La época dorada de las rutinas de belleza: ¿narcisismo o autocuidado?

04 / 04 / 2024
POR Mirena Ossorno

Indagamos en la historia del cuidado personal para entender en qué punto confundimos los hábitos saludables con el culto a la imagen.

La modelo Christy Turlington fotografiada por Arthur Elgort.

Durante los últimos años, internet se ha llenado de tutoriales de maquillaje, cuidado facial y rutinas wellness. Si bien este tipo de contenido lo podemos encontrar en varias plataformas como YouTube, Instagram y TikTok, ha sido esta última la que se ha convertido en el espacio de referencia y mejor aliado comercial de la industria cosmética. Tal y como apunta Ana Morales en un artículo de Vogue: «Ocho de cada diez personas que entran en esta plataforma lo hacen en busca de recomendaciones de belleza». Este éxito ha provocado que a la moda del autocuidado le salgan detractores, como aquellos que lo señalan como una trampa más del capitalismo, así como nuevos problemas, como la cosmeticorexia, definida como la compra compulsiva de cosméticos y la adicción a sus principios activos.

No obstante, más allá de polarizar el debate sobre si estos hábitos y tendencias son realmente necesarios -especialmente para niños y preadolescentes, como en el caso de los llamados Sephora Kids o una estrategia más de marketing, cabría preguntarnos: ¿Qué está poniendo de manifiesto la popularidad de este tipo de contenido audiovisual? ¿Estamos, al igual que Narciso, arrebatados por nuestro reflejo? Desde el arroyo donde el guapo hijo de Liríope se vio a sí mismo por primera vez hasta la cámara frontal del iPhone, el interés por observar nuestro físico ha estado desde el inicio, aunque es en el siglo XVI cuando se produce un punto de inflexión debido a la introducción de los espejos en la vida cotidiana en forma de muebles de habitación. A partir de ahí, la obsesión con nuestra imagen solo ha ido en aumento.

Eco y Narciso pintados por John William Waterhouse, 1903.

Así lo advirtió el historiador Christopher Lasch en su libro The Culture of Narcissism: American Life in an Age of Diminishing Expectations (1979), una exitosa crítica a la personalidad cada vez más narcisista de la juventud norteamericana. Al igual que Tom Wolfe, quien calificó la década de los setenta como la década del «yo», Lasch acusaba a las generaciones más jóvenes de estar excesivamente preocupados por su propio bienestar, olvidándose del colectivo. Esa es la realidad que el enfoque materialista ha propiciado. Tal y como vimos en «La era del “yo” y los límites de la autorrealización», la humanidad cada vez está más centrada en el self porque es lo único que parece haber. Irónicamente, ese yo con el que nos identificamos es un ente creado por el pensamiento, no es una cosa.

Los actores Farrah Fawcett y Lee Majors apuntándose a la moda del jogging, 1977. Fawcett fue icono de belleza durante esa década gracias a su famoso peinado.

Esa pequeña diferencia es la que exploró el filósofo francés Michel Foucault en su ensayo Le souci de soi (1984). Porque no se trata de ocuparse del yo (moi), sino de uno (soi). Ese es el acto de responsabilidad que nos libera y el punto donde confundimos individualismo con egocentrismo. El enfoque de Foucault estaba en una línea similar al propuesto por el Black Panther Party y el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos durante los años sesenta y setenta. Posteriormente, la activista y escritora afroamericana Audre Lorde amplificó la popularidad del término inglés self-care (autocuidado) a través de su libro A Burst of Light: and Other Essays (1988), si bien este ya era conocido en ambientes médicos desde la década de 1950.

Y es que los hábitos de higiene y cuidado personal no se limitan al cultivo del cuerpo y la imagen propia. Varios siglos antes de que el yoga se convirtiese en uno de los métodos de ejercicio físico más populares del mundo, su filosofía ya enseñaba las bondades de la austeridad, la autoindagación o la purificación de mente, cuerpo y emociones a través de los Yoga-sutra de Patanjali, considerado texto fundacional de esta disciplina. Esto demuestra que salud y mística siempre han ido de la mano, si bien es importante no confundir la experiencia de bienestar con el esclarecimiento espiritual. Dicho esto, ¿cómo podemos cuidarnos sin pecar de narcisistas? 

La actriz Brooke Shields cepillándose el pelo, 1979.

La respuesta está en la intención: ¿Con qué objetivo nos cuidamos? La palabra cuidado viene del latín cogitatus, el participio de cogitare, que significa pensar, reflexionar. Cuidar, de algún modo, es meditar, saber elegir entre dos formas de actuar: desde la atención o desde el descuido y la dejadez. A su vez, la palabra individual viene de indivisible. Por lo tanto, lo que concierne al individuo no es algo diferente ni exclusivo a uno solo, sino lo común al resto. Es responsabilidad del individuo cuidar de sí mismo, pues este es parte de un todo y, como tal, su estado afecta al resto a todos los niveles.

Asociamos el autocuidado con mascarillas faciales, baños de espuma o ir al gimnasio, pero el cuidado es algo que debe estar implícito en cada unos de nuestros actos. No tiene sentido pedir el cese del fuego en Gaza a través de Instagram, mientras el resto del día vivimos nuestra vida con absoluta negligencia. Desde fumar en espacios comunes a la forma en la que dejamos el carro en su sitio cuando hemos terminado de comprar en el supermercado. Por irrelevantes que parezcan estos ejemplos, son muchas las formas en las que somos negligentes a diario, por eso es importante reconocer que hasta la más insignificante de nuestras acciones cotidianas afecta lo colectivo. Vivir desde el cuidado es la única vía posible para que se produzca un cambio en el mundo. Ese es el hábito más saludable de todos. 

 

Hailey Bieber, uno de los nombres más influyentes de la nueva cosmética gracias a su marca Rhode.

Si quieres unirte a esta conversación, te recomendamos escuchar el tercer episodio de The Art of Living en Spotify, un pódcast presentado y dirigido por Mirena Ossorno.