Leticia García: «las mujeres fueron quienes se dieron cuenta de cómo la moda se estaba cargando el medio ambiente»

09 / 10 / 2023
POR Marisa Fatás

Escribe las mejores «chapas» sobre lo que ella llama «la moda que importa». Leticia García Guerrero crea pensamiento con sus originales disertaciones en torno a la industria. Ha publicado su tercer libro, ‘Batallón de modistillas. Las mujeres olvidadas que construyeron la moda’ (Carpenoctem, 2022). En #VEINDIGITAL hablamos con ella.

Comenzó escribiendo «chapas loquísimas» en un blog sobre moda y ahora es una de las redactoras jefe de moda más leídas y respetadas de España. Lo hizo junto a Carlos Primo, con quien también ha firmado dos libros: ‘Prodigiosos mirmidones
Antología y apología del dandismo’ (Capitán Swing, 2014)
y ‘El nuevo traje del emperador. Por qué hay más política en una colección de Zara que en un ejemplar de Le Monde Diplomatique’ (Capitán Swing, 2014). Hoy ambos trabajan en la misma casa: El País. García Guerrero en S Moda y Primo en Icon. Y por primera vez, desde Carpenoctem, la editorial que Carlos cofundó en 2013, él es editor del libro que Leticia ha publicado recientemente, ‘Batallón de modistillas. Las mujeres olvidadas que construyeron la moda’. Un ensayo sobre mujeres que, a pesar de su género y de su clase, transformaron la industria. Entre ellas, Elizabeth Hawes, precursora de la moda inclusiva, accesible y cómoda; Ann Lowe, la modista negra que vistió a alta sociedad estadounidense; Janey Ironside, quien revolucionó la moda desde las aulas o Rosa Genoni, responsable del nacimiento en clave política del Made in Italy. Conocida en redes como @blogueranicho, en #VEINDIGITAL hablamos con Leticia García sobre su particular visión de la moda.

¿Cuándo comenzaste a “pensar la moda”?

A mí lo de pensar me va porque estudié Filosofía. Pero siempre me había gustado la moda, entonces vi una asignatura de libre configuración en la Complu de semiótica y sociología de la moda y me apunté para probar. El profesor, Jorge Lozano, recomendaba textos con los que yo no estaba familiarizada, y pensé que igual era eso lo que quería hacer, porque mezclaba un poco lo que yo estaba estudiando con lo que me gustaba. Cuando acabé la carrera me fui a periodismo a hacer un doctorado en semiótica de la comunicación de masas aplicado a la moda.

Tus inicios fueron en Fashionpedists, el blog que creaste junto a Carlos Primo. Una propuesta distinta: mucho texto sobre moda, pero sin fotos.

Empezamos cuando yo estaba en el doctorado, hace diez años o más. Conocí a Carlos en un grupo de investigación de semiótica aplicada a la moda. Comencé una tesis de Mariano Fortuny, pero, a pesar de que me encantaba el tema, no me sentía muy cómoda y la dejé. Arranqué otra nueva y en el proceso de transición empezamos con el blog para no perder la rutina de escribir. Hacíamos humor a partir de la teoría y la moda, con chapas loquísimas sobre lo que nos daba la gana, y no queríamos fotos, así que le pedimos a mi amiga Marina Domínguez que las ilustrara. Y pensábamos que no iba a leernos nadie, pero no fue así. Un día nos llegó un email de Eugenia de la Torriente, que en aquel momento era la editora de moda de El País y la directora de El País Semanal. Nos decía que era lectora del blog y que le gustaría probar a ver si se nos daba bien. Entonces empezamos a escribir en El País Semanal. Así comencé a ganar dinero escribiendo.

Sombrero SABELA JUNCAL, top y corsé A. ROEGE HOVE, collar de perlas BEATRIZ PALACIOS

En esta última década el relato de la moda ha incluido temas como la explotación de mano de obra femenina, la cuarta ola del feminismo, el racismo o la diversidad. ¿En qué estado se encuentra la industria ahora?

