Elisa Levi: «Todo lo lírico y lo bello y lo poético nace de la crudeza de las cosas»

08 / 11 / 2021
POR Román Aday

‘Yo no sé de otras cosas’ (temas de hoy) es una novela sobre una joven que vive en un pueblo casi abandonado justo cuando se va a acabar el mundo. Hablamos con su autora.

 

 

‘Yo no sé de otras cosas’ (Temas de Hoy, 2021), tiene algo triste en el tono y algo castellano en su lenguaje que sencillamente captura. Todo lo que viene de una tradición arraigada siempre suena familiar. Y eso es lo que pasa con esta novela. Es técnicamente madura, absorbente y rodeada de un halo como poético, de un halo como trágico en la forma de narrar y construir las voces. Y con el mismo trabajo, belleza y solemnidad con el que se preparan los ramos para el Día de Difuntos.  

¿Cuándo dirías que te viene a la cabeza la primera imagen para empezar este libro?

Yo empecé a escribirlo durante el confinamiento del 2020 y creo que vino del hecho de sentir que se acababa el mundo. Esa ansiedad dio lugar a la primera imagen de la novela: Lea sentada a la sombra fumando, mirando a un bosque, con el pueblo pequeño donde ha nacido a sus espaldas y contándole a un señor, que no es de por ahí, por qué ayer se acabó el mundo. 

En el libro el pueblo prácticamente deshabitado es el escenario principal. Quería preguntarte por tu relación con la España vaciada. Si has vivido en ella, si la reivindicas…

Bueno, yo elegí un pueblo pequeño, el campo, como metáfora. Al final, el campo y la España vaciada están para reflejar un sentir que quería que acompañase a la protagonista: el sentirse atrapada, porque tomar las riendas de la vida, a veces es enfrentarte a dejar atrás aquello que se te ha quedado pequeño. Y la atmósfera de un pueblo que vive del trabajo del campo me daba la posibilidad de situar al personaje justo donde quería. 

Sobre la España vaciada personalmente no tengo una opinión muy creada más allá de lo que haya podido informarme en la prensa a lo largo de mi vida y de la vida que tiene el término. Lea, la protagonista, no entiende ese término y dice: “de vaciada nada, que aquí estamos muy vivos todavía”. A mí me sirvió para el libro porque buscaba un lugar chiquito y casi vacío. Y servía a nivel metafórico como conductor de una historia.

En la novela pareces teñir el pueblo y todo lo relacionado con él con un tono más gris y deprimente. ¿Está hecho a posta? 

Bueno, había una cosa que me rondaba en la cabeza y era que, con todo esto de la pandemia, la gente de mi alrededor empezaba a romantizar la vida en el campo. Empecé a reflexionar sobre la idea preconcebida que yo tenía de que de los lugares pequeños siempre se va uno. Y me centré en la dureza del campo y en el trabajo y trabajo que supone asumir una vida relacionada con las tierras y los lugares pequeños. Para mí sería difícil vivir allí. Y decidí inventarme un personaje que me pudiese contar cómo es la vida en un pequeño pueblo, pero que también me hablase de la universalidad de las emociones. Si el pueblo está teñido de gris es por las vivencias y las preguntas existenciales que rodean a los personajes, no por el campo o el pueblo en sí. 

En algunas partes del libro la familia pasa a funcionar casi como un anclaje psicológico para la protagonista.

Me apetecía tratar que la familia tiende a ser un anclaje psicológico. Y quería hablar del momento en el que decides tomar las riendas de tu vida, y creo que todos nos enfrentamos a ese instante alguna vez, cuando tienes que abandonar a tu familia para tomar tus decisiones. Y abandonar el aprendizaje que te han dado para crear el tuyo propio, y con aprendizaje me refiero al amor, los cuidados o todo lo negativo que te pueda haber dado la familia.

¿En el proceso de escritura hubo partes más complicadas?

