros mismos, sea cual sea nuestra circunstancia.

Actualmente, a pesar de todo el conocimiento acumulado a través de los siglos y de toda la información a la que tenemos acceso gracias a internet, sigue habiendo mucho desconocimiento y desacuerdo sobre qué es la mente y cómo interactúa con la materia. Esto se debe al peso que el materialismo sigue teniendo en el pensamiento dominante. Precisamente, es esa forma de pensar la que nos lleva a interpretar los textos religiosos y espirituales más relevantes de la historia universal de forma literal, y nos impide ver que todos vienen a contar lo mismo. Realmente ya está todo dicho, solo nos falta experimentarlo.

Ingrid Boulting fotografiada por Barry Lategan para Vogue UK (Octubre, 1970)

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