“No entiendo los vínculos sexo-afectivos de la posmodernidad”, “¿Por qué dices que solo somos amigos si ni siquiera somos amigos?” o “Por favor, no difundas las fotos íntimas que te mando solo a ti” son algunos de los títulos del proyecto solista de Marta España.
Marta España se estrena en solitario con un disco que no deja indiferente. En un esfuerzo por clasificarlo, podríamos decir que ‘Os castigaré’ es pop barroco con aires asiáticos, cargado de violencia y de reproches muy actuales. Pero si los títulos de sus canciones funcionan como impactos directos al oyente, más sugerente resulta aún la propuesta a nivel sonoro. Marta Movidas (ese es su nombre como artista en solitario) desprecia las clasificaciones en alta y baja cultura y el concepto de “calidad”: “di no a la jerarquía del sonido”, proclama en algún momento de la entrevista para #VEINDIGITAL. Por eso, no tiene ningún problema en mezclar lo castizo de la zarzuela con la épica del anime, el math rock con la música clásica, y cualquier cosa que se le ponga por delante. Ahora, por ejemplo, siente “mucha curiosidad por las confluencias música-ornitología”.
Foto de Marta Movidas vía Youtube.
A esta primera incursión como compositora y cantante en solitario ha llegado por un largo camino en el que ha explorado casi todas las facetas dentro de la música. Ha trabajado como periodista musical, partiturista de la Warner y catalogadora de la SGAE. Es musicóloga por la Universidad Complutense y se está especializando, a través de un doctorado, en música popular urbana. Además, es arpista y forma parte del grupo La Claridad. Sin embargo, ha sido un momento de soledad lo que ha propiciado que se lanzara, de una vez por todas, a crear su propio proyecto.
Además de cantante, eres arpista y musicóloga. ¿Convergen tus intereses como artista y tus intereses como investigadora?
De algún modo sí, porque en ambos casos me centro en la música popular, aunque eso es un espectro muy amplio, y dentro de eso creo que ambas proyecciones se encuentran muy separadas. De todos modos, a mí me interesa cualquier manifestación sonora en sí misma. Soy una persona bastante curiosa y si alguien me enseña una banda, un compositor, un movimiento o una escena tiendo a buscar más información por mi cuenta. Ahora mismo estoy investigando esto, pero luego quién sabe… es que la música en si misma es tan amplia que dedicarme solo a una cosa me asusta.
‘Os castigaré’ ha sido concebido en tu casa con programas de midi. ¿Cómo te viene la idea de crear este disco?
Pues justo hoy lo he estado pensando. Yo siempre había tenido más bandas, tocaba con gente, jammeaba, lo pasábamos bien. Pero nunca componía y me dedicaba a ser una mera ejecutora. Después me mude a otro lugar y, claro, yo quería seguir haciendo música, pero no conocía a muchas personas con las que tocar; así que me lo monte yo sola porque, además, ya iba siendo hora. Me daba un poco de miedo componer porque nunca me había visto capaz, y pillé la partitura porque es lo que más domino. Hoy, agradezco ese momento de soledad porque creo que, de no haber sido así, nunca hubiera hecho lo que realmente quiero hacer.
No es la primera vez que una mujer canta sobre lo pringada que es, pero este tipo de temas suelen cantarse desde una perspectiva más afectada, más “romántica”, victimizada o dolorida. Tú, sin embargo, disientes de este tono y cantas desde la irreverencia e incluso desde el ataque. ¿Por qué?
A mí me gusta mucho la violencia, no te voy a mentir. En determinadas situaciones estoy a favor de su uso, no necesariamente a nivel físico, sino más bien comunicativo. Me gustan mucho las ficciones en las que se performa la violencia y también determinados momentos de la historia y sus microhistorias. Como mujer, rara vez me han dejado ser una persona violenta. He visto a muchos chicos hablando toscamente, moviéndose violento, peleándose. Incluso todos esos videojuegos cuyo objetivo es purgar la violencia interna están diseñados para consumo masculino, como si fuese imposible la existencia de mujeres iracundas. Cuando yo actuaba así, era el triple de peor por muy lícita que fuera la causa. Creo que performar la violencia desde la feminidad es divertido y, sobre todo, muy catártico, porque al final hay una parte de mí que siempre ha estado contenida.
