Elisa Victoria: «Todo puede implicar sufrimiento, estar al margen y estar integrada»

29 / 09 / 2021
POR Román Aday

Hablamos con la autora sevillana sobre ‘El Evangelio’, novela que gira en torno a Lali, una estudiante de magisterio que termina dando clases en un colegio católico donde se enfrenta a sus dudas y fantasmas para tratar de dibujar su camino.

Como una de las voces más claras y reconocibles del panorama literario, Elisa Victoria presenta su nueva novela con Blackie Books, ‘El Evangelio’. Un texto lúcido, sensible, pausado y emocional. Una visión moderna sobre la vida adulta donde la duda se hace trono y parece hablar de todos los miedos que cualquiera siente o ha padecido. Con esa cercanía que ya desarrolló y cautivó en ‘Vozdevieja’, firma una novela actual, fresca y cercana. Casi parece que te la estuviesen susurrando al oído. 

¿Cómo recuerdas tu época universitaria? ¿Fueron “los mejores años”?

Durante la época universitaria me acompañó una especie de sensación de desastre y desamparo, la ansiedad se me disparó, el contacto con algunas realidades de la vida adulta como los infiernos burocráticos, la tremenda cutrez de los escenarios y las logísticas, la complicación de las relaciones personales o la miseria del mercado laboral peor pagado supusieron una gran decepción. No es que hubiese sido ingenua durante la infancia y la adolescencia, que fueron periodos también muy oscuros para mí, y no esperaba un paraíso, pero albergaba algo de esperanza para la juventud y ver cómo se rompía fue doloroso. Hubo también momentos divertidos e interesantes, por supuesto, sobre todo en soledad y en compañía de algunas buenas amigas, pero fueron unos años muy incómodos en general, llevo fatal la incertidumbre y no saber qué iba a ser de mí me consumía.

En un momento escribes “llevo mal camino, mal camino, mal camino”. ¿Crees que existen realmente las buenas decisiones a los 20 años? ¿Si tuvieses la oportunidad qué hubieses cambiado de aquella época?

En el momento de pensar en el mal camino Eulalia se está refiriendo a haber dejado de ser una buena estudiante y estar perdiendo el hilo de los estudios, algo que le parece importantísimo porque ha sido educada para creerlo así, para pensar que los estudios y la consecución de un trabajo digno deben ser el tronco principal de la vida. A estas alturas eso me parece muy discutible pero el personaje a sus veinte años está convencido de que sacarse una carrera es un seguro de vida igual que lo estaba yo a su edad. Supongo que puede haber buenas decisiones a cualquier edad, a los veinte puedes acabar con una relación venenosa, puedes decidir construir una bella amistad, aprender algo nuevo y enriquecedor, darte cuenta de que has elegido unos estudios que no se te adaptan y abandonarlos para hacer otra cosa que se te ajuste mejor, embarcarte en cualquier tipo de experiencia bonita, puedes decidir hacerte un buen desayuno un martes, comprarte unos zapatos cómodos o un terreno edificable, ayudar a alguien en apuros. Hay un millón de posibilidades dependiendo de cada condición, yo misma estoy orgullosa de algunos de mis movimientos de los veinte. Ya había dejado de depilarme los sobacos, por ejemplo, o me esforzaba en ser una hija considerada con mi madre. Personalmente de aquella época hubiese cambiado el mundo que ofrecerme en primer lugar, pero teniendo en cuenta cómo eran las cosas creo que lo más útil habría sido asumir cuanto antes cuánto me despreciaba alguna gente con la que me iba cruzando. Y por qué, eso me hubiera ayudado a interpretar mejor algunas situaciones críticas y a priorizar, y me habría conseguido también un juego de brochas apañado para dejar de maquillarme con aquellas esponjitas absurdas. Pero bueno, todas aquellas cagarrutas juveniles son parte del proceso, seguro que dentro de veinte años tengo una lista muy graciosa de cosas que habría cambiado de mi actualidad y es lo más natural del mundo.

La protagonista está cargada de dudas y me pareció que reflejaba muy bien los inicios de la edad adulta. ¿Se nos suelta muy pronto en el mundo o se nos explica demasiado poco cómo funciona?

Diría que es una mezcla de las dos cosas, nos dan poca información sobre el mundo y encima nos meten prisa para tomar decisiones a largo plazo sin margen para reflexionar, es una combinación muy mala.

La protagonista parece sentirse siempre un poco fuera de las cosas. ¿Crees que estar un poco al margen implica sufrir?

Todo puede implicar sufrimiento, estar al margen y estar integrada porque la integración también tiene sus exigencias y puede implicar grandes presiones. En el otro extremo parece que cuando sentimos que no pertenecemos a ningún lugar, que no encontramos ningún entorno donde encajar, igual se despiertan una sensación de libertad e independencia disfrutable pero a menudo también la tristeza de la soledad y el aislamiento. Conectar con los demás de forma sana y plena puede ser bonito y llenar la existencia de sentido por momentos. Mi protagonista lo desea con mucha fuerza pero a veces le cuesta incluso con sus mejores amigas.

