Con motivo del día Internacional del Medio Ambiente nos detenemos a observar las problemáticas la industria textil, la segunda más contaminante del planeta, y reflexionamos sobre las posibles vías de mejora.
Imagen de la firma India Untitle_co
La expresión «moda sostenible» es en sí misma un oxímorón. Siendo realistas, y al mismo tiempo utópicas, la única solución para frenar los destrozos que la industria textil genera a nivel medioambiental y social sería dejar de producir. La ropa sobra, no podemos absorberla, ni la tierra, ni nuestros armarios. Tampoco las mujeres de los países en vías de desarrollo a las que creemos hacemos un favor donando lo que consideremos inservible ya para nosotras. «La ropa del blanco muerto» la llaman en África.
Esta semana la Global Fashion Agenda ha publicado el informe Fashion CEO Agenda 2024, un recurso estratégico diseñado para guiar a las organizaciones de moda hacia la consecución de una industria «netamente positiva», menos dañiña, para 2050. Desarrollado para profesionales del sector de la moda, propone cinco vías para minimizar el impacto de la industria. Relamente no ofrece nada nuevo, pero sí refleja el estado de la cuestión, que sobre el papel suena bien, aunque no parece encontrar eco en las prácticas de las empresas que rigen y gobiernan sobre nuestras posibilidades de consumo. Aquí algunas pinceladas de los problemas que enfrentamos y qué podemos hacer como compradoras para minimizarlos.
Problemas
La contaminación: una camiseta de algodón puede requerir aproximadamente 2,700 litros de agua para producirse, considerando el cultivo, procesamiento y fabricación. Al problema del agua se suman la emisión de gases de efecto invernadero y la generación de residuos.
La precarización: A lo largo de la cadena de suministro de la moda, desde la producción de materias primas hasta la fabricación de prendas, persisten condiciones laborales precarias y explotadoras. El 80% de la mano de obra de la industria textil está compuesta por mujeres, por lo que esa precarización, además, está feminizada.
La cultura del consumo excesivo: la moda rápida ha llevado a una sobreproducción de prendas y a un ciclo de vida corto de la ropa. Este modelo contribuye al desperdicio de recursos naturales y al aumento de los vertederos. A nivel individual, los armarios llenos de ropa de mala calidad que además pasa rápidamente de moda, es deprimente.
La falta de transparencia: la desinformación sobre la cadena de suministro dificulta que los consumidores puedamos tomar decisiones informadas sobre las compras. Sin conocer el origen y el proceso de fabricación de las prendas, es difícil evaluar su impacto ambiental y social.
Soluciones
Consumir menos: es cierto que vivimos en una sociedad que nos lleva constantemente a actualizar nuestra identidad pública a través del consumo, pero no hay que dejarse llevar por la corriente. Construir un armario con básicos atemporales y duraderos es un buen comienzo.
Consumir mejor: la moda sostenible es una trampa para muchas personas, pues bajo las etiquetas de «calidad» o «artesanía» los precios son imposibles. Reutilizar y reciclar es una vía para no consumir moda basura, ni dejarse el sueldo en una falda de cientos de euros.
Informarse bien: saber qué se compra es esencial para no colaborar en las malas prácticas. Ya se sabe: con nuestro dinero, en aquello en lo que lo gastamos, modelamos el mundo en el que vivimos. ¿Quién ha hecho la ropa? ¿dónde? ¿en qué condiciones? son preguntas que ayudan a tirar del hilo.
Buscar firmas «sostenibles»: como decía, bajo esa etiqueta los precios se elevan estratosféricamente, pero no siempre. Hay marcas locales que trabajan con materiales respestuosos con el medioambiente, cuidan de las personas con las que trabajan y ofrecen calidad y diseño a precios razonables.
–