Lo empecé con mucha ansia. Era lo único que tenía y quería hacer en ese tiempo de encierro, entonces el arranque fue muy potente y yo me obsesioné mucho con sacar adelante esa novela. Luego es cierto que cuando empezamos a salir la historia se me revolvió mucho. Nunca me distancié de la historia, pero de repente se hizo real el proceso de escritura. Tuve que asumir que tenía que darle un final, tomar decisiones e ir a algún lugar con la narración de la novela. Y fue muy enriquecedor viéndolo ahora. Pero también me enfrentó al trabajo del escritor, asumí que tenía que responsabilizarme de lo que estaba escribiendo, y darle un final y dedicarle todo mi tiempo. Y así lo hice y ha sido un proceso que me ha nutrido mucho a mí como escritora y que me va a acompañar toda mi vida.

¿Entonces estás contenta con el resultado?

Todo lo que podía haber hecho, lo he hecho. Todas mis ganas, mi esfuerzo, todo mi yo está puesto en esta novela. Todo lo que sé sobre escribir y sobre vivir.

Tiene un punto muy relacionado con la tradición literaria española, muy castellano literariamente hablando.

Es el resultado de muchas lecturas a lo largo de mi vida. Cuando estudiaba teatro me especialicé en Lorca, y hay algo en su lenguaje, en sus obras, en su forma de acercarse a la narrativa a través de la poesía que me influyó mucho. Entonces creo que todas las lecturas que he hecho de una narrativa más castellana, Delibes, Llamazares, por ejemplo, me han llevado a escribir esta ficción sobre el campo, donde España está muy presente, de alguna manera, ya sea en la forma de expresarse de los personajes ya sea en los paisajes que los rodean.

También yo antes vivía en Londres y volví a casa por la pandemia. Y eso me hizo reconectar mucho con mi lugar, mis orígenes y la cultura española bajo mi visión. Y el libro va un poco en esa línea, en reconectar con todo lo mío.

El lenguaje que utilizas es muy lírico, rico y visual. ¿Hay más lirismo en el campo que en la ciudad?

Creo que sí. A mí por lo menos me interesa más el lirismo que puede aportar el campo. Todo lo lírico y lo bello y lo poético nace de la crudeza de las cosas, y tienen un esfuerzo detrás que desgasta las manos. Y eso lo tiene el campo. Y ese es el tipo de lírica que me gusta. Es una lírica que aprendo leyendo y releyendo a Lorca. Tiene un toque crudo del campo español que alimenta muy bien la poesía. Porque al final lo que Lorca hace es crear ramos de flores con explosivos dentro y eso es lo que yo he querido crear con esta novela. 

Has pasado el grueso de tu vida en ciudades grandes, siempre parece que los sitios de los que más se quiere salir es de los pequeños y no tanto de los grandes, ¿de las ciudades grandes también se escapa?

Creo que hay momentos en la vida (o por lo menos a mí y a mi entorno nos ha pasado) donde la vida te ahoga un poco y necesitas huir de la situación, la ciudad, las relaciones en las que estés. Yo he estado unos años queriendo huir de algo que no sabía muy bien qué era. Sentía que Madrid se me quedaba pequeño y busqué Londres, que al final se me hizo muy grande. Entonces esa cosa de salir de donde estés para buscar algo que te vaya a hacer feliz, es algo que está planteado en el libro. Y de esa insatisfacción mía de buscar y no encontrar surge también esta historia, de tratar de salir de la zona de confort y a pesar del miedo que eso supone. Sí, de los sitios grandes también se huye. De todo se huye.

Aunque el libro esté situado en el año 2012, no deja de tener un carácter muy atemporal. A veces parece que hoy en día muchos éxitos literarios tratan temas más de actualidad, fijos en el tiempo. EL tuyo casi está flotando en una nube. ¿Hiciste a propósito esa atemporalidad? ¿Crees que fue un acierto o un error?

Era intencionado y buscado. Me gusta que mis historias pasen en sitios muy concretos pero que a la vez puedan suceder en cualquier lugar y momento. Es una idea que me da mucha libertad para escribir y pensar: la atemporalidad. Da una sensación de libertad y de que lo que importa es lo que transmitan los personajes y no tanto su contexto, que al final este sirva para entender dónde se gestan las decisiones que toman los personajes.

