¿Qué hay de nuevo? La columna semanal de Estel Vilaseca
Marni FW24
Llevar la dirección creativa de una casa de moda en 2024 no es fácil y hacerlo en una de tanto renombre como GUCCI todavía menos. Sabato de Sarno presentaba esta semana pasada su nueva colección otoño-invierno 24-25 y lo hacía de nuevo enfocándose en las prendas y dejando que estas llevasen la voz cantante. Puede ser una estrategia inteligente si tenemos en cuenta las poderosas narrativas de marca que dejaron atrás tanto Tom Ford como Alessandro Michele, antiguos directores creativos de la enseña. En la nota del desfile, Sabato habla de “buscar un pequeño gesto subversivo”, de “soñar, sin prisa”, de “analizar minuciosamente los detalles”, de “capturar lo extraordinario allí donde se espera lo ordinario” y de, en definitiva, “dialogar con la realidad”, porque, en sus propias palabras: “no busco otro mundo en el que vivir, sino formas de vivir en este mundo”. La envolvente banda sonora firmada por Did Virgo susurra: “In the pain, I’m dancing” e invita a volver a sonreír: “smile again”. A pesar de ello, ninguna de las modelos se dio por aludida, todas desfilaron con semblante serio.
El diseñador italiano puso especial atención en los abrigos: “Confeccionar un abrigo es un acto de artesanía (…) Cada acto representa un meticuloso viaje en el que cualquier gesto puede alterar el resultado final”. De cuidada factura, las diferentes siluetas de las prendas exteriores consiguen equilibrar con acierto contemporaneidad y clasicismo en busca de la eternidad. ¿Qué diseñador no sueña con crear prendas para siempre? Los complementos de piel, botas que suben hasta debajo de la rodilla y bolsitos tan golosos como pequeños contrastan con delicados vestidos lenceros de encaje y terciopelo, minifaldas y shorts que dejan al descubierto las piernas. Sabato de Sarno se aferra a la realidad – la más cruda tiene que ver con un 2023 horribilis para su grupo Kering, que ha visto caer sus ventas un 4% y reducir sus beneficios un 17% – y se enfoca a una clienta muy concreta, algo que si bien puede conducir a reflotar la firma, resta universalidad a la propuesta. La suya es una moda de limusinas, de burbujas de champán, de tener (o aparentar) muchos ceros en la cuenta. Con una puesta en escena cuadriculada, las modelos desfilaron encima de una fría pasarela de acero, Sabato parece ser consciente que no tiene margen para el error, y eso es algo que se palpó en el ambiente.
En un registro totalmente opuesto ha hilado su propuesta Francesco Risso, director creativo de Marni, que hizo desfilar su colección para el próximo invierno dentro de una cueva de papel hecha a mano mientras sonaba música en directo. Sus diseños nos invitan a volver a la caverna tanto de forma literal – con interesantes prendas de pelo y estampados animales – como figurada, elogiando los instintos más primarios. En su nota de prensa parte de sus recuerdos infantiles, cuando “todo era un juego válido”. Antes de la imposición de “convenciones, reglas, estructuras y espejos, la creación no tenía límites”. Y es con esta colección que Risso se obliga a sí mismo a regresar a ese impulso original, a ese mundo y momento en el que todo valía. Para hacerlo, esta temporada ha diseñado junto a sus “hermanos y hermanas de Marni” sin imágenes de referencia para “pintar durante la noche con colores que no sabían que existían” con el convencimiento de que la única manera de “celebrar este momento es vivirlo: sentir, oler, observar y meditar. En el acto continuo y animal de escarbar hacia la esencia más profunda, hemos borrado más y más todo aquello que congestiona – toda la avaricia y la información. Y en esta ola, flotamos”. Siluetas que parecen recortes de papel y texturas de pinceladas impresionistas reclaman lo táctil, al mismo tiempo que celebran la imperfección y abrazan la equivocación. Ante el monopolio de lo digital y el alza del conservadurismo, Risso nos sirve un festín de texturas y volúmenes en los que se superponen a modo de collage conceptual el primitivismo, la modernidad y el futurismo.
Y entre la tierra y el cielo, Miuccia Prada y Raf Simons consiguen en Prada ese equilibrio perfecto con prendas que podemos ponernos a diario pero que no renuncian a la fabulación. Los abrigos estructurados pero con ganas de salir a la calle; el tacón sensato; las faldas más bien largas para no pasar frío, deliciosas combinaciones de colores dopamínicas para los días más grises y lazos a tutiplén (Ya os lo avancé antes de acabar el año: pon un lazo en tu vida). A Miuccia y a Raf, a quienes no se les ha escapado el momento “Coquette”, usan el lazo para reconsiderar los clichés de la feminidad y se preguntan “¿Por qué persisten?¿Por qué nos atraen?”.
Esta colección que mira al pasado pero también hace guiños al presente, no pretende ser nostálgica, sino que más bien tiene que ver con la importancia de la historia para entender: “El pasado es un instrumento, una herramienta para aprender, que usamos aquí para intentar inventar algo nuevo”. Los conjuntos de la colección se decodifican por delante y por detrás, combinando crudeza y dulzura, líneas estrictas con detalles delicados. Una dualidad que se reflejó también en la puesta en escena y que hace analogía a las complejidades y diferentes realidades del momento presente. La película «Zone of Interest» fue otra de las referencias. Al final de la nota de la colección, toda una declaración de intenciones que intenta dar sentido y valor a su trabajo: “Al plantear preguntas y respuestas interesantes, un desfile es el inicio de una conversación con el mundo, un intercambio de ideas. Este instinto, este deseo de comunicar y expresar, es un impulso humano fundamental: tocarse unos a otros, expresar sentimientos, a través de la ropa que nos ponemos”. Ya lo dijo Miuccia Prada hace años: “la moda es un lenguaje instantáneo”.