Es verdad que se han abierto cuestiones necesarias, pero la moda es un poco oportunista. Durante los años preCovid aprovecharon toda la coyuntura de Black Lives Matter y empezaron a hablar del tema racial, pero luego desapareció. Y la sostenibilidad al final es un tema que realmente ya no significa nada. Hay muchas luces y sombras. Se pone el foco en el abono orgánico, pero no se sabe si gasta más agua. O se pone el foco en el Upcycling, cuando no es practicable en muchas ocasiones.Y a lo mejor se obvia la cuestión de los derechos laborales de los trabajadores. Se abren los debates, pero luego desaparecen y no se avanza. También dentro de la moda los debates son modas, cosa que me jode.

Quizás tiene que ver con un avance de la extrema derecha. Por ejemplo, ahora el feminismo está en un perfil más bajo. Parece que ha habido un retroceso en general.

Hay un retroceso en general, pero en la moda todavía no ha ocurrido. Durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial se avanzó mucho en el armario femenino. Y de repente, durante la Guerra Fría la moda fue una herramienta política para fomentar el retroceso, imponer ideas conservadoras de un modelo de mujer que volviera a su casa, que no trabajara, que estuviera siempre perfecta, que no necesitara ropa cómoda para hacer actividades diarias; sino que fuera más como un florero. Ahora uno de los grandes mercados de lujo son los Emiratos Árabes.Y todos lo diseñadores hacen de repente colecciones mucho más unisex y hablan de feminismo, pero luego se van a Qatar a que les den premios, ¿sabes? Siempre se da esa contradicción de que ahora mismo la fuente, no solo del mercado, sino los que ponen el dinero para que ellos hagan cosas, en cierta medida está en países que violan los derechos humanos.

Hablemos de tu libro, ‘Batallón de modistillas’. Me encanta el paralelismo que haces entre la Costura Femenina y la Ecriture Feminine de Hélène Cixous. ¿qué define esa “gramática” de las mujeres que diseñan para las mujeres?

Pensar en la ropa para ser vivida. Puede ser bonita, puede estar a la moda, pero también puede ser cómoda, puede ser llevable. Y tiene cremalleras y bolsillos. Se puede poner, se puede lavar, se puede arreglar. No es esa ropa de muchos diseñadores hombres que es incómoda, que tienes que llevar porque es una imposición social, que si engordas una talla ya no te sirve, diseñada para objetos o una especie de entelequia femenina que no existe.

¿Cómo es mirar la moda con perspectiva de género?

Gran pregunta. Pues no lo sé. Realmente te cambia todo. Empiezas a tirar del hilo y dices “joder, ¿por qué en una industria que viste a mujeres no hay mujeres?”. Obviamente por lo de siempre, por el puto patriarcado. Y luego te das cuenta de que la mano de obra siempre es femenina, ¿no? Osea, que históricamente las manos son de mujeres y las ideas son de hombres. Y cuando profundizas te das cuenta de que se empezó a hablar de sostenibilidad en la moda por mujeres. Aparte de que hay toda una corriente en la que yo sí que creo, en la que el capitalismo, el patriarcado y la destrucción del medio ambiente van juntas. ¿Cómo no iban a salir mujeres que se dieran cuenta de que el chiringuito estaba destruyendo el planeta si eran ellas las que estaban en las fábricas? Por otra parte, el hecho de que una mujer se pusiera pantalones a principio del siglo XX lo cambia todo, porque socialmente invades el espacio público con una ropa que no te está permitida. Entonces cambia tu propia percepción del cuerpo, tu propia percepción del movimiento y tu propia exposición a la sociedad.

¿Y cómo es mirar el género con perspectiva de moda?