A nivel editorial no sé si es o no un acierto. Pero para mí lo es. Apostar por algo diferente siempre te va a traer algo o a devolver algo. Además, no me interesa nada escribir sobre cosas, sucesos concretos que me pasen a mí o que sean de actualidad. No me interesa ponerme como protagonista. Me gusta más la idea de crear personajes y aliñarles con emociones. La autoficción es una cosa que no me interesa ahora, me supone más reto empezar de cero con algo que pueda trascender de alguna manera. La autoficción tiene el peligro de no trascender. Puede ser muy actual ahora pero luego, ¿qué? A mí no me aportaría lo suficiente para seguir escribiendo o seguir creciendo como autora.

Supongo que a ti el teatro te ayudaría para construir la voz sólida de la protagonista. ¿Te ha pasado como los autores tipo Salinger de obsesión absoluta por tus personajes? ¿Les ves luego por casa?

Es como si se me quedasen todo el rato un poco en la cabeza. Puedo quedar, trabajar, ir a comer con mis padres pero siempre me acompañan. Me gusta pensar que crear un personaje es como preparar un baño. Abres el grifo y dejas que se llene la bañera mientras sigues con tu vida. Y luego vuelves y le echas sales, jabón… vas preparándote la atmósfera del baño. Los personajes son algo que te llegan, que tú descubre e imaginas y que se quedan ahí, preparándose, gestándose. También me gusta pensar que cuando escribo es como hacerle una entrevista a mi personaje. Y como si estuviese a mi lado diciéndome: “no, es mejor así o esto no fue así…” No les veo por la casa, pero sí compartimos cuerpo por el tiempo que dura la escritura. Están presentes conmigo. 

¿Qué o quién te ha influido más para crear este libro?

Se resumiría muy bien en Lorca y García Márquez. Durante el confinamiento releí ‘Cien años de soledad’, volví a leer ‘Crónica de una muerte anunciada’ e hice lo mismo con lecturas que me habían creado gran impacto en otros momentos de mi vida.  Pero creo que realmente García Márquez ha sido gran parte de la escritura de esta novela. También tomaba referentes muy distintos que luego en la novela no están, pero me sirvieron narrativamente. Leí mucho Mariana Enríquez, aprendí mucho con ella. Sobre todo han sido autores y autoras que me han ayudado a crecer narrativamente, en técnica narrativa. 

¿Qué tal están siendo las presentaciones? ¿Te llevas bien en la parte más publicitaria del libro?

Por suerte en Temas de hoy hay mucha sensación de familia y hay mucho querer. Y me siento muy protegida con ellos y muy querida, y es algo recíproco. Y me hace mucho más fácil el tema de las presentaciones porque soy una persona muy tímida hablando en público o dando entrevistas, y confío muy poco en mis habilidades comunicativas. Y ellos están ahí para ayudarme. Y hacen que algo que podría vivir como algo angustiante pues no lo sea tanto, porque la presencia de una figura editorial me alivia mucho. Y lo estoy viviendo con mucha emoción. 

Además ahora ya he asumido que mi trabajo está hecho. Mi trabajo es escribir, es esto. Y la promoción es algo secundario, es apoyar el libro, pero mi trabajo ya es terminó.

Cómo te gustaría verte como escritora, ¿tienes algún plan o ambiciones trazadas?

Mis ambiciones trazadas las tengo. Me gustaría quedarme en la literatura y seguir escribiendo. Y en eso está puesta toda mi atención. En seguir escribiendo narrativa y lo que me vaya dando la vida, por así decirlo. Creo que a la poesía volveré en algún momento de mi vida, creo que seguiré escribiendo teatro y en algún momento lo publicaré. Y me gustaría mucho escribir cuentos también.

No sé, me planteo una carrera con mucho trabajo, espero. Trabajo que me permita abordar nuevos retos literarios, que me hagan crecer como autora. Soy muy metódica y muy organizada en mi desorden pero también muy ambiciosa a la hora de crear historias que me aporten un crecimiento real. Y si quiero sacar una cosa adelante la llevo hasta el final o a donde me permiten las circunstancias. Y voy a seguir en esta línea para continuar creando una carrera.