Existe una flor púrpura, el azafrán, que de forma caprichosa florece en algunos lugares escogidos. Su cosecha y su recolección son muy costosas y es muy selectiva con el clima por lo que tanta exclusividad, en ocasiones, se traduce en un rendimiento escaso del que solo disfrutan algunos privilegiados.
Cada flor produce unos tres estigmas que son recogidos a mano. Para obtener un solo gramo de azafrán se necesitan 150 flores y el precio de un kilo y, dependiendo del país, varía mucho. En España, uno de los principales productores del mundo ronda los 3.000 euros. La venta directa al público oscila entre 4 y 10 euros el gramo.
Todas las extravagancias y exigencias de estas delicadas flores explican la causa que les sitúa en la cumbre de un limbo al que no llegan las trufas o el caviar.
Pero no solo es su esfuerzo lo que le lleva a costar más que su propio peso en oro. Su sabor y su aroma, venerados alrededor del planeta, elevan los sabores a los que acompañan convirtiendo el bocado en algo etéreo.