Pues, es raro. El relato social que rodea a esta industria es el de lo frívolo, el de los accesorios, lo caprichoso, ¿no? Esto ha hecho que a la hora de construir los roles de género, gran parte del feminismo ha mirado la moda con recelo porque tiene unas connotaciones y pertenece a este tipo de roles que el patriarcado ha asignado a las mujeres para que parezcan débiles, menores, etc. El relato de la moda, a grandes rasgos, exporta un modelo de mujer contra el que habría que luchar porque es completamente patriarcal. Obviamente entiendo que muchas feministas recelen de la moda. Pero hay muchos estudios, muchos pensadores y pensadoras, que la han tomado como una herramienta con la que repensar el género. Por ejemplo, la propia Coco Chanel, que obviamente no era feminista, sino una señora horrible, pero su idea de mujer hizo que realmente las mujeres cambiaran su modo de vestirse, es decir, de relacionarse con su propio cuerpo. La idea de que la moda es opresora, que lo es en cierto modo, es relativamente reciente.

Como cuento en el libro, Rosa Genoni era una tía que hablaba de la moda en términos de invasión del espacio público. Todas las mujeres que a partir de 1909 se atrevían a llevar el delfos de Fortuny, como Sarah Bernhardt, Isadora Duncan o Eleonora Duse, eran feministas. Y lo vestían como un modo de representar su libertad como mujeres. Pero después de la Segunda Guerra Mundial se empezó a asociar la moda con un modelo de mujer florero, que tenía que someterse a unos cánones únicos de belleza, y que estaba dispuesta a pasar penurias para estar guapa, etc, lo que hizo que la moda se viera desde el punto de vista del feminismo como algo a evitar.

Sombrero  y blusón SABELA JUNCAL, pendiente mano BEATRIZ PALACIOS

Sobre el capítulo de Rosa Genoni. En su manifiesto de 1915, ‘El arte de vestir’, relacionaba directamente la moda y la liberación femenina. Ahora hay un discurso de feminismo superado en torno a la idea de que puedes construir tu propia identidad y satisfacer tus deseos a través de las infinitas posibilidades que ofrece el mercado.

Si estuviéramos en un momento de postfeminismo no se criticaría tanto el vestuario de las mujeres que ocupan cargos públicos, ¿no? Es que ya no es solo que vayan más o menos femeninas en el sentido rancio del término, en el sentido patriarcal del término, o si se arreglan mucho o se arreglan poco, sino que se juzga la posición social que ocupan, ¿no? Si son de izquierdas no pueden llevar tal, si son de derechas no pueden llevar cual. Es todo un entramado, ya no solo a nivel género, sino también a nivel de clase social, y a nivel de todo. No se ha superado para nada.

Sobre las mujeres que ocupan las páginas de ‘Batallón de modistillas’, escribes, “todas tuvieron éxito y todas han sido olvidadas en el relato oficial”. ¿Es una cuestión de clase? 

Es una mezcla entre género y clase. Primero, porque la historia la han escrito los hombres. Segundo, porque prioriza el parecer, aunque no se sea, de otra clase social. Y tercero, porque la estructura para trabajar o tener éxito en la moda es tener dinero para poder pagar los estudios, o trabajar gratis, o montar una tienda. Las herramientas prácticas que se necesitan para trabajar en moda implican que haya dinero de clase. Por eso muchas eran modistas, trabajaban para otros, creaban tiendas pequeñas o consiguieron cosas grandes. Al ser mujer se le suma el no tener recursos.

En el capítulo ‘Moda, ecología, feminismo y sostenibilidad’, hablas de la relación entre la industria textil y el eco feminismo. ¿Cuál es su vínculo?

Por un lado el ecofeminismo dice que el cambio climático, bueno, el cambio climático no, el destrozo absoluto del medio ambiente y de los recursos energéticos, está muy ligado al patriarcado. Hay una sucesión lógica entre patriarcado, capitalismo y destrucción del medio ambiente. Es verdad que a las mujeres históricamente se les ha impuesto la tarea de cuidar, y la tarea de fabricar, en el caso de las modistas. Cuando fabricas con tus manos te das cuenta de lo que cuesta hacer las cosas y lo que cuesta cuidar de las cosas. Entonces, las mujeres fueron quienes se dieron cuenta de cómo la moda se estaba cargando el medio ambiente. Y de cómo el sistema capitalista que asimila la industria se estaba cargando el medio ambiente. Esa idea de la novedad constante, de cantidad sobre calidad, minimizar costes, etc, era la que se estaba cargando el sistema en el caso concreto de la moda.