Otro gran tema del libro es la educación y la figura del profesorado. ¿Qué es lo que menos te convence del sistema educativo?

El formato en sí me genera muchas dudas, la idea de un sistema educativo gratuito me parece bella y revolucionaria pero aplicarla no es tan fácil. De entrada me entristece la idea de todos esos millones de niños levantándose temprano durante años para ir a rastras al colegio, les suele resultar deprimente y les hace percibir la información con desgana, no sé cómo podría organizarse de una manera menos tiesa y menos gris. Tampoco me convence la forma en que se divide el conocimiento en materias separadas y cómo se transmite casi siempre exponiendo teorías que deben ser memorizadas y reproducidas mecánicamente, lo tedioso de la organización de la rutina, la obsesión con el cumplimiento de objetivos, con la productividad, la competitividad, lo básicos y desactualizados que suelen los contenidos relacionados con cultura, la falta de preparación a la hora de transmitir herramientas de gestión emocional, de gestión económica, de educación física, sexual y afectiva. Y que la religión católica sea una opción a cursar en los colegios públicos añade un matiz de turbiedad totalmente innecesario y envía mensajes contradictorios. No tiene sentido.

En el libro parece que toda la dulzura recae en los niños mientras que el mundo adulto es más frío y hostil. ¿En la infancia se pierden muchas cosas que se tendrían que mantener?

Hay una parte de dulzura pero también otra de salvajismo que sumada a los estereotipos nocivos del sistema dan lugar a terribles crueldades, pero al final es sobre todo la frescura, la agilidad, la no cuadriculación del pensamiento lo que la protagonista aprecia en los niños y echa de menos en los adultos, la capacidad de concebir ideas y normas más allá de lo establecido por la rigidez del sistema. Esa creatividad se aplasta a conciencia para que encajemos en patrones con poquísima flexibilidad, el mundo podría ser más bonito y divertido sin ese lavado de cerebro colectivo al que somos sometidos.

¿Por qué elegiste ese título?

El título tiene que ver con una escena crucial en la que aparecen esas palabras que desde los primeros apuntes supe que tenía que incluirse. Cuando ya tenía claro ese pasaje pero aún me preguntaba cuál podría ser el título me puse a expresarle las dudas a mi novio, que suele ser mi lector cero, y al mencionar la importancia de la escena evangélica él sugirió que la obra completa se podía llamar ‘El Evangelio’. Me pareció que era potente fonéticamente y muy significativo, que podía ayudar a darle sentido al libro entero de manera que se cerrara un círculo entre el título y esa escena tan importante, y además me parecía que tenía incluso gracia. De donde yo soy se suele decir que cuando alguien ha dado buenos argumentos ha hablado «el Evangelio», y como pretendía tratar tantos temas complicados y se me da mucho mejor escribir que hablar me parecía gracioso llevar la expresión a mi terreno habiendo escrito el Evangelio.

En tu obra se normalizan temas como la masturbación, la salud mental, el sexo insatisfactorio… Me parece una forma muy buena de darle cercanía y normalidad a tus libros, y que resulte fácil identificarse con muchas de estas cosas. ¿Crees que sigue habiendo muchos tabúes sin sentido en la literatura o que el público ya empieza a aceptar que no hay unos temas más “literarios” que otros?

No sé cómo de avanzado puede estar ese cambio, hace muchas décadas que estos temas considerados obscenos y de menor categoría tienen una gran representación y un gran público que los recibe con especial interés, pero es cierto que sigue habiendo tabúes. Una considerable porción de gente se incomoda y rechaza un texto cuando llega a un pasaje escatológico, de sexo explícito, de complejidad mental o de lenguaje vulgar, pero encuentro un aumento constante de oferta y de demanda respecto al tratamiento de estos temas marginales desde puntos de vista que no se habían publicado tanto en el pasado.

Algo que llama la atención en el mejor de los sentidos en la encuadernación del libro. ¿Fue idea tuya o un trabajo en conjunto?

Fue un trabajo conjunto, se sumaron mis ideas con las del equipo de Blackie Books y el consejo de mi lector cero, Joaquín León, que también es un gran diseñador al que siempre tengo en cuenta. Estuvimos intercambiando imágenes de libros de finales del siglo XIX y principios del XX donde se solía jugar con portadas negras y texturizadas, juegos de relieves y dorados. Eran libros muy preciosistas y misteriosos pero sencillos y solían ser no sólo sagrados sino tratados de ocultismo, naturalistas o diarios secretos y de alguna manera todos esos conceptos tienen su conexión con ‘El Evangelio’ por lo que la estética parecía encajar muy bien. Yo fantaseaba con un canto coloreado pero la idea de la cruz en golpe seco y de que la tinta del canto fuese fucsia vino de Blackie Books. Las tijeras escolares son un elemento que aparece en el libro y que dentro de la cruz aportan mucha simbología. A mí la propuesta me entusiasmó por la mezcla entre lo clásico, lo sobrio y lo punk y estoy totalmente encantada con el diseño. Para la contra estuvimos de acuerdo en no incluir una sinopsis para respetar el misterio del objeto y optamos por un fragmento muy desgarrado del interior que resume un poco el espíritu. Es muy satisfactorio para mí haber publicado un libro con ese aspecto. Tiene su épica.

