Megan Rapinoe: futbolista-activista por los derechos LGTBI+

16 / 03 / 2021
POR Olaya García

Enemiga pública de Trump, declaró al mundo que era lesbiana como un acto de resistencia política. Lucha que extendió a otras causas, entre otras, el racismo o la división sexual del trabajo. Ahora comparte su experiencia en unas inspiradoras memorias.

Megan Rapinoe es una de las mejores jugadoras de fútbol de Estados Unidos, pero, además de por sus logros deportivos, esta mujer ha logrado servir de ejemplo a multitud de personas por su compromiso con las reivindicaciones sociales. Ahora publica su inspiradora autobiografía, One Life’ (Cúpula, 2021), en la que comparte sus progresos en el campo desde que es una niña, mientras, paralelamente, va cobrando conciencia de todas las injusticias que la rodean.

Su imagen se hace viral cuando se arrodilla en el campo mientras suena el himno de Estados Unidos para mostrar su oposición al racismo existente, un gesto que copia de Colin Kaepernick, un quarterback afroamericano que lo había hecho en apoyo al movimiento Black Lives Matter. A partir de ahí la popularidad de Rapinoe asciende, amada y odiada a partes iguales en el país, su conciencia social se vuelve cada vez mayor: además de multitud de conferencias en apoyo al colectivo LGTBI+, encabeza la lucha para conseguir la igualdad salarial entre hombres y mujeres (en el fútbol los márgenes de lo que puede llegar a cobrar el equipo masculino y el femenino son abismales), y es una gran activista de la lucha antirracista. Hasta tal punto que el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, le dedicó varios tweets —su arma por excelencia— tratando de desacreditarla. Algo que, en realidad, sólo servirá a Rapinoe para animarla, más si cabe, a denunciar todas las injusticias que observa.


Megan Rapinoe arrodillada mientras suena el himno nacional, denunciando el racismo

Hay mucho que destacar de la figura de Rapinoe, y todo lo que representa, la humildad con la que narra sus logros es una de ellas y, al mismo tiempo, no achantar a la hora de reconocer sus propios méritos. «Extiende los brazos y reclama tu espacio», nos dice en un momento tras ganar su equipo por cuarta vez el mundial de fútbol.

Megan dedica su vida al deporte, pero a medida que sus éxitos aumentan dentro del campo, va tomando conciencia de la importancia y el gran impacto que una personaje público puede tener en la sociedad. Megan proviene de una gran familia, tiene una hermana gemela, Rachel, quien le acompaña en el campo de fútbol hasta la universidad, cuando ella sigue su camino hacia la liga profesional. Su hermano, en contra, desde muy joven tiene problemas con las drogas lo que le lleva a pasar gran parte de su vida en cárceles. Desde muy joven Megan observa la división social: «para que ‘nosotros’ seamos ‘los buenos’, ‘ellos tiene que ser ‘los malos. Dividir para vencer, separar a unos de otros». Esta división social que observa en el sistema penitenciario de niña, lo sigue encontrando a lo largo de su vida porque es tan solo un reflejo de la sociedad.

Cada vez logra mayores éxitos profesionales, logra su sueño de jugar en la liga nacional de Estados Unidos y ser profesional del fútbol. Pero la parte sentimental también tiene gran importancia: a los 18 sale del armario frente a su hermana y su madre, sintiéndose liberada, se da cuenta de las pocas personas que dentro del mundo del deporte se manifiestan abiertamente gay.

En 2011, en un avión volviendo de perder un mundial de fútbol, Rapinoe lo ve claro: son figuras públicas y aunque para ellas su sexualidad pertenezca a su vida privada, salir del armario ante los medios puede servir de ejemplo para que muchas personas normalicen la homosexualidad. «Si eres una atleta prominente, hablar de tu sexualidad no es algo que hagas por ti sino por los demás. Hasta que todo el mundo pueda salir del armario sin que eso cause problema o revuelo, nadie tiene derecho a ‘solo’ vivir su vida». «Exponer mi sexualidad era algo mayor, más importante y más integral a mi persona que cualquier cosa que pudiera pasar con el deporte».


Megan Rapinoe con su pareja Sue, quienes se han convertido en uno de los iconos gay de USA

Así comienza un activismo que poco a poco la irá llevando por otros cauces, porque las discriminaciones son interseccionales, y Rapinoe pronto se da cuenta de que de nada sirve defender los derechos del colectivo LGTBQ+ si dejas a otros colectivos en la cuneta. Las injusticias sociales pertenecen a la forma en que está construido el sistema, por lo tanto hay que apuntar a la raíz de este. Para ello Megan habla sin complejos de las grandes diferencias de sueldo que tienen las futbolistas del equipo femenino en comparación con las del equipo masculino, con muchas menos victorias en sus espaldas. Con sus compañeras de equipo, inician una negociación para conseguir una equiparación que durará años y seguirá diversas estrategias. Contactan con abogados, se organizan entre diferentes atletas, ofrecen ruedas de prensa… sin embargo a día de hoy, siguen sin haber logrado esa equiparación. Algo que aprende de todo esto es que nadie que esté siendo discriminado puede luchar en soledad, el peso de los problemas sociales no puede recaer sobre las minorías.

Con el ascenso de las denuncias por la brutalidad policial hacia la población negra en Estados Unidos, el movimiento Black Lives Matter se hace más fuerte y, porque no debe ser el colectivo discriminado quien luche en soledad, Megan decide dar un paso al frente. Se informa del profundo arraigo que el racismo tiene en la construcción de la sociedad hasta que concluye que «no se trataba de manifestarse en contra de la injusticia racial como si fuese mi causa, sino que lo hacía porque también era mi lucha». A día de hoy, la lucha por alcanzar la igualdad social de Megan Rapinoe no cesa porque, concluye:

«No podemos considerarnos libres hasta que todos lo seamos»