En las últimas décadas, el pop de las radios mainstream se ha caracterizado por su simplicidad y ligereza. Tú haces un pop bien cargado de influencias. ¿Es simplemente una preferencia estética o hay una concepción sobre la música detrás que defiendas a capa y espada?
Lo que yo defiendo ante todo es que cualquier manifestación sonora es defendible. Creo que nunca nadie me ha escuchado decir «esto es una basura» al hablar de una canción o de un grupo. Me gusta todo y creo que todo es lícito que exista. Estoy en contra del concepto de «calidad» (no creo en su existencia). Ahora está de moda el minimalismo y me parece genial, porque implica que por fin dejamos, como sociedad, de asociar la calidad a la complejidad: una canción más simple no necesariamente es peor, sino que incluso muchas veces es más funcional. Yo como consumidora encuentro placer en absolutamente todo; ahora bien, como creadora disfruto con mecanismos concretos, y me gustan mucho las capas y el barroco.
‘Siboney’ es una zarzuela de Ernesto Lecuona y por debajo de ‘Por favor, no difundas las fotos íntimas que te mando solo a ti’ está la ‘Danza húngara’ de Brahms. Pero también hay en este trabajo guiños a Sailor Moon, por ejemplo. ¿Cómo concibes las filtraciones y convergencias de lo culto a lo popular y viceversa?
Creo que es necesario que se difuminen las barreras. Voy a lo mismo de antes: si no existe la calidad musical, no puede existir la música «culta», porque escuchar un artista u otro no te convierte en una persona más culta. Socialmente, tenemos una especie de constructo que nos hace creer que hay música que hay que entender para apreciar y por eso es «mejor». Para entenderla tienes que estar años estudiando, o sea que, fundamentalmente, es una cuestión de tener pasta: tiempo y dinero para pagarte esos estudios.
La concepción de la música culta no deja de ser una concepción de clase. Hay una persona que paga 200 euros para ir al Teatro Real y cree que tiene una concepción superior del arte. Pero es mentira, solo tiene más dinero. Hay una inmensa mayoría de personas que no valoran la ópera, no porque no «sepan», sino porque siempre se les ha vetado el acceso. Y luego hay cuatro mataos que a todas esas personas las llaman «masa». Todos esos conceptos de pijos y de ricos… Es que no los soporto. Di no a la jerarquía del sonido.
También hay en el disco inspiraciones que proceden de las músicas asiáticas. ¿Qué te aporta a ti esta musicalidad? ¿En qué otros artistas te inspiras?
De un tiempo a esta parte me dio por el j-pop porque tiene un montón de estímulos nuevos para mí y, además, se asemeja bastante a la forma que tengo yo de concebir la creación musical. Me he obsesionado un poquito porque era un universo que yo no conocía y me está abriendo mucho el conocimiento. Es un pop muy enrevesado, pero a su vez muy funcional, y tiene mucha preponderancia de teclas y eso me gusta. Pero también hay otros géneros que me gustan y en los que me inspiro como el math rock, el barroco, etc. Y sigo escuchando música española nueva, aunque cada vez menos. De lo que hay ahora me gusta mucho Medalla, por ejemplo.
Las covers de los temas, hechas por la artista Raisa Álava, son también muy llamativas. ¿Cómo trabajáis: tú escoges dibujos ya hechos por ella o ella los hace específicamente para tus temas?
Ella lo ha hecho todo específicamente para el disco. Yo tampoco le dije mucho: le pasé las canciones, le conté las historias y poco más. Ella lo entendió todo genial y sabía que, hiciese lo que hiciese, a mí me iba a gustar.
¿Qué te ves haciendo dentro de cinco años?
Espero tener un trabajo estable no precario y que no me disguste en exceso, pudiendo pagar un alquiler yo sola y que me quede sueldo para comer y salir a cenar de vez en cuando. Tener ahorrillos como para que, si se me rompe la lavadora o algo así, no me suponga un drama repararla. A partir de ahí, todo lo que venga mejor, bienvenido sea. Pero construyo en base a eso, es que la cosa esta muy jodida.
Y a la industria musical española ¿cómo la imaginas dentro de cinco años?
No lo sé. No conozco muchos recovecos de la industria musical ahora, así que tampoco sé en qué puede derivar. Espero que se recupere de esta caída en picado y que se ponga en el centro del asunto al músico. Espero también que le brinde una oportunidad a los amigos y compañeros con proyectos interesantes. Y ojalá dentro de cinco años las prácticas sean remuneradas por ley, por otra parte.