¿Existe la poesía masculina? Puede que sí. Aunque solo sea para evidenciar la tontería que supone hablar de poesía femenina.
Luna Miguel es periodista y editora en Barcelona además de autora de diferentes libros de literatura y de ensayo. Ha publicado poemarios como Estar enfermo (2010), Poetry is not dead (2010), Pensamientos estériles (2011), La tumba del marinero (2013), Los estómagos (2015), El arrecife de las sirenas (2017) y ahora nos trae Poesía masculina (2021), todos ellos publicados por La Bella Varsovia. Además ha escrito varias novelas y ensayos feministas, el último, del que seguro que habéis oído hablar, Caliente (Lumen, 2021).
Tras su el éxito de su último ensayo, esta primavera nos trae un poemario en el que intenta salir de su propia corporeidad y adoptar una mirada masculina, si es que existe, y entender si hay tal poesía masculina. Así, la autora intenta desentrañar cómo ver nuestra intimidad desde los ojos de otro y cómo entender el erotismo en el desamor. Un poemario en el que elige un personaje y recorre sus experiencias a través de esta nueva forma de ver y de comprender.
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se llama esmegma
había un niño con seis dedos y también
una montaña de colillas y unas revistas picantes
que mi madre encontró y destrozó
mientras lloraba
había unas gafas para jugar al baloncesto
su plástico transparente pero rígido
oprimía la carne alrededor del párpado
había unas pastillas para la depresión
que podría haber robado de la encimera de la cocina
pero que preferí contemplar como si fueran
chuches caducadas en el tarro de un ultramarinos
había suciedad entre las uñas de mis dedos y había
suciedad entre los pliegues del prepucio
que un día mi padre me enseñó a limpiar
y cuyo nombre médico descubrí más tarde
cuando busqué en internet cómo lavar el glande
de mi hijo con delicadeza vi que a aquellos
grumos se les llamaba esmegma
había un cartón de vino blanco en la nevera blanca
de la abuela y había un patio con un árbol y un
peluche amarillo y también la cuchara de la sopa
que abrasaba el paladar
había carreteras a las cinco de la madrugada
había una chica que me metía la mano por debajo
del pantalón de chándal había una malla de hachís
unos jerséis de lana unos manuales financieros
había una libreta donde anoté
todas las veces en las que mi madre tropezaba
todas las veces en las que mi padre enmudecía
todas las veces en las que dije yo no seré así
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Foto: Laura Rosal
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no volveré a sacar este tema
creo que no quiere hablar conmigo del tema
lo único que sé es que ocurrió en un vuelo de vueling
rumbo a almería el crío se estaba portando mal
y ella se lo llevó al servicio de la parte trasera del avión
diciéndole probablemente «eso no se hace uli eso no»
o «deja de dar patadas al asiento de la señora» o
«no tires más papelitos y abróchate el cinturón»
ochenta y seis centímetros de ancho es la medida
que unos ingenieros convinieron para
los cuartos de baño del transporte aéreo ochenta y
seis centímetros de ancho que ahora recogen la escena
de una mujer sosteniendo un coágulo de sangre descomunal
entre sus manos «¿mami tiene pupa?» dijo el crío
al ver aquel tejido negro que empapaba los dedos de ella
«ocurrió así, ya está» narra desde la cinta de recogida
de equipajes «me tomaré un ibuprofeno y compraré
compresas han venido a recogernos paco y kika»
ochenta y seis centímetros de ancho un ataúd aéreo
para algo que ignorábamos hasta su mismo luto
si la herida cura rápido es porque no es nueva
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conversación sobre feminismo en un bistrot de la bastille
siento más pena por lo que está cerca
que por lo que está lejos
soy así
desarrollo compasión según la proximidad
del corazón sufriente a mi corazón calmado
(que a veces sufre)
soy así (tengo que precisarlo)
(preciso que sufro)
(por qué no iba a poder)
el caso es que entiendo mejor a mi amiga
de parís si se derrumba al contarme que la han violado
de lo que entiendo a decenas de miles de mujeres
de otro continente si su vida derrapa
en una violencia cotidiana (que no entiendo)
(pero que intuyo porque la leo excelentemente
narrada en los magazines internacionales
que acumulo en una app de mi iphone
para hombres preocupados por la contaminación
y las metástasis del capitalismo)
decía que la entiendo porque mi amiga de parís
es blanca que la entiendo porque mi amiga de parís
(¿no bautizó otro hombre a esta ciudad como
‘capital del dolor’?) es capital simbólico
y el hecho de que la violen
es casi como el hecho de que me violen
a mí mismo
(ok
eso no es del todo así
pero así es como retumbó su terrorífica historia
en mi alma)
lo que quiero decir es que no puedo disculparme
por la humana distancia entre un corazón
doliente y otro en paz
yo solo quiero ser un hombre bueno
(incluso si soy hombre al fin y al cabo)
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otra conversación sobre feminismo en ese bistrot de la bastille
le dije que iba a quedar con mi amiga de parís
y no pareció molestarle ¿por qué debería?
los dos sabemos de sobra que nuestros corazones
son grandes y que en ellos a veces resuenan las
risas de los otros eso nunca nos ha importado
en la teoría pero la práctica siempre es diferente
un corazón grande no ocupa más que un puño
y ahora los suyos están cerrados
aunque estratégicamente escondidos bajo la mesa
de este restaurante de la bastille en el que cenamos
sin hambre y bebemos sin sed pero con ansia
por saber qué pasará por nuestras cabezas
quién dirá lo siguiente quién le pondrá nombre a esto
que estoy sintiendo y que me consume con calidez
puños cerrados boca cerrada
tal vez ella solo esté diciéndose que a estas alturas
la risa en el corazón ajeno no significa nada
que la risa en el corazón ajeno solo es un trámite
o que la risa en el corazón ajeno nos hará más fuertes
ella pone su mano al fin sobre la mesa de madera
del restaurante de la bastille y la acerca a la mía
con timidez y un silencio que se me antoja brillante
sé que no estamos haciendo nada revolucionario
tal vez solo estemos dejando de querernos
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luna ha besado a ernesto
dice que no siente nada por él
que en todo caso lo siente hacia su boca
dice que su boca se parece a un río
en el que nunca se atrevería a nadar
pero al que tocaría con los dedos de los pies
para comprobar la temperatura del agua
a ella le gusta saber el lugar exacto de las cosas
experimenta con sus manos
quiere tocarlo todo porque es tocándolo
como por fin entiende
de qué está hecho el mundo
dice que los labios de ernesto están hechos
de una suave brisa dice que sus ojos la miraron
con paciencia aquella noche en madrid
dice que el agua estaba templada
que en su fondo había peces robustos
y que en sus márgenes las piedras brillaban
como esas monedas que la gente lanza
cuando quiere pedir un deseo egoísta
yo no sé qué desea luna
nunca me lo cuenta solo me susurra posibilidades
infinitas en las que unas veces
nos damos la mano y en las que otras veces
con esa misma mano
rozamos el sexo de los otros
pero solo después de que ella haya comprobado
la variable temperatura del océano
preocupada por que nadie tirite de frío
orgullosa de velar por todos
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