La era del «yo» y los límites de la autorrealización

06 / 02 / 2024
POR Mirena Ossorno

Sobre la necesidad del individuo de encontrar un verdadero propósito a su existencia.

 

Ilustración de Yasuhiro Kagami para el JCA Annual 9 (1990)

Como cada 31 de diciembre, las redes sociales se han llenado de listas con los propósitos -o ins & outs– para el nuevo año que comienza. De entre todos los objetivos, los más comunes siguen siendo los relacionados con la salud y eso que llamamos autorrealización o desarrollo personal, especialmente ahora que la influencia del movimiento wellness está en pleno auge, con la salud mental en el foco. Si bien hábitos como el descanso, el ejercicio o el mantener una dieta equilibrada son siempre recomendables para disfrutar de bienestar físico y psicológico, ¿para qué necesitamos un propósito? ¿De dónde surge esta necesidad?

Julie Christie y Goldie Hawn en una escena de Shamphoo (Hal Ashby, 1975), película que supo retratar con gran acierto los conflictos cotidianos de la juventud del baby boom.

Popularmente, entendemos como desarrollo personal el llegar a ser una mejor versión de nosotros mismos (sea lo que eso sea). Aunque esta idea está presente desde la antigüedad en todas las culturas y civilizaciones, la forma en la que entendemos este concepto hoy en día está ligada a la teoría de autorrealización del psicólogo estadounidense Abraham Maslow. Conocido por ser uno de los fundadores de la psicología humanista surgida a mediados del siglo XX, Maslow dividió las necesidades humanas por orden jerárquico de acuerdo con su nivel de complejidad, empezando por las básicas y situando la autorrealización en el nivel más alto. Por lo tanto, el desarrollo personal sería el camino que nos lleva a ese último nivel.

Los principios de la psicología humanista con respecto a la salud mental estaban alineados con las ideas que Halbert L. Dunn expuso en su libro High Level Wellness, publicado en 1961. Como ya vimos en el artículo sobre la historia del wellness, para Dunn la salud era «una condición de cambio en la que el individuo avanza, ascendiendo hacia un potencial más alto de funcionamiento». Tras los cambios socioculturales que trajo la contracultura y el movimiento hippie en la década de 1960, el bienestar y la autorrealización se convirtieron, entonces, en el objetivo vital de la generación del baby boom.

The Way to Fulfillment: Psychological Techniques (Hawthorn Books, Inc.,1971). La psicóloga de origen alemán Charlotte Bühler sentó las bases de la psicología humanista junto a Abraham Maslow y Carl Rogers.

Los nacidos en Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial crecieron en un contexto de abundancia gracias al enriquecimiento del país durante el conflicto. Incluso los que venían de familias en situación de precariedad pudieron beneficiarse de un mejor acceso a la educación y a ciertos bienes materiales, a excepción de las minorías raciales. Estos jóvenes, acostumbrados desde la infancia a tener sus necesidades básicas cubiertas (fisiología, seguridad, afiliación), llegaron a la edad adulta sintiendo cierto vacío existencial. La facilidad que muchos tuvieron entonces para poder seguir esa llamada interna que les empujaba a buscar un sentido más profundo a su existencia, provocó recelo e incomprensión en las generaciones que les precedieron, quienes tuvieron que vivir bajo el peso de la tradición y sufrir dos guerras mundiales.

Portada de la revista New York, con el famoso ensayo de Tom Wolfe en portada.

De ahí que Tom Wolfe, con su característico estilo mordaz, calificase la década de los setenta como la década del «yo». El 23 de agosto de 1973, la revista New York publicaba en portada The ‘Me’ Decade (La década del yo), un ensayo sobre la supuesta obsesión de la generación del baby boom con la autorrealización. Nacido en 1930, el estiloso periodista de Richmond no supo comprender a aquellos jóvenes, calificándolos de egocéntricos y ofreciendo un retrato superficial y algo cruel de aquel movimiento: programas EST (Erhard Seminars Training), retiros en el instituto Esalen, el Human Potential Movement, etc. No obstante, la crítica de Wolfe no iba mal encaminada.

Sesión de terapia dentro del Human Potential Movement. Imagen de Eddie Adams/Associated Press.

A lo largo de esa misma década, de entre toda la oferta espiritual y de autoayuda que surgió, destacan las charlas que el pensador Jiddu Krishnamurti ofreció por toda California. Krishnamurti no fue un gurú indio al estilo de Osho y su legión de Rajneeshees. De hecho, rechazó completamente toda la parafernalia espiritual que la India había vendido con gran éxito a occidente. Cuando esos jóvenes iban a sus charlas, él directamente les preguntaba qué es exactamente aquello que estaban buscando, para qué querían escucharle a él después de haber probado infinidad de métodos y prácticas (yoga, meditación, psicoterapia, etc.). Krishnamurti no solo cuestionó de forma radical el concepto de desarrollo personal, sino la misma idea del yo que se estaba intentando potenciar.

Seguidores de Rajneesh celebrando la llegada del gurú. Oregon, 1985. Imagen de Matthew Naythons – Getty Images.

Porque ahí está la trampa, ¿mejorar nuestra vida o mejorar nuestro yo? Krishnamurti decía que el Ego «is nothing, no thing», o sea, que no es ninguna cosa. Las enseñanzas del que fuera el gran descubrimiento de la Sociedad Teosófica resonaban con aquellas que podemos encontrar en Un Curso de Milagros, donde también se aclara que «el Ego no es nada, pero se manifiesta de tal forma que parece ser algo». Publicado el 22 de junio de 1976, el Curso es un programa de autoaprendizaje y desarrollo espiritual. A pesar de utilizar terminología cristiana, su visión es advaita. El concepto de conciencia de unidad y la idea de que lo que llamamos realidad es de naturaleza egoica están muy asimilados en oriente, pero en occidente, tras más de 400 años de pensamiento cartesiano, nos cuesta.

Jiddu Krishnamurti hablando con unos alumnos de la Oak Grove School en Ojai, California (1979). Fotografía de Michael Mendizza.

Y si no es ninguna cosa, ¿cómo podemos detectarlo? Muy fácil, cada vez que sientas ira, rabia, dolor, tristeza o cualquier inquietud o molestia, es porque estás percibiendo a través del sistema de pensamiento del Ego. La humanidad cada vez está más centrada en el yo porque es lo único que parece haber. Volviendo a los propósitos, estos pueden ser positivos siempre que haya una verdadera intención y reconozcamos con honestidad los motivos que nos llevan a desear un objetivo determinado. No obstante, cualquier meta basada en las fantasías del Ego siempre nos va a dejar insatisfechos, pues por muy grandes que parezcan los logros, estos no significan nada en la realidad de la mente. Al final, reconocer todo aquello que es falso es el único propósito que nos puede hacer alcanzar la plenitud.

Si quieres unirte a esta conversación, te recomendamos escuchar el décimo episodio de The Art of Living en Spotify, un pódcast presentado y dirigido por Mirena Ossorno.