¿Qué hay de nuevo? La moda como segunda piel: hacia una soberanía textil

26 / 07 / 2023

¿Qué hay de nuevo? La columna semanal de Estel Vilaseca para VEIN MAGAZINE

Lo que os voy a contar hoy no es nuevo pero sí una aproximación diferente, y porqué no, revolucionaria de la moda. Y es que aunque hablemos mucho de ella y el mercado se llene continuamente de nuevas propuestas, pocas veces se le otorga a la ropa el potencial creativo, transformador y emancipador que podría llegar a tener. Tenemos que remontarnos unas cuantas décadas atrás para dar con las ideas del genial pintor, arquitecto, escritor, performer y diseñador Friedensreich Hundertwasser. El que se considera hoy como uno de los padres de la bioarquitectura, absolutamente contrario a la línea recta y la estandarización del mundo seriado, lanzó una interesante metáfora: “Las personas tienen tres pieles: nacen con la primera; la segunda es la ropa; y la tercera la fachada de su casa”. Esta reflexión – que más adelante ampliará a cinco pieles, sumando nuestro entorno y la tierra, como cuarta y quinta piel –  forma parte del estimulante texto “On the second skin” que escribió para la edición francesa de Vogue en el año 1982.

En este artículo se puede leer también: “Las prendas son como una casa, no existen razones por las que el interior tenga que ser menos placentero que el exterior. Es como los pijamas. Los pijamas son muy agradables. Puedes dormir con ellos. También lo puedes hacer con mi traje. No te sientes demasiado vestido, te sientes abrazado. Uno se siente mucho más cómodo con un traje bien grande”. Hudertwasser amante de las prendas a rayas, de los sombreros y de usar ciento y un botones diferentes, no se sentía a gusto con las encorsetadas prendas masculinas ni tampoco con la dictadura de las tendencias: “Planchar es un lujo superflúo. ¿una corbata? ¿por qué la gente siempre quiere atarse cuerdas alrededor del cuello? Las prendas, en la oficina, son auténticos instrumentos de tortura. Todo es ajustado”.

Este verso suelto, se diseñaba y cosía sus propias prendas huyendo de una oferta que no le permitía expresarse: “las prendas producidas por fábricas nos están alejando cada vez más del diseño creativo de nuestras propias piezas, que no son sólo algo que vestimos en el exterior. Porque las prendas hacen a la persona”. Otro gesto contra la manada de Hudertwasser fue llevar calcetines distintos: “La gente siempre me pregunta ¿Por qué vistes dos calcetines distintos? Y mi respuesta estereotipada es: “¿por qué tú luces dos calcetines iguales?”. No sé si la entrañable Ottolina, una original heroína creada por el ilustrador y escritor Chris Riddell, y su costumbre de lucir siempre dos zapatos diferentes está inspirada en Hudertwasser, pero lo que es cierto es que la valentía de estos personajes por romper la norma resulta admirable. A mí, que tanto me cuesta tomar decisiones y he encontrado en el minimalismo un cómodo salvavidas, a veces me pregunto que quizá haya llegado la hora de probar y experimentar más: “abierta, positiva y vulnerable” como señala el artista en su texto.

Al terminar su manifiesto, Hundertwasser se lamenta de la mala calidad de los acabados de las prendas que sólo pueden llevarse de cara y no del revés: “por dentro nuestras prendas son horribles. Mal cosidas y con las costuras visibles (…) El interior debería ser tan perfecto como el exterior”, para proclamar como broche final que “la ropa es para siempre, como el arte. Las prendas deberían volver a ser arte y dejar de ser moda”. Aunque podríamos preguntarnos qué hubiera pensado Hudertwasser en la era de la moda superrápida, también es cierto que se atisban señales de esperanza. Las grandes marcas no deberían subestimar la nueva ola de makers de la moda, que con una máquina de coser doméstica están dando lecciones de creatividad, inventiva y sostenibilidad, animándonos a romper la inercia de la compra y a recuperar la vieja costumbre de hacernos nuestra propia ropa y arreglar aquellas viejas prendas que se nos han estropeado.

 

 

 

No se trata de verlo como una amenaza, sino más bien como una nueva posibilidad. Del mismo modo que a los que nos gusta la cocina dedicamos parte de nuestro tiempo libre a investigar y elaborar ricos platos pero no por ello dejamos de ir a restaurantes, quizá viene siendo hora de educarnos en el arte del patronaje y la confección para nutrir el armario con creaciones personales y a medida. En este sentido, me encanta la iniciativa de la diseñadora inglesa Roberts Woods, que además de vender sus propias prendas, ofrece un amplio surtido de patrones por menos de 35 libras para que puedas realizar en casa algunos de sus maravillosas creaciones de patchwork “diseñadas específicamente con la intención de usar tejidos sobrantes o reaprovechados”. No hay mejor medicina para poner en valor el trabajo de todas aquellas personas que hacen nuestra ropa que intentándolo nosotras. Y es que después de la soberanía alimentaria, la soberanía textil parece ofrecernos una salida honrosa a la industria masiva y el consumo sin freno.

 

 

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