Es inevitable compararlo con Vozdevieja. Mientras que esa novela tenía mucha más luz esta parece cargada con un espíritu más nihilista. ¿Era tu objetivo hacer un libro más desgarrado o simplemente fue saliendo así?

Es cierto que ‘Vozdevieja’ es más ligero, tanto en tono como en extensión, pero no sé si afirmaría que ‘El Evangelio’ es más nihilista que ‘Vozdevieja’ porque ‘El Evangelio’ es un libro muy comprometido y ‘Vozdevieja’ es más sencillo y observacional, creo que las estéticas de cada uno adquieren un papel fundamental en cómo los percibimos. Si ‘Vozdevieja’ tuviese por ejemplo una portada oscura que aludiese a la enfermedad, la incertidumbre y la sarta de angustias que embargan a la niña en lugar de ese estampado veraniego tal vez nos inclinásemos a resumirlo de otra manera. En cualquier caso, todas las interpretaciones son válidas y lo que yo me propuse con ‘El Evangelio’ fue representar capas mucho más profundas y complejas del pensamiento, lo que inevitablemente desemboca en una mayor densidad. Como la protagonista escudriña la realidad de manera bastante incisiva la sensación de pesimismo puede aumentar, pero también traté de salpicar ese hilo mental atormentado de luz a través de escenas tiernas y divertidas relacionadas con la interacción con las amigas, los niños o el perro. 

Siempre parece que las obras más tristes beben de lo personal. ¿Te fue sencillo escribir este libro?

Bueno, creo que en mayor o menor medida todos los libros beben de sus autores, ya sea de lo vivido, lo pensado, lo investigado, lo soñado, lo escuchado. Que te sobrevenga cualquier tipo de idea ya es algo personal porque ha tenido lugar en tu cabeza y las particularidades de esa cabeza lo impregnan todo. Si hablamos de mis libros concretamente, creo que siempre hay juegos entre lo real y lo ficticio, que todos parten de sentimientos, experiencias o ideas muy personales y que todos son bastante melancólicos aunque traigan su contrapunto de humor. Lo más difícil a la hora de escribir ‘El Evangelio’ fue, por un lado, configurar una voz narrativa en la que se equilibraran un hilo mental denso y una relación próspera con las experiencias terrenales, y por otro construir la estructura, determinar cuántos días se narrarían y qué iba a pasar cada día, pero trabajar con lo personal no me resultó más difícil que de costumbre.

Esta parece una obra mucho más densa que tu anterior trabajo, ¿implica también que fue un trabajo más duro? Ahora que lo ves de lejos, ¿cambiarías alguna cosa?

Cambiaría cosas de todos mis libros, para empezar porque controlar las erratas parece fácil pero en la práctica es una especie de epopeya infinita, pero también porque mi criterio va cambiando con el tiempo y eso hace que ya no me identifique con algunas formas de usar el lenguaje. También está la cuestión de que escribir se ha convertido en un oficio lleno de pautas y cumplir con los plazos establecidos hace que el tiempo dedicado a los libros sea limitado. Tiene su lado positivo porque creo que sin los plazos muchos escritores no daríamos por terminadas las obras jamás y tiene gracia ir cerrando unos proyectos y empezando otros, pero eso hace no siempre alcancen el máximo de pulimento posible y que con el paso del tiempo se dé una desvinculación natural, al menos a mí me pasa aunque no permito que me torture demasiado. Si hablamos sobre ‘El Evangelio’ está aún muy reciente como para saber qué cambiaría más allá de las erratas, suelo necesitar más perspectiva para darme cuenta de esas cosas. Empiezo a intuir que a la protagonista le faltan aristas, complejidad, que quise hacerla imperfecta y en muchas páginas no conseguí el propósito y me quedé corta, pero seguro que con los años le saco mil pegas más. Sobre si fue un trabajo más duro que el anterior, sí, en algunos sentidos sin duda lo fue, la experiencia de haber escrito ya una novela anteriormente me resultó muy útil pero la construcción de esta voz y esta estructura me llevó más tiempo, muchos más ensayos, más esfuerzo mental, aunque también me ha dado los momentos de escritura más satisfactorios hasta la fecha.

¿Qué tal está siendo la acogida?

Creo que buena, mi escritura es arriesgada y entiendo de entrada que no puede gustar a todo el mundo, pero el libro generó bastante expectación desde el principio, a la gente le suele encantar el diseño y hay de todo pero en general Eulalia está recibiendo mucho cariño.

Para terminar, ¿qué le dirías a tu yo de 20 años?

Podría darle miles de consejos inservibles pero el mensaje más importante sería que descanse en paz, que se puede pudrir tranquila porque hace tiempo que recibí sus notas, unas notas excelentes pese a la infame cantidad de incomodidad que le tocó digerir, y que llevo su cadáver convenientemente cubierto de flores sobre el sólido regazo que construí con la herencia que me dejó.