¿Qué es lo más interesante que has aprendido mientras buceabas en la vida y la obra de estas mujeres? 

Todo. Darte cuenta de que una idea que tienes en la cabeza resulta que es verdad. Es como,” joder, entonces si esto fuera así”, o “si las direcciones creativas estuvieran en manos de mujeres, las cosas o el resultado sería este”. Y luego te das cuenta de que todas, por ejemplo, cada una con su vivencia creativa distinta, hacían ropa real, ¿no? Entonces dices, “joder, pues es verdad”. O dices, “bueno, es que yo creo que en las primeras empresas, o las primeras marcas que empezaron a hablar de sostenibilidad de manera realista, estaban las demás mujeres”, que era una excepción en los años 70 y 80. Y dices, “pues también es verdad”. Y te das cuenta de que todo va teniendo sentido.

Qué guay. ¿Y cuál es la historia que más te ha gustado?

La de Rosa Genoni, porque a mí me interesa todo el tema del activismo. Me interesaba mucho su figura. Fue una de las formadoras del partido socialista italiano. De repente tenía en la cabeza una idea de ropa que era completamente ajena a lo que se llevaba en los años 20 italianos. Con esa idea del drapeado para simular movimiento. Quería invadir el espacio público con ese tipo de ropa para que las cosas cambiaran. Y todo el tema de cómo mezcló el sufragismo con la ropa. Y cuando se fue a la convención de la Haya y habló de la importancia de cambiar la ropa que llevaban las sufragistas para que fuera más efectivo el mensaje. Y luego todas las mujeres, bastantes no salen en el libro, que lucharon de alguna forma contra el fascismo a través de sus empresas. Crearon empresas solo de mujeres, en las que se podía cuidar de los hijos dentro de la empresa. Durante la postguerra italiana levantaron la industria textil y volvieron a generar riqueza económica, mientras tenían en cuenta a todas las mujeres que se habían quedado viudas, que no tenían un trabajo. Y crearon una especie de sistema o empresas en las que se ayudaban mutuamente. Es bastante guay esa parte de la historia italiana.

Y sobre el periodismo de moda actual, ¿cómo ves el panorama?

Bueno, pues no lo sé. Al final el tema de las marcas está ahí y una revista o un periódico vive en cierta medida de la publicidad. Yo siempre creo que se pueden contar las mismas cosas pero de distintas maneras, y eso es lo que nos salva un poco: el enfoque. A la vez, sé que estamos en un momento raro a nivel generacional. A partir de las newsletters y la gente en Tik Tok que se pone a hablar de lo que opinan de cada cosa. Se puede decir que hay un resurgir del opinar sobre moda. Y eso hace cinco años no estaba. Era como el boom del momento influencer, pero no había reflexión. Y ahora sí que encuentro muchas cuentas de chavales que reflexionan un montón.

Yo entiendo que la mayoría de la gente joven compra en Shein y a correr. Pero luego hay mogollón de jóvenes que están comprando segunda mano. Y ya se han vuelto expertos. Las marcas lo aprovechan lanzando cápsulas en plan, “venga, te saco las camisetas del desfile del 89”, y se venden. Además lo mezclan todo. Cuando nosotras éramos jóvenes, tía, era como, “no, no. Lo que mola es llevar las cuatro puntadas de Margiela que solo reconocen tres gatos. O el vestido monacal negro de Yamamoto que solo van a reconocer unos pocos”. Para ellos ya no es tan así. Como dicen, “ella sabe lo que lleva puesto”. Ya no es esa cosa del esnobismo por el que comprábamos las cosas. Sino que les da igual. Les mola y punto. Y eso es muy guay.

Fotografías: Irache Ocaña

‘Batallón de modistillas, Las mujeres olvidadas que construyeron la moda’ (Editorial Carpe Noctem), Leticia García

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